Cuando muchas familias se arremolinan junto al sofá para tomar café después de comer, y de su jornada de 8 horas de trabajo, la familia Melero Tejero se reúne en sus 5 robos de tierra para, durante tres meses, realizar la recogida del espárrago, en jornadas que se inician hacia las 17.30 y que acaban hacia las 20, cuando la luz desaparece o, a veces, incluso continúan con frontal.

Las 8 horas de la jornada de trabajo de Antonio Melero (padre), Gloria Tejero (madre), Andrea Melero (hija) y David Melero (hijo) tienen su continuación en otra de casi 4 horas sacando de la tierra algunos de los mejores espárragos que se pueden comprar en el mercado de Tudela. De hecho, el puesto que se los compra a 7 euros el kilo al inicio de la temporada y a 5 euros al final, se envían en cajas por toda la geografía ibérica. Los frutos que sus gubias buscan dentro del montículo de tierra que los arropa y protege del sol estarán, en uno o dos días, en algunas de las cocinas de los mejores restaurantes.

En familia

Gloria trabaja en la cocina de la SKF, mientras que Antonio lo hace en mantenimiento de carreteras. “Cuando empieza la campaña nos mentalizamos que tenemos dos meses y medio o tres meses duros, porque además del trabajo y de la recogida después nos levantamos a las 4.30 de la madrugada para meterlos en barquillas y llevarlos al mercado”.

Semejante esfuerzo e hipoteca de tiempo comenzó hace unos 12 años (después de la crisis) cuando vieron que sus trabajos peligraban y necesitaban un apoyo económico. Recuperaron lo mejor que sabían hacer, ya que los dos, de niños, habían trabajado en el campo y la experiencia, al hermano de Gloria, le había salido bien. Alquilaron un terreno y comenzaron a poner plantas de espárragos.

Ablitas era pueblo esparraguero como Malón o Murchante. Se le llamaba el oro blanco, porque los tres meses que se cogían espárragos valían para dar de comer a las familias durante todo el año. A nosotros -recuerda Antonio- nos sacaban nuestros padres de la escuela cuando éramos muetes para ir al campo. En los 90 hubo una crisis importante del espárrago en crudo y se dejaron muchos cultivos porque las nuevas generaciones no querían trabajarlo. Era muy duro con la azada, ahora con la gubia es más sencillo”. Antonio recuerda lo poco que ha variado el precio del espárrago en conservera en décadas, “en los 80, cuando yo era muete pagaban a 300 o 350 pesetas el kilo y ahora a unos 2,5 euros, que viene a ser lo mismo”.

Andrea Melero y Gloria Tejero, hija y madre trabajando Fermín Pérez Nievas

Tras 12 años, unir su trabajo en el campo al suyo propio comienza a ser pesado y pese a la ayuda de primos de Gloria y a algún que otro ayudante, es evidente que Andrea y David, sus hijos, no quieren seguir con este sobreesfuerzo, “yo creo que cuando se muera esta planta lo dejaremos”, asegura Gloria.

Cuatro euros de diferencia

Sentada en el maletero del coche mientras la cuadrilla hace un alto bajo el sol ablitero, rodeados de hileras con plásticos negros y con la torre del emblemático castillo del pueblo al fondo, Gloria, buena conocedora del campo y de sus espárragos, habla de por qué tienen esa calidad que le lleva a vender su producto en crudo con una diferencia de cuatro euros con respecto a lo que se vende a conserveras. “Tengo unos clientes buenísimos, yo no lo llevo a un conservero sino al puesto de Rosa La Murchantina en Tudela. Vende muchísimos y yo le suministro lo suficiente. El más gordo lo vende fuera a Marbella, San Sebastián o Galicia. Solemos sacar entre 130 u 80 kilos al día y una temporada normal llegamos a los 4.000 kilos”.

Las lluvias de este año han dificultado y reducido la recogida, “ha llovido mucho y el espárrago lo que quiere es calor. Tiene que tener humedad, porque si la tierra está muy seca el espárrago se empieza a espigar. Pero tampoco una calor de bochornera porque pierden calidad y pasan a ser de segunda categoría”.

Durante todo el año, Antonio Melero se ocupa de la tierra, agua, abonos, fitosanitarios... para que, cuando llegue el mes de marzo, el oro blanco comience a asomar sus cabezas por entre los bancales. “Entre unas cosas y otras más de 500 euros dejamos cada año en preparar la tierra, pero si no lo cuidas no sale y también agua, porque el espárrago es eso, agua”. Todo ello va destinado a que el espárrago no coja el denominado mal vinoso, “se avinagra el peine, la planta de los espárragos”, matiza Gloria. Eso les levó hace unos años a cambiar de terreno al perder la anterior planta.

"Si sigues agotas a la planta"

Cada planta de espárrago tiene una vida útil que ronda los 7 u 8 años. “El primer año lo pones pero no recoges nada, el segundo año solo cogimos media campaña, o sea unos 30 días, y ya al tercero es cuando comienza a dar producción”, es decir, comienzan en marzo a recoger y terminan a mediados o finales de mayo. “Si hemos visto que los kilos que hemos sacado por peine son suficientes paramos, porque la calidad no es la misma si sigues cogiendo y, también, porque si sigues agotas a la planta”, explica Gloria.

La tarde cae en Ablitas y todos vuelven a dar el último empujón, vuelven a los bancales antes de se vaya la luz y termine la jornada en el campo. A las 4.30 de la mañana Gloria volverá a Tudela para llevar los frutos de tanto trabajo y comenzará un nuevo día agotador.

 Detrás de un plato de espárragos blancos con ese olor dulzón que desprenden, de celebraciones como las Jornadas de las Verduras y de fotos de influencers en huertos hay un sinfin de historias, mucho trabajo y muchas familias que ponen gran empeño y mucho sudor en salir adelante.