pamplona - Todavía le sorprende el enorme eco que cosechó un hilo de Twitter que escribió sobre los diferentes lugares de reposo de tiranos de todo el mundo. “Un dictador no puede ser homenajeado en un mausoleo”, zanja.

¿Qué le parece la polémica en torno a la exhumación de Franco?

-Esto no tiene más vuelta de hoja: un dictador no puede ser homenajeado en un mausoleo porque es un monumento funerario pensado para ensalzar a alguien y no se puede ensalzar a un dictador. Solo hay que revisar los dictadores que permanecen en un mausoleo en el mundo y los que han pretendido estarlo y no lo están para darse cuenta de las enormes diferencias que hay.

Resulta paradójico que haya compartido destino precisamente con dictadores comunistas.

-Los leninistas se ponen de los nervios cuando se compara a Lenin con Franco. Pero siempre que se suspenden las garantías de un país, se instala una censura de prensa y ya no hay libertades, eso es una dictadura y no hay una mejor que otra.

El hecho diferencial es que Franco murió con su régimen vigente.

-Los que no se entierran en un mausoleo bajo ningún concepto es porque han muerto tras perder el poder. Por eso ni Videla, ni Pinochet, ni Stroessner, ni los Somoza lo están. Ahí ya había una democracia y les dijeron que no. Aquí se entierra a Franco en el Valle de los Caídos porque así estaba previsto y porque muere en su cama en plena dictadura. No se votó el marco constitucional hasta el 78 y había un rey pero no un rey demócrata, sino que le colocó Franco, es como su heredero.

El cadáver de un dictador tiene gran valor simbólico, para perpetuar su legado o sepultarlo.

-Lenin nunca quiso tener un mausoleo y estar embalsamado. Lo que pasa es que cuando los líderes de determinadas ideologías mueren, se usan sus cuerpos como iconos del régimen para la adoración del pueblo, como Mao. A los ciudadanos de Corea del Norte se les obliga a llorar delante de los líderes embalsamados. Y así ha estado también hasta hace poco Ferdinand Marcos en Filipinas.

En el caso de Lenin, su cuerpo embalsamado se ha convertido en una atracción turística. ¿Hay un punto de curiosidad morbosa por parte del visitante?

-Supongo que sí, yo es que no he ido a verlo. A mí no me parece mal, cada uno puede hacer lo que quiera. Lo que se está discutiendo es si un dictador merece o no estar en un mausoleo. Y rebajarse a discutir eso no tiene ningún sentido, es una pérdida de tiempo.

Hay casos más recientes, como los de Hussein y Gadafi, prácticamente televisados.

-Pero no se sabe dónde está enterrado Gadafi, como tampoco Bin Laden. A los malos no se les puede poner un mausoleo para convertir su tumba en una especie de lugar de peregrinaje. Esto no es mirar al pasado, como dicen: está mal hecho y hay que arreglarlo.

Estará asombrada por todo el revuelo que se ha generado, por ejemplo con la denuncia contra el sketch de El Gran Wyoming.

-El problema está en los que admiten esas denuncias. Hay que sacarle de ahí y dárselo a su familia.

¿Se ha tardado mucho en dar este paso?

-Todo se podría haber hecho antes pero cada paso tiene su momento. Y claro que hay que hacerlo.