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“Al final me han cortado siete dedos”

La congelación de las manos del donostiarra Iñigo Castiñeyra era más grave de lo que se preveía

“Al final me han cortado siete dedos”DEIA

donostia - Su madre ni siquiera podía mirarle las manos los primeros días tras la intervención quirúrgica. El desenlace ha sido mucho más doloroso de lo que intuían. “Al final me han cortado siete dedos”, lamenta en declaraciones a este periódico el montañero donostiarra Iñigo Castiñeyra, que fue operado el jueves pasado de la congelación de sus manos, a su regreso de Nepal.

Los huesos estaban muy afectados, y ha sido preciso diseccionar más de la mitad del dedo corazón de ambas manos, además de los anulares. “He podido salvar el dedo meñique de la mano derecha, pero el de la izquierda también está por debajo de la mitad, algo que ha sorprendido a los médicos, que no pensaban que estuviera tan afectado. Tenía carne, pero el hueso estaba con necrosis”, detalla desde la Mutua de Accidentes de Zaragoza, donde sigue hospitalizado.

El donostiarra sufrió la congelación de sus manos durante la ascensión al Annapurna. El malogrado deportista estaba siendo tratado de sus lesiones en un hospital de Katmandú, pero un terremoto de casi ocho grados asoló el país asiático el 25 abril, y tras él nada volvió a ser lo mismo.

Castiñeyra vio morir a gente. El país se desangraba -la catástrofe ha dejado más de 8.500 muertos y unos 16.000 heridos-, había otras prioridades, y no tuvo más remedio que esperar y aguantar su dolor durante varios días antes de ser evacuado. “El doctor me dijo que pensaba haber podido salvar más dedos, pero la evolución no ha sido tan positiva porque me ha afectado al hueso. Es algo que no ves hasta que no operas. Desde fuera no se apreciaba que estuviera tan afectado el hueso, y desde luego que todo ha venido motivado por la tardanza a la hora de ser atendido”, lamenta.

a la expectativa Se había hecho a la idea de que le iban a cortar varios dedos, pero cuatro días después de la intervención quirúrgica sigue sorprendido por el estado en el que han quedado sus extremidades. “Viendo mi mano derecha, me recuerda a la de un montañero polaco con el que coincidí en el campo base del Annapurna. Le faltaban tres dedos. Mi mano derecha se ha quedado exactamente igual, se ve que son siempre los más afectados en las congelaciones”, dice.

El dolor insoportable de los primeros días va remitiendo, aunque sigue tomando calmantes cada ocho horas. “Sufres mucho porque te cortan el hueso, la carne, el nervio... Hay veces que ves las estrellas. Hasta que no cicatrice bien, me seguirá molestando. La cura resulta muy dolorosa, porque te quitan la venda y hay parte de la carne que tienen que arrancar. Es insoportable, te quedas rabioso, dolorido”, explica.

La charla telefónica con el montañero donostiarra continúa mientras Castiñeyra apenas puede coger el móvil, que sujeta con el dedo pulgar de la mano izquierda. La derecha la tiene vendada por completo, y su madre le sigue ayudando para comer.

Con respecto a la evolución que experimentará a partir de ahora, se mantiene a la expectativa. “Me han dicho que tardaré algún tiempo, pero que se puede llevar una vida normal. Así me lo dijo ayer también un paciente con el que coincidí, al que se le congelaron los pies y que vino a la clínica a que le hicieran un raspado”. El montañero calcula que en el plazo de una semana podrá regresar a casa. Quería empezar a trabajar de comercial, pero por el momento tendrá que esperar. “Hasta que no me vea ágil de manos no voy a tomar ninguna decisión. Es probable que necesite todo el verano. Es una evolución lenta”, comenta.