enía 25 años. Me metí en el doble fondo de un camión para cruzar la frontera de Irak. Tenía que ir, tenía que ver y tenía que contar. Para mí el periodismo no es un trabajo; es mi forma de entender un poco algo que me fascina, que es la naturaleza humana. He entrevistado a comandantes talibanes en Afganistán, he estado con la guerrillas de las FARC en la selva colombiana, he cubierto combates en Irak. Lo que me ha provocado el miedo más brutal es que a veces cuando vas al otro lado y te pones en la piel de ese a quien llaman asesino te das cuenta de que no es muy diferente a ti. Voy a arriesgarme y voy a ponerme en sus zapatos. ¿A ver qué pasa?...” Con estas palabras de David Beriain Amatriain, que este jueves recibirá a título póstumo el Premio Luka Brajnovic, comenzó ayer una mesa redonda organizada por la Universidad de Navarra para que profesionales que le conocieron y trabajaron con él, además de amigos, explicaran por qué el reportero artajonés, que fue asesinado el pasado 26 de abril en Burkina Faso junto al cámara Roberto Fraile mientras grababan un documental sobre la caza furtiva, “hizo lo que hizo y dedicó su vida al periodismo”.

El primero en hablar fue Paco Sánchez, que fue su profesor y con quien trabajó en La Voz de Galicia. Destacó de él que “era un hombre que parecía serio y, sin embargo, sonreía siempre. Era un hombre que parecía duro por las cosas que hacía, por el tono en el que hablaba, que a veces parecía brusco, y era la persona más tierna del mundo”. El que fuera su tutor indicó que “era muy de pueblo y, precisamente por eso, era capaz de ser de muchos pueblos” y también que fue “un innovador en lo audiovisual”.

Por su parte, Rafael Cores, amigo de la carrera, recordó su faceta universitaria: “Era un tío que llamaba mucho la atención porque exigía muchísimo a los profesores”, ejerciendo como periodista, repreguntando, “desde que dio el primer paso en esta Facultad”.

Tras destacar que era “una persona muy divertida” y que se preocupaba mucho del bienestar de sus amigos, no sólo de los más cercanos, sostuvo que “había conocido a tanta gente en tantas situaciones, tan diferentes y tan extremas, que era más humano que nadie que yo haya conocido nunca”. Por eso, aseguró, “era tan buen entrevistador”, porque además tenía una gran capacidad para que “todo el mundo confiase en él y se le abriese”.

Natalia Junquera conoció a David cuando hacía prácticas en La Voz de Galicia. Explicó que en aquella época había entrado a Irak en el falso fondo de un camión. “Las circunstancias de esa cobertura eran muy complicadas” y ella era la que tenía que llamar al reportero para que se diese prisa con su pieza. “Me pedían que llamase para darle un ultimátum y yo, en vez de eso, le decía David cómo vas y me caía un chorreo: qué te crees que hay muchos enchufes en la guerra -risas-. Colgábamos y me preguntaban qué te ha dicho.Que manda ya; y es verdad que todas las veces envió su texto a tiempo”. De este modo, cuando regresó de la contienda, se hicieron muy amigos. “Hicimos una relación muy bonita aunque un poco extraña, en la cual se iba a Afganistán, a Colombia... Me llamaba por el satélite, me leía su crónica, hablábamos de ella y, en cuanto resolvíamos el periodismo, empezaba el consultorio sentimental en el cual él me preguntaba con verdadero interés”. Y es que, sostiene, “esas orejas maravillosas que le convirtieron en un periodista excepcional las tenía para todo”.

Para Junquera, personalmente “fue un regalo” y “va a ser siempre un ejemplo”. Al estar en una Facultad de Comunicación, indicó que es momento de “buscar referentes y creo que no va a haber uno mejor que David, por cómo hacía las cosas y por qué las hacía. Hay muchos intrusos en nuestra profesión, en el sentido de que hay muchos periodistas que se han confundido de oficio, que creen que sirve para otra cosa, para ser famoso, influyente, poderoso... David no tenía ninguno de los defectos que tiene el mal periodismo y tenía todas las virtudes”. Y es que, recalcó, “defendió siempre que este trabajo es un servicio que se hace para los demás”.

Adriano Morán, con quien fundó la productora 93 metros, incidió “en el sacrificio que hizo por la profesión. Lo dio todo por su trabajo”. Tras describirlo como “un artesano”, explicó que “los entrevistados percibían que estaban delante de alguien grande, que por lo menos iba a ser justo con lo que ellos tenían que contar, que no iba a manipular su mensaje; al revés, le iba a dar la forma que necesitaba para ser contado”.

De hecho, rememoró cuando “un sicario al terminar la entrevista le preguntó ¿cree usted que estoy a tiempo de cambiar después de haber matado a 25 personas? Por qué le dices eso a un periodista; porque has conectado”. No obstante, David “era una persona que te escuchaba profundamente, con una inteligencia emocional superlativa; un líder capaz de hacer posible lo imposible”.

Finalmente, Fernando Jerez puso en valor la figura del premiado como creador audiovisual. “Le reivindico como pionero en la internacionalización del documental español”, afirmó el que fuera productor de muchos de sus trabajos. A su juicio, Palomares “es probablemente uno de los mejores documentales” que se han hecho en el Estado. No obstante, concluyó, “todo lo que hemos hecho con David tenía alma”.

“Era un hombre que parecía duro y, sin embargo, era la persona más tierna del mundo”

Fue su profesor en la Universidad

“Los entrevistados percibían que por lo menos iba a ser justo con lo que tenían que contar”

Socio con el que fundó 93 metros

“Le reivindico como pionero en la internacionalización del documental español”

Productor en muchos de sus trabajos

“Esas orejas maravillosas que le convirtieron en un periodista excepcional las tenía para todo”

Amiga y periodista de ‘El País’