Dice Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) que a la hora de escribir, lo que realmente le interesa es "el alma humana". Ése fue el motor de Patria, su éxito literario que saltó a la ficción audiovisual con HBO, y lo ha vuelto a hacer en su nueva novela, Los vencejos. Publicada el pasado mes de septiembre, la última historia del escritor donostiarra parte de una cuestión que, dice, seguro que muchos se han hecho: ¿Cómo viviríamos si supiéramos con exactitud el día y la hora de nuestra muerte?

Cuando uno viene de firmar el fenómeno literario que fue Patria, ¿pesa ese arrollador éxito a la hora de ponerse a escribir de nuevo otra novela?

-Sí, fue realmente un éxito descomunal y estoy agradecido por el hecho de haber tenido muchos lectores. Ha habido mucha gente que se ha tomado la molestia de opinar y eso está muy bien, pero vamos, yo soy un hombre sereno y esto no ha supuesto ninguna perturbación, y mucho menos en el escritorio. Han pasado cinco años desde la publicación de Patria y desde entonces he escrito otras cosas con total tranquilidad.

"La chispa del libro fue una pregunta: ¿cómo viviríamos si supiéramos el día y la hora de nuestra muerte?"

En ese sentido, ya ha defendido que con esta nueva novela le interesaba transitar por caminos no recorridos hasta ahora. ¿Cuál fue entonces la chispa de Los vencejos?

-La chispa fue una pregunta que yo me hacía y que quizá se han hecho también muchas personas y es: ¿Cómo viviríamos si supiéramos con exactitud el día y la hora de nuestra muerte? Saber cuál es el plazo exacto de nuestra vida seguramente tendría unas consecuencias directas, no sólamente en nuestra manera de gestionar el tiempo, sino de elegir una determinada estrategia vital. Para responder a esta pregunta, me inventé la historia de Toni, que es un ciudadano que vive en Madrid y que está relacionado con otras personas: familiares, amigos, compañeros de trabajo...

Un Toni que es un profesor de instituto desencantado, que está enfadado con el mundo y que en ocasiones resulta desagradable y con quien puede costar empatizar. Pero, hoy día, ¿hay muchos Tonis cabreados con la sociedad?

-Bueno, no he ido por las casas comprobando si hay Tonis, pero es imposible que no haya personas que arrastren a la edad Toni -cincuenta y tantos años- desengaños, frustraciones, relaciones que no han conducido a una convivencia armónica... No me parece que mi protagonista sea un tipo estrafalario que tiene un comportamiento inusual, sino todo lo contrario. Y más particularmente en época de pandemia, que no hace falta realmente excavar mucho para darse cuenta de que ahora mismo los consultorios psicológicos están llenos. Aunque mi novela transcurre antes de la pandemia, la depresión no es un invento literario.

Y una vez finalizada la novela, ¿ha encontrado la respuesta a por qué se quiere suicidar Toni?

-Bueno, él nos dice al principio de la novela que se quiere suicidar, pero no sabe bien por qué. Se concede un año en parte para saber por qué ha tomado esa decisión y también para hacer un recuento de ruinas, saber quién es realmente... Y para eso necesita indagar en su pasado y echar una mirada alrededor y con su discurso lógico, de profesor de filosofía, tratar de tener un poco de caridad sobre la vida.

Ha comentado antes cómo Toni no tiene una convivencia armónica y a raíz de ciertos comportamientos del personaje con las mujeres, ¿diría que es también víctima de una inadaptación a la sociedad contemporánea y movimientos como el feminismo?

-No, eso sería una simplificación. Sí es cierto que no ha logrado una convivencia armónica con nadie, pero ni con su mujer, ni con su hijo o con su hermano, que no son mujeres. Hay personas que desgraciadamente por razones varias no logran establecer un trato afectuoso con sus semejantes. Y tienden a la soledad, dan mil vueltas a las cosas antes de decidirse... Y mi protagonista es uno de estos. No le ha funcionado bien en el matrimonio, pero no porque sea un machista, todo lo contrario, si sale perdedor... Es un hombre, como tantos otros, que cuando sale de casa adopta una estrategia de disimulo, va a trabajar y no le gusta, visita a sus suegros aunque no los puede tragar... Y acepta cierto contacto social, pero cuando está solo y escribe, pensando que nadie le va a leer, entonces se despacha a gusto y no pone frenos a su sinceridad. Está quemado y en el fondo es porque ha invertido ilusión y energía en la experiencia amorosa. De hecho él la menciona como unos de los principios de Bertrand Russell para llegar a una experiencia plena.

El amor.

-Sí, el punto primero. El segundo es el conocimiento, del cual es la primera queja con la que se abre la novela, y luego está la empatía con los males del mundo, donde tampoco él ha sido un gran maestro vamos a decir.

Hablando de maestros, Toni es profesor en un instituto y a través de su experiencia laboral, nos encontramos con ciertas críticas hacia el día a día de un docente. De hecho, usted mismo fue profesor antes de dedicarse completamente a la literatura. ¿Qué radiografía hace del sistema educativo en España?

