- Natural de Arbizu, experto en la política estadounidense, a Reparaz se le percibe su pasión por poder vivir in situ la toma de posesión de Joe Biden en un momento político y social tan delicado.

¿Cómo está Washington, con ese espectacular despliegue?

-El centro está absolutamente desierto, no hay gente en la calle, y la capital está totalmente tomada por miles de militares de la Guardia Nacional con sus vehículos blindados cerrando las calles. Se mezcla además la situación previa de cierre de comercios por la pandemia. Entre las medidas sanitarias, la preocupación por la seguridad y el estado casi de sitio en que está la ciudad, no hay nadie en la calle, salvo policías, militares y periodistas.

¿Qué ambiente se respira en la opinión publica? Dependiendo de sus sectores, entiendo...

-Esto es el reflejo de una situación totalmente anómala en el país, o por lo menos de deterioro durante los últimos años. Ya la toma de posesión de Trump fue conflictiva, hubo disturbios, quemaron coches en las calles, y hubo manifestaciones, y cuatro años después nos encontramos con una toma de posesión como quien dice extrema. El país está absolutamente polarizado y traumatizado por esas escenas de violencia durante la toma y el asalto al Capitolio. Hay 50 estados en estado de alerta por posibles ataques y manifestaciones armadas, y aquí en la capital la imagen es insólita. Jamás se había visto una imagen así, de una capital absolutamente tomada por los militares ante la previsión de violencia y de enfrentamiento. Tradicionalmente las tomas de posesión de los presidentes son una fiesta, transición de poder referente de las democracias liberales del mundo. Esto ya hace cuatro años empezó a cambiar, y ahora nos encontramos con una ciudad absolutamente vacía. Esto por un lado es por la pandemia, pero por otro lado también es por la gran preocupación en el FBI que hay por la seguridad del presidente entrante, que va a jurar el cargo al aire libre. Incluso durante las últimas horas el FBI está investigando a los propios miembros de las fuerzas de seguridad y de la Guardia Nacional, porque algunos de ellos podrían estar ideológicamente más cercanos al trumpismo. En fin, eso es algo que nunca se había visto en este país. Una imagen triste, desolada, llena de miedo, es ahora mismo la imagen que da este país dividido.

¿Y en los medios de comunicación o en ambientes tradicionalmente republicanos está cundiendo una llamada a la conciliación?

-Por parte del establishment republicano moderado, por llamarlo de alguna forma, estamos escuchando un mensaje a la calma, y está el Partido Demócrata que va a tomar el poder en todas las instituciones, y tenemos a los demócratas haciendo un llamamiento a, como dice Biden, curar y sanar al país. Dice que va a tender puentes, que reconciliar al país va a ser su gran prioridad. Yo creo que lo tiene muy difícil, porque el país está absolutamente polarizado y en una situación extrema, y por otro lado tenemos al Partido Republicano, que tiene que solucionar que va a ser de él. Trump durante estos cuatro años lo ha dominado de forma muy autoritaria, eliminando todas las voces contrarias, pero el asalto al Capitolio es clave. En ese republicanos moderados y muchos a la extrema derecha le han dado la espalda, como el senador Lindsey Graham, por ejemplo. Su propio vicepresidente, Mike Pence, o Mitch McConnell, líder de los republicanos en el Senado. El Partido Republicano tiene una batalla interna que tendrá que solucionar en los próximos días y semanas en un proceso de impeachment que busca inhabilitar al presidente, y ahí se van a retratar y se verá si esa otra alma del partido más institucional y del establishment se impone o no y qué pasa con Trump. Esa es una de las grandes incógnitas. Una de las grandes víctimas del asalto al Capitolio y de la violencia en este país es el propio Partido Republicano que está ahora mismo enfrentado.

¿Cabe temer un conflicto exterior para recoser a la opinión pública en torno a Biden? La pandemia y la crisis consiguiente tampoco da para aventuras de ese tipo.

-Claro, es que la situación es insólita desde todos los puntos de vista. Estamos viendo a la Guardia Nacional y a los militares desplegados en la capital ante una amenaza que viene de dentro. Por primera vez no es una amenaza de un grupo terrorista exterior. Estamos en una situación de pandemia con miles de muertos cada día, con un presidente entrante que lo primero que va a hacer es firmar un decreto para obligar a todo el mundo a llevar mascarilla. Una especie de declaración política. Si la llevas eres demócrata, y si no, eres de los de Trump. Ante esta situación, me resulta difícil imaginar que se abra otro frente o una guerra exterior. Nunca se sabe, y hay quienes dicen que Trump no ha iniciado ningún nuevo conflicto o invasión y a ver qué hace Biden. Es otra de las grandes incógnitas, pero a mí se me hace difícil en esta situación pensar en ello.