copenhague - El socialdemócrata Stefan Löfven logró ayer ser reelegido primer ministro por el Parlamento sueco al frente de un Gobierno rojiverde en minoría, gracias a un pacto para aislar a la ultraderecha que acaba con un bloqueo político de cuatro meses.

Nunca en su historia moderna había tenido que esperar Suecia 131 días tras unas elecciones para obtener Gobierno ni el Parlamento había rechazado a un candidato propuesto por su presidente hasta este pacto histórico que rompe con la política de bloques vigente desde 2004.

Pese a que el Partido Socialdemócrata obtuvo el peor resultado de su historia y a que en el Parlamento hay mayoría de centroderecha, Löfven ha hecho valer la ventaja de un escaño de su bloque sobre la opositora Alianza y la marginación política de la derecha xenófoba que se da en Suecia pero no en el resto de países escandinavos.

“Suecia ha elegido otro camino y eso es histórico”, resaltó ayer Löfven tras recibir 115 votos a favor por 153 en contra y 77 abstenciones, con lo que se cumple la condición establecida en el sistema sueco para ser primer ministro: no tener la mayoría de la Cámara en contra, fijada en 175 escaños.

El Parlamento había tumbado en otoño dos proyectos de Gobierno, uno del líder conservador, Ulf Kristersson, y otro de Löfven, por lo que solo eran necesarios otros dos intentos fracasados para que se convocaran de forma automática las primeras elecciones extraordinarias en medio siglo.

La amenaza de nuevos comicios y la falta de alternativas viables aceleraron el proceso, que dio un salto cualitativo la semana pasada con el anuncio de un pacto de socialdemócratas y ecologistas con centristas y liberales, que en la práctica significa el fin de la Alianza que estos formaban con conservadores y democristianos.

El acuerdo supone un giro a la derecha de Löfven con reformas del mercado laboral y de alquileres y una mención expresa a que el Partido de Izquierda, su aliado externo en la anterior legislatura, queda fuera de “cualquier influencia” en la dirección política.

Los excomunistas amagaron con votar en su contra si no negociaba con ellos y eliminaba esa cláusula, pero al final se contentaron con promesas genéricas, conscientes de que esta fórmula es la única realista para mantener el aislamiento al ultraderechista Demócratas de Suecia (SD), tercera fuerza política con el 17,5% de los votos.

“El acuerdo que vale es el firmado por los cuatro partidos e incluye 73 puntos. Fuera de ahí, todos los partidos son libres de negociar con quien quieran”, dijo ayer Löfven, desmintiendo que haya firmado un documento secreto con los excomunistas.

moción de censura El Partido de Izquierda ha amenazado con una moción de censura contra Löfven si lleva adelante reformas en las áreas mencionadas, pero esa promesa pierde valor si se considera que no estarán listas hasta 2021 y que, además, agradan a conservadores y democristianos, cuyos votos serían necesarios para tumbar al Gobierno.

La proximidad con las siguientes elecciones generales, que se celebrarán en septiembre de 2022, podría influir también como efecto disuasorio para no derrocar al Ejecutivo rojiverde, cuya situación no obstante continúa siendo complicada.

Löfven gobernará con un tercio de los escaños del Parlamento y, aunque se ha asegurado la colaboración presupuestaria con centristas y liberales, estos recalcaron que actúan por responsabilidad para frenar al SD y que serán “una oposición liberal activa”.

El líder del SD, Jimmie Akesson, calificó ayer las negociaciones para formar Gobierno de “absurdas” y se mostró convencido de que la próxima legislatura verá el nacimiento de un bloque opositor del que formará parte su partido, una posibilidad que tanto conservadores como democristianos han rechazado reiteradas veces.

“Soy consciente de que los otros dos partidos opositores aún no han asumido la realidad, pero se van a ver obligados a hacerlo”, dijo Akesson, en alusión velada a que esas tres fuerzas ya gobiernan juntas en algunos pequeños ayuntamientos del sur de Suecia.

El nuevo Gobierno, que se presentará el lunes, deberá ganarse la confianza de los suecos: un sondeo difundido el miércoles por la televisión pública señala que el 47% cree que será malo para el país.