“Antes de que me secuestraran para mí valía mucho más un reportaje que mi vida”
Antonio Pampliega fue uno de los tres españoles secuestrados durante 299 días por la organización paramilitar y yihadista Al Qaeda en Siria en el año 2016
PAMPLONA.- Era la duodécima vez que Antonio Pampliega, como periodista especializado en zonas de conflicto, acudía a Siria desde que estalló la guerra. Un viaje que cambió por completo el rumbo de su vida. Con 36 años recién cumplidos y casi dos años después de su liberación, Pampliega relata, aún con los sentimientos a flor de piel, su calvario, los momentos más duros de su secuestro junto a Ángel Sastre y José Manuel López y cómo ha cambiado su vida tras su liberación.
En el 2008 se adentró en el mundo del periodismo de guerra, ¿siempre ha tenido claro que esto era a lo que se quería dedicar?
-No. De hecho comienzo a estudiar Periodismo en la Universidad Europea de Madrid porque quería dedicarme al periodismo deportivo. Mis primeras prácticas fueron en Radio Nacional y en Europa Press en la sección de deporte y mi primera experiencia laboral fue en el Diario As también en el terreno deportivo.
¿Qué fue lo que le hizo cambiar de idea y apostar por el periodismo de guerra?
-Fue una charla en la universidad donde yo estudiaba que impartió Reza, un fotógrafo iraní. Una clase magistral acerca de su trabajo y centrada sobre todo en la guerra de Afganistán de los años 80, de los muyahidines contra los soviéticos, que sin duda me marcó.
¿En ese momento cambió su manera de ver el Periodismo?
-Sí. Aquella charla, aquel hombre hablando y aquellas fotografías cambiaron mi forma de ver el Periodismo por completo y por primera vez en mi vida me plantee una cosa diferente a lo que realmente era el motivo por el que yo estudié Periodismo.
Además de aquella clase magistral, ¿hubo algo más para que finalmente cambiase de rumbo?
-Tras esa charla, que se me quedó marcada, vi un vídeo de una compañera que se llama Pilar Bernal en el que estaba haciendo un reportaje de los GEO que en ese momento se encontraban custodiando la embajada de España en Bagdad y me dije: “yo quiero hacer lo mismo”. Y lo hice.
¿Cómo lo gestionó?
-Cuando vi ese vídeo era septiembre de 2007 y unos días después decidí escribirle a Ignacio Ruiz Pérez, que estaba en la embajada española de Bagdad, y le pregunté si podía hacer lo mimo que mi compañera y me dijo que sí. Y allí me fui, a punto de cumplir 26 años en 2008, en un conflicto que no entendía, siendo un periodista que no sabía lo que era ser Freelance. De hecho a mí me daba vergüenza decir esa palabra porque pensaba que era el único.
¿Cómo vivió aquella experiencia? ¿Era lo que esperaba?
-Yo flipaba en colores. Cuando llegué a Bagdad no entendía absolutamente nada. Era de noche, nos estaban esperando ocho GEOS con dos coches blindados. Era la primera vez que me ponía un chaleco antibalas y nos dijeron que, en ese momento, la carretera era una de las más peligrosas del mundo porque había muchos ataques. Ahí pensé: “¿qué haces aquí?”.
¿En ese momento se planteó volver y dejarlo todo?
-Sí, claro que te lo planteas pero no puedes volver. En un primer momento piensas que ya lo has probado y que ya está, se acabó. Pero luego comienzas a trabajar sobre el terreno y te das cuenta de que lo que haces gusta y te gusta mucho, muchísimo.
Cuando se propuso ir a una zona de conflicto por primera vez, ¿era consciente del riego o pensaba que eso no le podía pasar?
-No eres consciente. Piensas que al periodista no le pasa nada. Yo he cubierto muchas guerras pero no había cubierto ninguna de verdad hasta que estuve en Siria en 2011. Ya había estado en Irak y en Afganistán pero hasta ese momento no era consciente de lo que era realmente una guerra, ni del riesgo que entrañaba para un periodista.
Muchos compañeros de profesión ya habían sido secuestrados y aún así quería volver. ¿Por qué?
-Claro. A Ricardo García y a Javier Espinosa los liberan en abril de 2014 y yo voy a Siria a mediados de mayo. No es que me lo plantee es que ni se me pasa ni por la cabeza que me pueda ocurrir a mí. Antes anteponía mis reportajes a mi vida porque para mí era lo más importante.
Estuvo secuestrado 299 días, ¿cómo ha cambiado su vida?
-Han cambiado muchas cosas. Ahora ya no antepongo mi trabajo a mi vida personal. Me he dado cuenta de que no tengo que demostrar nada a nadie y eso antes no era así. Antes tenía que ser el mejor y luchaba contra viento y marea porque quizá tenía un sentimiento de inferioridad.
