El doctor David Ezpeleta Echávarri, neurólogo en el Hospital San Juan de Dios de Pamplona, el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid y la Fundación Vianorte-Laguna de Madrid, analiza algunos de los aspectos clave del coronavirus como sus síntomas neurológicos, los posibles riesgos de las vacunas o el llamado covid persistente, "un cuadro todavía en definición y que no puede confundirse con los síntomas postcovid". "Es hora de dar mensajes sensatos, porque ha habido un tratamiento infodémico en el que se ha amplificado todo", resume.

Acaba de ser reelegido como secretario de la Junta Directiva y responsable del área de Cultura e Historia de la Sociedad Española de Neurología (SEN). ¿Cuáles son sus principales retos?

-Ser Secretario de la Junta Directiva es una labor muy intensa, importante y transversal, porque también ayudo a los cometidos de las diferentes áreas de la Sociedad. El área de Historia y Cultura es importante para nuestra Sociedad porque es un buen escaparate para mostrar que nos importa el pasado para aprender sobre el futuro.

¿Cuál está siendo la función de la SEN durante la pandemia?

-La SEN ha tenido una actividad densísima. Desde el comienzo, se observó que la covid-19 producía síntomas neurológicos muy frecuentemente en menor o mayor grado de gravedad. Al igual que otras Sociedades, hemos trabajado intensamente hasta el punto de que, el 20 de abril de 2020, tan solo semanas después del inicio del confinamiento, ya habíamos publicado un Manual de covid-19 para el neurólogo general. Fue una de las primeras obras a nivel mundial y sirvió de referencia en todo el mundo porque entonces era una ciencia que estaba en proceso de construcción. Nos dimos cuenta de que la gente necesitaba de algunas normas a las que atenerse y ver de manera ordenada las complicaciones neurológicas en todo ese maremagnum de información que hubo en los primeros meses. Y, durante estos dos años, la SEN ha seguido haciendo materiales en relación con la covid dirigidos tanto a profesionales como a pacientes. Todo este trabajo fue intensísimo, hecho a deshoras y durante el fin de semana.

¿Cuál ha sido su papel en la vigilancia de las vacunas?

-Cuando empezaron las vacunas, los pacientes nos preguntaban si había riesgos, de manera que desde la SEN hicimos diferentes guías para cada una de las subespecialidades de la neurología para orientar a los médicos y tranquilizar a los pacientes. Además, seguimos colaborando con otras sociedades científicas y de forma coordinada con FACME. Hemos colaborado muy estrechamente con la Agencia General del Medicamento como asesores de los efectos secundarios de las vacunas. Ayudamos en todo lo relacionado con los casos que se han notificado al sistema español de farmacovigilancia con potenciales implicaciones de las vacunas. En un sinnúmero de reuniones entre diferentes profesionales, validábamos si esos casos eran debidos a las vacunas o no. Por ejemplo, vimos desde el principio que la trombosis con trombocitopemia sí parecía una complicación biológicamente plausible. Se notificaron casos al principio con AstraZeneca y con Janssen, que eran vacunas especiales, vectorizadas por adenovirus replicante. En esos casos, hemos estado trabajando junto a ellos para validarlos. Hicimos una guía sobre el modo de tratar esta complicación asociada a las vacunas.

¿Qué riesgos tienen las vacunas?

-Los que ya se conocen. Básicamente, las trombosis cerebrales y en otras localizaciones inhabituales como en el intestino y que se han atribuido a estas vacunas. Se ha asumido que se debía a las vacunas y está claro.

¿Qué proporción de positivos en coronavirus presentan síntomas neurológicos?

