La viróloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Margarita del Val trata de desmontar bulos relativos a la pandemia en una entrevista para la revista de la Universidad de Navarra Nuestro Tiempo. En ella Del Val explica con detalle cuestiones como por qué se han desarrollado tan rápido las vacunas, si es posible que aparezcan con el tiempo nuevos efectos secundarios o si finalmente alcanzaremos la inmunidad de rebaño.

Esta es parte de la entrevista publicada en la revista

Hubo quien desconfió de las vacunas dada la velocidad a la que se obtuvieron.

Ha sido la vacuna más veloz de la historia: se desarrolló en solo once meses. Principalmente han influido dos aspectos. Por un lado, la inversión de muchísimo dinero público en todo el mundo, una aportación que resulta fundamental [Alrededor de cinco mil millones de euros proceden de financiación pública y filantrópica según el informe «No es sano» de la Fundación Salud por Derecho]. Y, por otro, la sensación de emergencia que tenía tanta gente ha permitido reunir una elevada cifra de voluntarios [La OMS estima que entre diez mil y cincuenta mil personas por cada vacuna]. En otros ensayos clínicos se tarda meses, e incluso años, en reclutar un número muy inferior.

¿Repercute en la solidez de los datos de seguridad?

Son las vacunas más seguras elaboradas hasta el momento, porque ante la enorme cantidad de inmunizados se están descubriendo las consecuencias más infrecuentes. Seguir por farmacovigilancia a un amplio grupo de personas ha permitido evaluar estos efectos tan mínimos, que revelan un riesgo muy inferior al de cualquier otro medicamento.

A largo plazo, ¿podrían aparecer nuevos efectos secundarios de la vacuna?

En realidad, prácticamente todos los efectos adversos surgen muy pronto. No depende del tiempo, sino de los millones de vacunados. Si habitualmente aparecen años más tarde, es porque solo entonces se alcanza la cifra de diez millones de personas inmunizadas. Pero en esta pandemia eso ha ocurrido en cuestión de días.

¿Podemos confiar en su memoria inmunológica?

Las vacunas de AstraZeneca y Janssen se basan en vectores estudiados durante años y se espera que se potencien con cualquier otra exposición a los mismos antígenos del virus. Con las de ARN mensajero —Pfizer y Moderna—, no sabíamos si serían flor de un día; ahora conocemos que se inducen linfocitos B de memoria que producen anticuerpos con alta afinidad de unión a la proteína S del virus, y eso es importante para que la memoria dure años.

¿Se alcanzará la inmunidad colectiva si un 70% de la población ha recibido el fármaco o es necesario llegar al cien por cien?

Los números pueden resultar engañosos, por eso hay que fijarse en quién está vacunado. Lo que importa es que lo reciban al cien por cien los grupos de alto riesgo, bien sea por la edad, por enfermedades crónicas€ La inmunidad colectiva necesita que las personas vacunadas no se infecten ni transmitan el virus, que sean seguras, pero por ahora sabemos que pueden infectarse, aunque alrededor de cinco veces menos, y que probablemente puedan contagiar, porque, cuando se infectan los vacunados, su carga viral es también muy alta.

Si el virus sigue mutando, ¿podríamos volver a una situación de descontrol?

Para quienes se enfrentan por primera vez al covid-19, no importa de qué cepa se trate. No creo que esto sea un problema. Contra todas las variantes que se han impuesto se ha podido proteger muy bien con dos dosis de vacunación. Por otro lado, este virus tiene poca capacidad de mutación y no produce reorganizaciones de su material genético como el de la gripe. Es un tema que está magnificado en los medios de comunicación y sobre el que se ha generado una alarma innecesaria.