-Sí, lo que pasa es que yo no quería expresarme de una manera teórica o deteniéndome en la narración para mostrar la situación educativa en España, sino que me interesaba más mostrar desde una perspectiva individual; cómo es el día a día en un colegio y los incordios a los que tiene que enfrentarse un docente que, por ejemplo, da una asignatura perjudicada del sistema educativo del momento, que tiene que dar otras clases para las que no está preparado, la convivencia con alumnos que tienen la atención en otro sitio... Lo que es la vivencia real y cotidiana de lo que supone ser en nuestros días un profesor de colegio. Y luego con eso, va automáticamente el descontento que supone una crítica también al sistema educativo.

También, de alguna manera, a través de Toni y su diario se retrata a la sociedad española. ¿Cómo ve a España desde Hannover, ciudad en la que vive desde hace años?

-Claro, la novela tiene un marco temporal explícito: del 1 de agosto de 2018 al 31 de julio de 2019. Entonces yo estaba menos que obligado a seguir de cerca la actualidad política, también la cultural, deportiva... Temas que me fueran provechosos para la novela, pensando en que además de contar las vidas privadas de los personajes, iría adjunto ese dibujo social. Por lo demás, ya desde un plano personal, España vista desde fuera, primero no se ve mucho, porque no es un país que ahora mismo protagonice grandes hechos fuera de sus fronteras. También es verdad que vivimos en una época de pandemia y están todos los países muy ocupados consigo mismos... Pero podemos decir que es un país que tiene unas virtudes y unos defectos, ¿no? Pero ni es un desastre, ni es una maravilla. Da ciertas noticias deportivas positivas y deportivamente es un país muy respetado, pero luego en ámbito cultural, da menos noticias... Y políticamente es un país más de la Unión Europea.

Ha afirmado que le gusta meter el dedo en la llaga con sus novelas. ¿Dónde diría que pincha con Los Vencejos?

-Sí, lo que no me gusta es escribir libros triviales encaminados a satisfacer expectativas, a dar una imagen rosa de la actualidad... A mí lo que realmente me interesa es el alma humana, lo humano. Mis novelas tratan todas de personajes puestos a convivir en un plano social y temporal concreto. Entonces, esta novela como me obligaba a seguir de cerca la actualidad nacional y me permitía hacer opinar a personajes sobre cuestiones que ahora son candentes.

¿En qué sentido?

-Hubo dos elecciones en un año, la ley de la eutanasia no se había aprobado, el esqueleto de Franco todavía no se había sacado de allí... Bueno, sí se había sacado, pero como mi novela sitúa la acción antes, yo ya tenía una pieza que iba a ocurrir (risas). Y luego la gente tiene sus convicciones y su ideología y en una conversación entre personajes, le contradices con unos argumentos, en otra acción le tocas la barbilla a otro... Es un poco por echarle vida y hacer confrontarse distintas perspectivas.

En cualquier caso, parece que el suicidio sigue siendo un tema tabú, ya que sólo hay que ver cómo hace unos meses entró en vigor esa ley de la eutanasia y no ha estado exenta de polémica...

-Un poco sí... Bueno, tabú depende de las personas y del opinante. Para alguno sí. Lo que no es es un tema agradable. Y no lo es porque la pérdida de un pariente, de un familiar o de un amigo que se ha suicidado deja unas huellas muy dolorosas, una forma de remordimiento, de preguntas incómodas: ¿se habrá suicidado por mi culpa? ¿Podría haber hecho algo? No es un asunto como para pasar un rato ahí en el bar. Ahora bien, quien quiera informarse sí que tiene acceso a estadísticas y también hay posibilidades de recibir ayuda psicológica.

De cara a futuros trabajos, ¿volverá a escribir poniendo la mirada en el País Vasco y en la historia política que hemos tenido?

-Planteado así no, porque yo no soy historiador. Pero yo nací en San Sebastián y ahí pasé toda mi infancia, mi adolescencia, parte de mi juventud... Arrastro una memoria personal muy grande y no descarto la posibilidad de escribir alguna vez de nuevo sobre gentes de mi tierra. Yo escribo sobre gente, claro, y si esa gente vivió en una época en la que se ejercía la violencia, es inevitable naturalmente que esas personas o personajes también estén relacionados con la historia política. Pero yo no nunca voy así a los temas, nunca, nunca. Siempre pongo seres singulares en el centro de mis narraciones. Siempre. Con Patria, Los vencejos... Todo. Elijo antes de empezar a trabajar un elenco de personajes, como una partida de ajedrez, y luego los empiezo a hacer convivir e integro a la ciudad. Claro, que yo no vivo en Madrid y esta novela, Los vencejos, toda trata en Madrid. Pero sí que escribo siempre historias que transcurren en un tiempo en el que yo también viví. Hay otras posibilidades, pero la que a mí me mantiene creativo es esta.

Hemos hablado de Patria y viéndolo con perspectiva, ¿cree que se politizó el libro y posteriormente la serie de HBO, con toda la polémica que desataron los carteles promocionales?

-Sí, eso es normal. Claro que se politiza, porque en realidad la política está en el que opina y esto el escritor no lo puede prefijar. Ahora, tampoco me parece mal. Lo que me da un poco de pena es que se vea política donde hay mucho más, me parece una simplificación. Pero que un libro de lugar a un debate -a un debate pacífico, se entiende- donde se contrapongan opiniones... No me parece mal. Lo peor es que un libro genere silencio y nada más.

'Los vencejos'

'Los vencejos'

Toni, un profesor enfadado con el mundo, acabar con su vida. Meticuloso, tiene elegida la fecha: dentro de un año. Hasta entonces cada noche redactará una crónica personal y dura y humorística.