tiopía fue en la Antigüedad uno de los fanales culturales de África, pero hoy en día es uno de los entornos más conflictivos del Continente Negro. Y dentro de Etiopía, la región de Tigre se lleva la palma en este aspecto.

Así, en el actual conflicto entre el Gobierno central y la región de Tigre, fronteriza con Eritrea, las victorias iniciales del ejército nacional en el 2020 -que parecían demoledoras- han sido revertidas por los rebeldes tigreños hasta el punto de que ahora el abastecimiento de la capital, Addis Abeba, corre peligro.

Para entender esos vaivenes bélicos hay que recordar la rebelión de 1990 contra el régimen comunista de Derg que gobernaba toda Etiopía. La acuciante pobreza del país en aquellos años y las tensiones URSS-EEUU permitió a los disidentes de Tigre -región que nunca se acabó de identificar con el resto de Etiopía- a emprender una guerra civil que acabó en 1991 con la derrota comunista.

Desde entonces, los tigreños fueron protagonistas destacadas en la vida de Etiopía. Políticamente, el TPLF (Frente Popular de Liberación de Tigre) era el partido clave de la vida del país y en la estructura militar, los oficiales tigreños ocupaban la mayor parte de los mandos más importantes.

La situación cambió radicalmente en 2018, cuando el nuevo presidente, Abiy Ahmed, intentó asumir todo el poder. El presidente llevó a cabo una "purga" del Ejército, eliminando a los tigreños, y el TPLF se retiró del Parlamento nacional.

La crisis estaba servida y Abiy tomó la iniciativa militar, invadiendo Tigre. Las victorias contundentes se sucedían a un ritmo vertiginoso y hasta la capital de Tigre, Mekele, fue conquistada por los nacionales. Y mientras estos relajaban la presión por considerar resuelta la invasión, los del TPLF volvieron a la guerrilla. Regresaron los mandos de la revolución de los 90, con el septuagenario general Tsadkan Gebrentesae al frente y volvieron las buenas relaciones de otrora con los EEUU.

Como es lógico, no hay información oficial sobre la presunta ayuda militar estadounidense a los tigreños ni tampoco sobre la pretendida intervención de los Emiratos Árabes Unidos, apoyando a Abiy. Pero parece significativo que la presencia masiva de drones (arma decisiva en las victorias iniciales) en el ejército nacional etíope se haya reducido drásticamente en los últimos meses. El TPLF asegura que los drones eran un donativo de los Emiratos y que esta ayuda cesó debido a la presión diplomática estadounidense.

Al margen de estas supuestas intervenciones forasteras, lo cierto es que el resurgir de la guerrilla se debe a la gran afluencia de voluntarios, gente que se ha quedado sin medios de vida debido a la invasión, y a los brujuleos políticos de los dirigentes de Eritrea y Afar -que cambian de alianzas más que unas veletas- las fuerzas tigreñas han reconquistado Mekele y han cortado la carretera entre Addis Abeba y el puerto de Djibuti, principal punto de entrada de mercancías en Etiopía. Si los guerrilleros mantienen el control sobre esta vía de comunicación, la capital etíope puede llegar a pasar hambre.