El compromiso de la India y Pakistán hace un mes de respetar el alto el fuego en Cachemira puso fin a que se produzcan más víctimas por tiroteos a lo largo de la frontera, pero no las actividades insurgentes, que han dejado 19 muertos. Once insurgentes, seis miembros de las fuerzas de seguridad y dos funcionarios electos, se encuentran entre los muertos desde la decisión el pasado 25 de febrero de respetar el alto el fuego en la denominada Línea de Control (LoC), donde solo el año pasado murieron unas 50 personas y más de 300 resultaron heridas.

Sin embargo, persiste la actividad insurgente, apoyada según Nueva Delhi por Islamabad, a la que acusaron de darles refugio en territorio paquistaní o incluso de facilitarles la infiltración por la frontera abriendo fuego contra los puestos de control indios.

El último de los ataques insurgentes se produjo ayer a las afueras de la ciudad de Srinagar, en el que un policía que protegía la vivienda de un político del partido gubernamental BJP sucumbió a las heridas después de ser tiroteado, explicó una fuente policial, que pidió el anonimato. “La infiltración se ha detenido después del acuerdo de implementación del alto el fuego”, reveló otro oficial de policía, pero los “insurgentes continúan con sus actividades”, añadió, por lo que los operativos de las fuerzas de seguridad indias contra la insurgencia también.

“Es un gran alivio que la LoC esté, por ahora, otra vez en silencio y que la gente que vive allí, literalmente al límite, tenga el respiro que tanto necesita. Pero la frágil tranquilidad de la frontera está relacionada con una paz estable y sostenible en la región”, explicó el analista político Raashid Maqbool.

Además “la disputa de Cachemira no es un problema fronterizo entre la India y Pakistán. Se trata del futuro político de alrededor de 13 millones de personas que viven a ambos lados de la frontera”, dijo el poeta y activista Zarif Ahmad Zarif. Para Zarif, disputas políticas como la de Cachemira no se pueden resolver con “meros trucos”.

Aunque el gobierno del primer ministro indio, Narendra Modi, defendió entonces la decisión como un paso hacia la búsqueda de la paz y el desarrollo de la región, el proceso vino acompañado de un despliegue militar sin precedentes, el estricto corte de las comunicaciones y el arresto durante meses de miles de personas.

Por ello, el analista Maqbool advierte de que aunque “el desarrollo y la prosperidad (prometidos por Nueva Delhi) son sin duda necesarios y un derecho, no pueden reemplazar a otros derechos y a la dignidad. La paz con dignidad es paz real, de lo contrario, es solo gestión”.

Por otra parte, varios partidos políticos cachemires que, aunque críticos, simpatizan con la India, también instaron a los dos países a abordar los asuntos que mantienen viva la disputa territorial.

Esta misma semana, en declaraciones a la prensa, el exjefe de gobierno de la Cachemira india Omar Abdullah pidió a los líderes de la India y Pakistán que se unan para un diálogo abierto.

También la exjefa de ese gobierno Mehbooba Mufti se sumó a las peticiones para “ir más allá de la retórica, profundizar el proceso de diálogo y ampliar el alcance del compromiso político”.

“Los esfuerzos en las buenas relaciones entre la India y Pakistán no darán frutos”, sentenció la alianza de formaciones separatistas Conferencia Hurriyat liderada por Mirwaiz Umar Farooq.

Hurriyat sostiene que nada se puede lograr mientras persista la atmósfera de miedo y continúen las violaciones de derechos humanos por parte de las tropas indias en Cachemira.

Movimiento armado. La región tiene mayoría musulmana y un fuerte sentimiento separatista, por lo que cuentan con un grupo armado desde 1989.

El comienzo del conflicto. En agosto de 2019, Nueva Delhi revocó unilateralmente el estatus semiautónomo de la región.