¿Tienes un esguince?, le preguntó un día una persona en el ascensor a la joven Marta Urdánoz Sauleda, que caminaba apoyada en su muleta. Y ella, con total sinceridad, le contestó: "No, tengo un tumor en la médula". Esta anécdota es una muestra de la naturalidad con la que esta vecina de Mutilva de tan solo 15 años ha asumido su diagnóstico y, por ello, no entiende que sus compañeros no se atrevan a preguntarle. "Es una palabra muy tabú", se queja, y considera que "habría que dejar de relacionarlo con la muerte" porque no todos los tumores son iguales. Y es que, como apuntan su padre, Álvaro Urdánoz Ganuza, y su madre, Icíar Sauleda Munárriz, "ella lo normaliza mucho mejor que nosotros".

Como explica esta alumna de 4º de la ESO, "tengo un tumor en la médula; no es de médula, sino que está alojado en ella. Hace bastantes años -unos cinco- empecé a cojear. Fui al traumatólogo varias veces y acabé yendo a uno que me midió los reflejos y en una pierna no tenía. Me mandó una resonancia magnética y ahí lo detectaron". Era el 9 de septiembre de 2020, en plena pandemia, y le operaron el 30 de ese mes.

Marta confiesa que recibir esta noticia "no fue tan duro" porque se la fueron contando "poco a poco". En la actualidad, está en tratamiento. "Me han dado quimio como año y medio y termino en junio", dice con ganas de finalizar ya el proceso. "Tengo tres semanas sí y tres no y son dos tipos diferentes. La primera semana es una quimio más fuerte y las otras dos son más suaves". Tras la cirugía, se quedó en silla de ruedas, por lo que también lleva año y medio en rehabilitación para la movilidad y ha "mejorado mucho". De hecho, su padre destaca que los traumatólogos "están sorprendidos de lo bien que va".

Por su parte, sus progenitores reconocen que cuando les comunicaron el diagnóstico, "tocas fondo y, a partir de ahí, el pronóstico te puede mantener en el fondo o te puede dar mucho ánimo, como es nuestro caso. Cada vez ha ido a mejor, el pronóstico es bueno y ella es positiva, alegre, con lo cual nos lo ha hecho fácil".

Respecto a cómo ha sido afrontar esta situación en medio de una pandemia, esta joven explica que "al principio tenía que llevar mascarilla FPP2, pero más que por cómo iba a pasar la covid, por si me iba a retrasar la quimio, la rehabilitación o algo. Sin embargo, nos contagiamos estas Navidades y no me pasó nada".

Para Marta, lo más duro ha sido "al principio aceptar lo que tenía", pero, conforme va pasando el tiempo, el tema de la movilidad: "No poder correr, no poder... no sé, hacer la vida como la hacen otras personas...". Lamenta que a veces sus amigas "no se pongan mucho en mi lugar, porque me he quedado coja y ando más lenta. A veces me da un poco el bajón -su voz se entristece por primera vez-, pero de normal lo llevo muy bien". "Lo llevas espectacular", interrumpe su padre, quien expresa su agradecimiento por la atención que han recibido tanto "en Educación, que puso profesores para que sacara el curso; como en rehabilitación, que venían mañana y tarde ambulancias a casa para llevarla y traerla; como en el hospital", donde el trato es "muy cercano, directo y bueno". "Estamos contentísimos con la atención que hemos tenido", recalca Icíar.

Marta tiene una amiga que pasó un cáncer de pequeña y con ella habla "con total naturalidad". Ahora, desea que todo el mundo pueda hacerlo. l