A las 8:02 del 13 de julio de 2013 se nos detuvo el pulso. Los gritos de horror que irradiaba el televisor retumbaban en una redacción casi vacía. Ante nuestros ojos, un pavoroso tapón humano y animal crecía y crecía. Se amontonaba la gente, y las palabras. Un cúmulo de casualidades resultó catastrófico.

Una puerta lateral de la plaza permaneció demasiado tiempo entreabierta por descuido de un carpintero que no esperaba el fenomenal torrente humano que se avecinaba. La madera se selló hacia el lado que no debía, impidiendo la mitad del natural fluir al albero. Además, un grupo de policías apuró demasiado su llegada, a lo que hubo que sumar la atropellada carrera que fue dejando un reguero de mozos por los suelos apilándose en una trampa. Carrera supermasificada porque al otro lado de la muga enlazaban varios días festivos. Catastróficas desdichas y cóctel explosivo.

Volando por encima de la montonera ante las asta de un fuenteymbro. Archivo de DIARIO DE NOTICIAS

Los astados de Fuente Ymbro ni siquiera embestían, superados por el inmenso tapón que tenían en la cara. Por suerte, se conformaron con esperar a que se deshiciera la madeja y no hubo enseñamiento. Los humanos invocaban a ese poder sobrenatural que en mayor o menor medida habita en el alma de todas las personas que sienten los Sanfermines; rogábamos a la fuerza mágica para que aquel dramático cuadro se disipara. Por fin, un arenero abrió una puerta lateral del callejón y posibilitó que la manada saliera al centro del albero por la barrera. Habían pasado dos ‘interminables’ minutos y diez segundos.

A continuación, el patio de caballos del coso pamplonés se convirtió en un escenario propio de una batalla campal. Hasta allí que fueron 7 compañeros y compañeras periodistas, nuestros ojos y oídos, que daban cuenta a la redacción digital de los terrores que encontraron. 20 fotoperiodistas firmaron las imágenes que el domingo publicaba la edición impresa. Muchas de ellas las adelantamos en la web. La sangre destacaba en algunos rostros. Nos hizo temer lo peor. Algún medio informaba de víctimas mortales en aquella ratonera, pero nuestras fuentes lo desmentían. Con el corazón encogido, fuimos tirando rigurosamente del hilo para montar el rompecabezas y explicar las causas de la tragedia, al tiempo que nuestros periodistas enviaban parte de heridos tras otro.

La liquidación del insólito suceso, escalofriante. “Mozos descamisados, sin apenas un halo de oxígeno, doloridos por todas las costillas, tumbados patas arriba en cualquier rincón, con sillas de ruedas y camillas para los más graves, una veintena de sanitarios practicando curas de urgencia...”. 23 heridos dieron con sus huesos en el hospital. 19 de ellos fueron trasladados desde el montón (un irlandés grave y un vitoriano de 19 años muy grave por aplastamiento, que evolucionó bien y fue dado de alta a la semana). Hubo dos corneados, uno en Estafeta (la carrera ya fue peligrosa) y otro en el Callejón, una australiana de 23 años y un ‘yanqui’ de 35.  

Tras el enjambre de pánico y dolor, supervivientes relataban con angustia absoluta lo vivido instantes antes. En estado de shock, daban gracias a San Fermín por sacarlos vivos: “El peor día de mi vida”. “Se nos ha pasado la vida por delante, creí morir, pero un chico ha estirado el brazo y me ha salvado, relataba un joven italiano a nuestros compañeros. Entre la multitud, héroes.

El domingo, una palabra en portada. ANGUSTIA. Del latín angustus, “estrechez, angostura, dificultad”. El asunto de la montonera llegó a colear unos meses en el Parlamento, pero se despachó con la Meca instalando anclajes en el suelo de la plaza y una puerta de hombre para uso de sanitarios y seguridad. 

El próximo montón será, pero será diferente. La noticia, ni que decir tiene, fue una de las más leídas del año. Pero, por favor, sustos así, sudores fríos semejantes, que queden congelados para siempre solo en memorias, archivos, libros o películas.

La portada de la edición impresa de DIARIO DE NOTICIAS del 14 de julio de 2013, un día después de la montonera.