Hace 20 años en Navarra apenas se conocía el significado del término ONG: Organización No Gubernamental. Resultaba incluso exótico este término que hacía referencia a grupos de personas que se organizaban para prestar ayuda a las poblaciones más pobres y excluidas de los entonces llamados países en vías de desarrollo. Algo parecido a lo que en el pasado se sabía que hacían los misioneros y misioneras, quizá la referencia histórica más cercana que la población navarra tenía de la labor que realizaban las ONG. Era la época de las movilizaciones por el 0,7%, de las grandes hambrunas en los países del Cuerno de África y de las guerras civiles centroamericanas. Empezaban a asomarse a nuestros televisores imágenes aterradoras de hambre y violencia, síntomas del mundo globalizado y profundamente desigual que empezábamos a descubrir en toda su magnitud.
Hoy en día, puede decirse con relativa seguridad que tanto el término como el concepto de ONG se han incorporado con normalidad al lenguaje de la ciudadanía y de los medios de comunicación de nuestra sociedad. Esta es la época de los Foros Sociales Mundiales, de la guerra de Irak, de Internet y de las imágenes persistentes del hambre, conflicto, pobreza y vulnerabilidad. Quizás la ciudadanía más concienciada o las personas más observadoras sean conscientes de los sutiles cambios de lenguaje que se han producido en los mensajes que transmitimos las ONGD. Las ONGD nos hemos añadido una D, de desarrollo. Un reflejo de los muchos aprendizajes que estamos incorporando en la lucha por un mundo más solidario, más equitativo, más justo. Los países y las personas ya no son simplemente pobres, sino empobrecidas por un sistema económico y de valores que entre todos generamos. Ya no sólo reclamamos el 0,7% para la Ayuda Oficial al Desarrollo, sino un impuesto a las transacciones financieras internacionales, la cancelación de la deuda externa de los países más empobrecidos, y la definición de nuevas políticas capaces de generar modelos más justos y equitativos. Ya no sólo trabajamos en el llamado "Sur", sino que tratamos de intensificar nuestra labor de concienciación y educación aquí en nuestra propia sociedad, en las poblaciones del "Norte" desarrollado, porque son los valores personales y sociales los que toca transformar para conseguir una sociedad orientada no por los beneficios individuales, sino por la obtención del bien común para todos y todas.
Nuestra mirada al mundo va evolucionando paralelamente a como lo hace el propio mundo, y como consecuencia de ello, estamos virando nuestros esfuerzos hacia la búsqueda de una mayor incidencia. Pero, ¿qué es entonces la incidencia? En el sentido estricto del término, incidir es influenciar para lograr un cambio. Y el conseguir cambios perdurables, de calado, necesariamente pasa por incidir en nuestro propio sistema de valores (incidencia social) y en aquellas instancias con la capacidad y responsabilidad de tomar decisiones que nos afectan a todos/as, también a las poblaciones del Sur (incidencia política).
¿Y se pueden generar cambios en el mundo con esta incidencia? En la coordinadora de ONGD de Navarra consideramos que sí. Que son pasos pequeños pero necesarios para una transformación que comienza desde nuestro entorno más cercano y pretende llegar hacia espacios cada vez más amplios en un esfuerzo de colaboración estrecha con otras redes de la sociedad civil. Que tenemos que incorporarnos de forma constructiva en la discusión sobre las políticas públicas que afectan a esa búsqueda del bien común, en especial las relativas a la cooperación al desarrollo, y tratar de influir en ellas. En Navarra, tenemos un ejemplo reciente de incidencia política, un ejemplo sencillo, discreto y local, pero que puede dar una idea de la incidencia a través de redes que estamos haciendo las ONGD en el siglo XXI. El pasado 25 de marzo el Parlamento de Navarra aprobó una Propuesta de modificación de la Ley Foral de Cooperación al Desarrollo. Desde la Coordinadora de ONGD, hemos participado intensamente en el proceso de definición de esta Ley. Nuestro propósito: influenciar para que la nueva propuesta de Ley tenga en cuenta la realidad e intereses de las poblaciones más excluidas. Nuestra vinculación directa con estas poblaciones, y el hecho de canalizar el 95% de las ayudas de cooperación pública Navarra al desarrollo, nos han exigido ser responsables y propositivos en este objetivo. Hemos planteado modificaciones para aligerar las cargas administrativas, favorecer una mejor adaptación a los tiempos reales de los proyectos en el Sur y eliminar algunos costes financieros que, en nuestra opinión, eran innecesarios para garantizar un buen control de los fondos públicos. Hemos buscado incidir en el cambio de la ley navarra de cooperación con el horizonte puesto en la incorporación del principio de "apropiación democrática" en las políticas públicas de cooperación. Para ello, hemos tenido que trabajar arduamente a través de la reflexión, el debate y la definición de propuestas, que hemos presentado y contrastado con otros agentes de la Cooperación Navarra, como el Servicio Navarro de Cooperación, la Consejería de Bienestar Social, el Consejo Navarro de Cooperación, y los diferentes partidos políticos del Parlamento de Navarra. Un proceso serio de diálogo y encuentro constructivo entre los diferentes agentes navarros de cooperación, y que hemos valorado positivamente. Sentimos que hayan quedado fuera puntos importantes como los referidos al compromiso del 0,7%, o los adquiridos en el Pacto Navarro de Lucha contra la Pobreza y suscritos por todos los partidos políticos con representación Parlamentaria, pero reconocemos avances importantes en esta modificación de Ley. Hemos dado un paso hacia adelante. Un paso de incidencia.