¿Volvería a un frente de combate?
-En mayo va a hacer dos años de mi liberación y ahora no volvería a pisar un frente de combate de la misma forma que antes. No es porque tenga miedo sino porque las mejores historias están detrás y los periodistas al final tenemos que dar voz a los que la sufren. En el frente de combate no vas a encontrar eso.
¿Y dónde se encuentran?
-En segunda línea, en campos de refugiados y hospitales. Ahí es donde realmente tienes que mostrar la guerra y lo que está ocurriendo.
¿Durante el cautiverio pensó en algún momento en que se había equivocado de profesión?
-Sí, un par de veces. Sobre todo cuando el secuestro se iba alargando y pensaba el porqué decidí dedicarme a esto cuando es una profesión que nos pagan entre 35 y 100 euros por crónica. Una profesión de la que no voy a poder vivir. Como me dice mi padre, tú no tienes una profesión, tú lo que tienes es un hobby muy caro.
¿Cuál fue el momento más duro?
- Sin duda cuando me separaron de mis compañeros. La noche que los secuestradores entran en nuestra celda y preguntan por mí, me ponen la capucha y me separan yo pensaba que me iban a matar. Pero también piensas que quizá te separan porque nos van liberar. Esperanzas?
¿Cuál cree que fue el motivo de su secuestro? ¿Dinero?
-No lo sé, quizá sí. O mandar un mensaje a los periodistas occidentales de que aquí no somos bien recibidos. Después de nuestro secuestro no ha ido ningún periodista occidental a cubrir la guerra desde ese lado.
¿Ha vuelto a una zona de conflicto después?
-Estuve en Irak, en Venezuela, que no es conflicto conflicto, en Afganistán, en el Congo y dos veces en el Mediterráneo central.
¿Cambia su forma de trabajar?
-Claro que cambia, muchísimo. Por eso no he vuelto a Oriente Medio porque no me fío de ellos. Llegó un momento en el que estaba entrevistando a unos iraquíes y pensé: “si es que me da igual lo que me estás contando”. Ahí piensas que el trabajo de un periodista es empatizar, contar historias reales y a mí lo que me estaba contando me daba igual porque creía que me estaba mintiendo. Entonces me paré a pensar que igual no estaba haciendo bien mi trabajo.
Y ahora, ¿regresaría a Siria?
-A Siria no volvería porque se lo he prometido a mi familia. Me encantaría volver para contar lo que está pasando pero no puedo. Seguramente vuelva a una zona de conflicto en Oriente Medio pero a Siria no. Antes era el primero en ir a las guerras y el último en irme. Ya no es así.
Tras ser liberado lo primero que le dice a su familia es ‘lo siento’. ¿Por que?
-Porque el sentimiento de culpa es muy grande. Yo sabía que me iban a secuestrar. Bueno, lo intuía. Nosotros vamos a las guerras porque somos un poco egoístas y no pensamos en las personas que tenemos al lado. No pensamos en nuestra familia. A nosotros si nos matan ya está, se acaba la historia ahí pero los que sufren realmente son ellos. Yo no pensaba ni en mi madre ni en mi hermana. De ahí mi sentimiento de culpa.
Ahora visto desde fuera ¿qué opina de lo que está ocurriendo en Siria?
-Me da mucha pena. Veo las noticias de Siria, veo las masacres, los bombardeos y me da mucha pena. Me da pena que se haya contado mal, que haya gente que apoye al régimen de Bachar al Asad, que se culpabilice al pueblo sirio por querer ser libre. Me da pena, como profesional de la información, que los medios de comunicación no hayan contado esta guerra como es realmente y que la gente en Occidente no entienda por qué están huyendo de allí y por qué cruzan el Egeo, por qué hay oleadas y oleadas de sirios que quieren huir de allí. ¿Por qué? Porque huyen del infierno, huyen de la peor guerra del siglo XXI.
Ha querido compartir su historia a través del libro ‘En la oscuridad’. ¿Ha tenido un buen recibimiento?
-El libro es un relato de un hombre, de 33 años, que es secuestrado por Al Qaeda y que no sabe si va a volver a ver a su familia. Se centra en cosas muy personales, muy íntimas y eso es lo bueno que tiene el libro a mi modo de ver. Además, está ayudando a mucha gente.
¿Qué le dice la gente que lo lee?
-La gente me escribe y me dice cosas como que está superando un cáncer y que mi libro le ayuda para ser más fuerte, para no rendirse. Hace un tiempo se puso en contacto conmigo una madre y me comentó que me había visto en una entrevista y que a su hijo Rodrigo, un 11 de marzo de 2004, cuando iba dirección a la universidad lo mató Al Qaeda en el atentado de Madrid. “Por un momento he tenido a mi hijo aquí conmigo”, me dijo la señora. Por mensajes así mi libro ha merecido la pena.
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