-Depende mucho de la serie hospitalaria y del momento. No es lo mismo una serie de China de los primeros meses de la pandemia que de otros países. El estudio más importante a nivel nacional se hizo en el Hospital de Albacete y se dijo que el 57% de los pacientes hospitalizados por covid-19 desarrolló algún síntoma neurológico. Pero hay que tener en cuenta que, dentro de ese 57%, hay muchos pacientes que tuvieron cuadros inespecíficos: dolor muscular, de cabeza, mareo, etc. Esto supone prácticamente el 40% de ellos. Y encima era solo entre pacientes hospitalizados, que son los más graves y los menos habituales. Al final, podemos hablar de cuadros de enfermedad cerebro-vascular de ictus en un 1,7% y convulsiones en un 0,7% de los ingresados. Es una enfermedad que provoca mucho síntoma neurológico, sobre todo inicial e inespecífico, pero que afortunadamente produce un porcentaje relativamente bajo de complicaciones neurológicas graves teniendo en cuenta que son series hospitalarias. En la población general, la perspectiva es mucho más benigna. Y no es lo mismo tener un trastorno del olfato de dos meses o una cefalea durante ocho días a que te quede una epilepsia. Eso hay que tenerlo muy en cuenta. La noticia para la población general es que, aunque en la inmensa mayoría de los casos la covid-19 produce mucha inflamación con malestar, fiebre, dolor muscular y cansancio y que es muy escandalosa, la mayoría de los pacientes se recuperan del todo.

¿Estos síntomas son más graves o similares a los de otros virus o infecciones?

-Si se hace una comparativa por ejemplo con una gripe, no son demasiado distintos. Una gripe produce mucho malestar, mucha fiebre, dura siete días, produce mucho dolor muscular, cefalea, etc. En este sentido, es comparable con la covid-19. El problema son la explosión de casos y también el tratamiento infodémico y exagerado que se ha dado en los medios o por los mismos pacientes y médicos en las redes sociales. Han amplificado todo y han sumado un componente psicosocial tremendo a la realidad de la covid y eso también es causa de enfermedad y de que haya gente por ejemplo con síntomas persistentes.

¿Qué ha cambiado con la variante ómicron? Parece que ya no se pierde el gusto y el olfato.

-Sí. Cuando empezó en Sudáfrica, seguimos con mucha atención toda la información que llegaba. Vimos que era una variante muy explosiva, con un índice de contagiosidad altísimo. Cuando llegó a España, también vimos que era una variante mucho más benigna, que producía mucho menos casos de hospitalización y de cuadros graves. Luego, observamos diferencias clínicas. La más notable, aparte de su benignidad, es que, así como las primeras variantes tenían un gran índice de anosmia, un factor diferencial de ómicron es que produce trastornos del olfato y del gusto en un porcentaje mucho menor.

¿Podría llegar alguna variante especialmente dañina a nivel neurológico?

-Eso es aventurar el futuro. Lo que sí nos está enseñando esta pandemia es que las variantes emanan, surgen continuamente. El virus pasa de una persona a otra y está mutando. Esas mutaciones pueden crear una variante de preocupación -como denomina la OMS- y después se puede dispersar hasta convertirse en dominante. Esperemos que no pase, pero la posibilidad sigue siendo alta. Y especialmente cuando hay una gran parte de la población mundial que no está vacunada. No se puede bajar la guardia. Llevamos ya seis olas y parece que no aprendemos.

¿Qué ocurre en el llamado covid persistente?

-Uno de los grandes problemas en la covid persistente ha sido la comunicación. Se ha empezado a hablar de covid persistente cuando ni siquiera se sabe lo que es el covid persistente. Además, se han metido todos los casos de covid persistente mezclándolos con las secuelas de aquellos pacientes que habían tenido complicaciones con la covid. Es decir, si tienes una anosmia que dura más de tres o seis meses, no debe catalogarse como covid persistente, sino como anosmia persistente después de la covid. Es una secuela de la covid. Una persona que ha tenido un ingreso prolongado en una UCI con factores de riesgo puede salir con una complicación neurológica debido al ingreso prolongado como una miopatía, una neuropatía o encefalopatía. Pero se debe a la forma grave del covid y al hecho de haber estado tanto tiempo intubado. Eso tampoco debería considerarse como covid persistente. Del mismo modo, aquellas personas que han tenido covid y una manifestación neurológica en la fase aguda tienen una secuela, no un covid persistente. Entonces, es necesario diferenciar claramente lo que es una secuela lógica, biológicamente plausible, conocida de los pacientes que han tenido covid de aquellos pacientes -generalmente jóvenes- que han tenido síntomas leves de covid que mantienen en el tiempo e incluso emergen después de una mejoría y llegan de modo misterioso. Ahora, se está trabajando en hacer esa diferenciación entre una secuela y el covid persistente. ¿Por qué hay tanta alarma con el covid persistente? Se dice hasta que afecta al 10% de los infectados. Lo que tenemos que hacer es descargar de dramatismo estos porcentajes porque si fueran ciertos ahora con la variante ómicron el sistema no lo soportaría. Se está trabajando en la definición. Se han hecho guías y cosas sin saber exactamente de qué se trataba y mezclando en el mismo saco a todos los pacientes con algún tipo de síntoma. Creo que se ha cometido un error desde la propia definición. No se puede llamar covid crónico, covid persistente o long covid a un proceso que no conoces y que además estás induciendo en la persona que lo padece la posibilidad de pensar que sigue con la covid. Estás hablando de una persistencia de la enfermedad. Yo atiendo a muchos pacientes que creen que tienen el virus dentro del cuerpo. La tendencia ahora es a despojarnos de estos términos iniciales que son yatrógenos, es decir, pueden causar una enfermedad simplemente porque inducen a las personas con síntomas la creencia de que la covid sigue en ellos. Ahora simplemente se habla de síntomas por covid. No sabemos nada más. Solo conocemos que algunos pacientes mantienen algunos síntomas después de la covid. Tenemos que saber de qué se trata y ver cómo podemos llegar a la población que los padece.

