Acaba de cumplir 8 años y vive a casi 3.000 kilómetros de su casa. Pero Kostya, el niño ucraniano que se recupera de un osteosarcoma en la Clínica Universidad de NavarraClínica Universidad de Navarra después de tener que llegar a refugiarse en un búnker por la guerra en su país, es feliz en Pamplona. "Está bien, está haciendo rehabilitación y acaba de aprobar segundo de Primaria en un colegio ucraniano, de donde recibe clases a distancia. En general, es un niño feliz", cuenta Anton Oharkov con la alegría de un padre que ve cómo su hijo crece contento.

Pero el orgullo crece todavía más al ver cómo el pequeño está afrontando un duro proceso de recuperación lejos de casa y en el contexto de haber huido de una guerra. Afortunadamente Anton, ingeniero informático en una empresa ucraniana, cuenta con un empleo que le permite trabajar en remoto y compatibilizar su empleo con estar lejos de su país. Junto a Yulia Oharkov, su mujer, esta familia de tres va camino de cumplir su tercer mes en Pamplona, ciudad que les ha encantado y en la que viven en un piso alquilado desde que salieran de Leópolis a finales de marzo.

La principal razón de elegir a la capital de la Comunidad Foral como refugio frente a la guerra es que Kostya, operado de un osteosarcoma -un tipo de cáncer de hueso- de 16 centímetros el año pasado, debe proseguir con una rutina de revisiones y rehabilitación en la CUN. "Tiene que visitar el hospital una vez cada tres meses para revisiones y dos veces a la semana para rehabilitación", explica Anton, que relata que el pequeño completa el calendario de recuperación del hospital realizando ejercicios en casa. No obstante, y a pesar de que todo continúa según lo previsto -hace solo tres semanas tuvo un chequeo y no le detectaron ninguna señal de cáncer- a su proceso todavía le queda un largo trecho.

"Pasará al menos año y medio antes de la próxima cirugía para reparar el hueso de la pierna para que pueda comenzar a caminar otra vez. Es difícil predecir durante cuánto tiempo estaremos así, pero las revisiones deberían continuar al menos por cinco años. Kostya tiene que llegar a las 22 revisiones sin recaídas para asegurarse de que el cáncer haya desaparecido", desarrolla Anton exponiendo su difícil situación. "Estas son las realidades del osteosarcoma", suspira, poniendo el próximo gran objetivo en que, después de esa operación, Kostya "pueda caminar y correr sin ayuda ni muletas".

"Esperemos que pueda hacerlo en unos dos años, más o menos. Primero tiene que operarse, recuperarse de la operación y luego hacer rehabilitación para fortalecer sus piernas lo suficiente para soportar su peso", relata. "Es un periodo muy largo para un niño de 8 años, que quiere andar y jugar en la calle con sus amigos. Pero sabemos que no hay otra opción para salvar su vida", responde con cruda sinceridad.

DOBLE GOLPE

La familia Oharkov ha tenido que reponerse a dos duros momentos de su vida en apenas un año. El primero en 2021, cuando a Kostya se le detectó el tumor y tuvo que ser operado en la CUN. Y en marzo de este año, en plena recuperación del pequeño, con el estallido de una guerra que les obligó a resguardarse en un búnker durante días, para posteriormente verse obligados a salir del país. "Ha sido duro para mi mujer y para mí. Primero nos golpeó hace un año la noticia del cáncer y ahora la guerra", reconoce Anton, para el que es difícil vivir la guerra desde la lejanía. "Los militares rusos están haciendo cosas horribles, que ya están clasificadas como genocidio. Es muy duro leer las noticias y entender que la guerra va a durar mucho más y se va a cobrar la vida de muchos más inocentes", afirma apenado.

Aparte de por sus compatriotas, los Oharkov siguen tensos por sus familiares que siguen en el país. "La mayoría están en el oeste por lo que están relativamente seguros, pero esas regiones también están siendo bombardeadas. También tenemos familia en Dnipro, en el centro. Por fortuna, el frente activo está lejos de la ciudad pero pasan mucho tiempo en refugios", confiesa.

VUELTA A CASA

A pesar de que la familia está contenta en Pamplona, tiene previsto regresar a Ucrania después de la próxima revisión de Kostya, dentro de dos meses. "Realmente nos gusta Pamplona y más aún la gente de esta ciudad, pero estar lejos de casa es duro y sentimos la necesidad de estar cerca de nuestra gente en estos tiempos difíciles", confiesa Anton con sinceridad.

El edificio donde está su hogar, en la ciudad de Leópolis, no ha sido afectado por la guerra, por lo que volverían a él. Aunque no con certezas sobre el futuro. "Nunca se sabe qué es lo próximo que va a hacer Rusia, por lo que nada es completamente seguro en Ucrania", lamenta.

Hasta su vuelta al país, los Oharkov seguirán disfrutando de la tranquilidad y los bonitos rincones de la ciudad, como el parque Yamaguchi, donde a Kostya se le ve feliz jugando con los patos. Sanfermines está a la vuelta de la esquina, pero no se vestirán de blanco y rojo. "Siendo sincero, nuestra situación está lejos de ser festiva, por lo que no vamos a celebrarlos", desvela Anton. Quizá en dos años, cuando Kostya reciba definitivamente el alta y ya pueda andar por sí mismo, pueda disfrutar de las fiestas de la ciudad en la que sopló las ocho velas de su cumpleaños.