En absoluta paz y con total confianza en su Aita, nos han dejado, a las 12 de la noche del jueves 5 de mayo, Vicente San Martín Oneca un sacerdote diocesano ejemplo genuino de una generación de curas del Pueblo en grave peligro de extinción.

Efectivamente, Vicente perteneció a una generación de sacerdotes que creyeron firmemente en las reformas profundas y estructurales promovidas por el Concilio Vaticano II. Un cura, como diría el actual Papa Profeta Francisco, con muchísimo olor a oveja.

Vicente forma parte de lo mejor de mi historia personal. Él me enseñó a pasar de una fe de piedad a una fe de compromiso social con los valores del Evangelio. Era discreto, prudente, muy conciliador y respetuoso y, a su vez, completamente firme y audaz con las exigencias evangélicas. Creía firmemente en la comunidad y daba a todas las personas su espacio, apoyando y fomentando sus carismas, especialmente con las más vulnerabilizadas.

Nos acompañó coordinando, animando y formando a nuestra comunidad parroquial de Santiago siempre muy comprometido con todas sus realidades socio políticas con valor y denuncia profética.

No dejó a nadie atrás y vivía lo que predicaba. Se encarnó totalmente en su Txantrea y después allá donde tuvo que servir.

Sabía discernir porque estaba enraizado en el Evangelio de Jesucristo. Sabio y brillante intelectualmente, no se dejó impresionar por los valores mundanos.

Entregado y confiado hasta en su etapa de enfermedad, nos dió el testimonio de la Esperanza en una Vida Nueva henchida de plenitud.

Fue testigo y dió testimonio de la misericordia de Dios.

Sus ojos grandes, su perenne sonrisa dibujaban en él un rostro de bondad fiel reflejo de su Maestro.

Se ha ido con la misma discreción con la que vivió pero ya suenan los Irrintzis de victoria en la cumbre de Aralar porque un buen hijo de Euskal Herria y un gran cura del Pueblo ya ha llegado a la meta gloriosa recibiendo el abrazo del Aita Eterno. Descansa en Paz Vicente.

Seguiremos tu surco abierto en siembra de Libertad. Goian Bego!!