¿Qué mensaje daría a las personas que siguen teniendo síntomas?

-Me gustaría darles una frase de optimismo. Tienen que saber que se trata de un cuadro en definición, que la mayoría de lo que se ha dicho hasta ahora o está exagerado o no se ha demostrado. No se trata de personas con muchos síntomas y que tengan que consultar a muchos especialistas, sino que un especialista sensato puede dar explicación a todo lo que pasa. Hay un gran componente psicosocial asociado por la forma de manejar la información durante estos dos años de pandemia. La vida se abre paso, siempre sale el sol y, con la atención adecuada, los pacientes van a mejorar.

¿Cree que los daños neurológicos postcovid serán más importantes a medio o largo plazo?

-Mi opinión es que no. Cuando hay una pandemia, se publica lo más grave y las hipótesis más oscuras. Se ha llegado a publicar que la covid-19 podría producir alteraciones neurológicas que en el futuro sean causa de un aumento en la incidencia de las enfermedades neurodegenerativas. Son simples hipótesis. Pero es la información que llegaba a la prensa. El problema que hemos tenido todos, sobre todo durante el confinamiento, es que hemos estado muy pendientes de la televisión, de internet y de las redes sociales. Toda esta información que se ha difundido en ocasiones de forma sensacionalista y acrítica no ha sido a mi entender bien comprendida. Decir que la covid entraba al cerebro por la nariz es algo que nunca ha ayudado a los pacientes a sentirse mejor. Ahora, tenemos que deshacer esta madeja. Tenemos que poner un poco de orden y explicar a la gente que queda mucho por demostrar. Es hora de dar mensajes sensatos.

Esta pandemia va a provocar retrasos en la atención de otras patologías. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias?

-Durante la pandemia, lo que ha ocurrido con la neurología es similar a otras especialidades. En marzo, abril y mayo de 2020 se tuvieron que orientar muchos recursos a la atención covid cerrando consultas de pacientes no urgentes. Muchas enfermedades han experimentado un retraso en su asistencia. Hay muchas personas que llevan muchos meses sin una visita presencial con su especialista. Esto sí es una pandemia demorada. Ahora tenemos que ver cómo atendemos a todos los pacientes en tiempo y forma. En la primera ola de pandemia se vio que la asistencia en aquellos pacientes que requieren asistencia inmediata y las tiempodependientes como el ictus o el infarto cerebral fue peor. Aproximadamente un tercio de los ictus o no llegaron al hospital o llegaron tan tarde que ya estaban fuera de las ventanas terapeúticas recanalizadoras. Ahí se ha acumulado también un porcentaje de pacientes con secuelas graves. La pandemia ha puesto de manifiesto las insuficiencias y las carencias del sistema sanitario nacional y autonómico. Hay un gran colapso en atención primaria, hospitales y urgencias. Y lo más grave es que después de seis olas no parezca que se vaya a hacer nada. Creo que jamás en la historia de este país el personal sanitario había estado tan maltratado. La covid ha sido un desenmascarador de primera línea de todos estos problemas.