C aja Navarra pudo haber continuado en solitario. No fue (solo) la crisis económica ni los cambios legales los que empujaron a la histórica entidad financiera a emprender en 2009 un tortuoso camino de fusiones que concluyó dos años y medio después con su desaparición. Fue la gestión llevada a cabo en los años anteriores y las decisiones tomadas ante la inacción del Gobierno de Navarra las que precipitaron el lamentable desenlace para una entidad que, a comienzos de siglo, podía no ser una de las más rentables del sector de cajas, pero presumía de una elevada solvencia y concentraba su negocio en el territorio con menor tasa de paro y con la mayor renta disponible para sus ciudadanos.

Esta es, resumida en 16 líneas, la conclusión principal de la comisión de investigación que ha atravesado la última legislatura navarra. La que defienden los cuatro grupos que apoyan al actual Gobierno de Navarra y la que rechaza la oposición, integrada por partidos que, de una u otra manera, tomaron parte en el desastre no ya de Caja Navarra, sino de todo un sector gestionado en muchos casos con criterios poco prudentes y sacrificado después por una decisión del último Gobierno de Zapatero y de un Banco de España que apenas hizo nada en los años en los que se fraguó el desastre. Pero, como mostraron las comparecencias en el Parlamento de los últimos meses, el camino adoptado por Miguel Sanz y Enrique Goñi desde que el primero nombró al segundo como director general no era el único.

cambios legales

2009-2014

Ninguna norma obligaba expresamente a las cajas de ahorros a fusionarse con otras

Las entidades financieras deben cumplir la regulación del Ministerio de Economía, del Banco de España y del Banco Central Europeo. Pues bien. Tal y como sostienen las conclusiones, ninguna de las abundantes leyes, normas y regulaciones publicadas entre 2009 y 2014 obligaba expresamente a las cajas de ahorros a fusionarse con otras entidades. Conviene explicarlo. Dos Reales Decretos propician la transformación del sector de cajas de ahorros. El primero, el Real Decreto 11/2010, obligaba a las cajas a traspasar su negocio a una sociedad anónima (un banco). En el caso de Caja Navarra fue Banca Cívica, entidad compartida con otras entidades (Caja Canarias, Caja Burgos y Cajasol), pero bien podría haber sido un hipotético banco participado al 100% por Caja Navarra. Legalmente, era una opción perfectamente viable. Pero, para entonces, y sin que existiera ninguna obligación legal, Caja Navarra ya había adoptado otro camino.

Unos meses después se publica el segundo Real Decreto. El RD 2/20111 afecta ya a todo el sector bancario y fija el capital mínimo, premiando a las entidades más prudentes: un 8% para quienes vayan a salir a Bolsa y un 10% para aquellas que no piensen hacerlo y que, además, dependen en más de un 20% de la financiación mayorista. Con esos requisitos, comunes a todo el sector, entidades como BBK, Kutxa, Vital, Ibercaja, Unicaja y todo el sector de cooperativas de crédito, en general menos endeudado, podían seguir sin necesidad de salir a los mercados. Las tres primeras emprendieron el camino de la fusión en una única entidad vasca, con BBK ejerciendo de absorbente. Ibercaja y Unicaja, que adquirieron a entidades que no podían continuar solas, mantienen hoy el nombre de sus respectivos bancos.

La normativa definitiva se aprueba ya en 2014 y busca que ninguna caja conserve el 50% del banco que han creado. Unicaja, de hecho, ya ha salido a Bolsa; Ibercaja tiene previsto hacerlo este año. Y solo Kutxabank, tras la intercesión del PNV, ha optado por la alternativa que ofrecía el Ministerio de Economía: crear un fondo de reserva que BBK va dotando todos los años con los resultados que obtiene del banco. Es decir: el Ministerio de Economía y el Banco de España han hecho estos años todo lo posible para que las entidades se fusionaran y salieran a Bolsa. Pero siempre hubo una puerta abierta para las más solventes.

La clave de la solvencia

2002-2009

Caja Navarra se capitalizó menos que la media en los años de crecimiento económico

Sin embargo, para poder optar a una trayectoria como la de las cajas vascas, Unicaja o Ibercaja, Caja Navarra debería haber llegado a 2009 en mejores condiciones de solvencia. ¿Era posible? Un dato indica que sí: según el informe de Lorenzo Riezu, entre 2002 y 2009, las reservas de Caja Navarra pasaron de 680 a 1.188 millones de euros. Esto supone un incremento del 74,7%. En ese mismo tiempo, el sector de cajas de ahorros incrementó su reservas un 134,4%. Si Caja Navarra hubiese mostrado un mismo comportamiento, habría dispuesto en 2009 de 405 millones de euros más. Y con unas reservas de casi 1.600 millones de euros, Can habría afrontado la crisis de un modo muy diferente. Y sus reservas respecto a los créditos habrían supuesto el 12,5%, no el 9,3%.

Hubo otras entidades muy cercanas que incluso lo hicieron mejor. Caja Rural de Navarra, por ejemplo, triplicó sus reservas prácticamente entre 2002 y 2009, aprovechando no solo un negocio recurrente especialmente rentable, sino unas menores obligaciones de dotación a la obra social y, sobre todo, una política de expansión mucho más prudente.

fusiones

Puesta a valor razonable y Bolsa

Siguiendo sola, Can se habría ahorrado cientos de millones

Convertida en un banco y con 1.600 millones de euros en reservas, Can habría dispuesto quizá de otras opciones de capitalización vedadas para las cajas. Y siguiendo en solitario, se hubiese ahorrado no solo los 436 millones de ajuste a valor razonable de la fusión en Banca Cívica, sino el deterioro originado por la salida a Bolsa y la mutualización de riesgos con otras entidades. Eso sí, habría tenido que hacer frente a dos normativas que habrían mermado sensiblemente las reservas. La circular 4/2004 sobre morosidad y refinanciaciones habría supuesto como máximo 237 millones de euros. Y los decretos De Guindos de 2012, que penalizaban la inversión inmobiliaria, le habrían costado otros 327 millones de euros, según el informe encargado por José Antonio Asiáin a AFI. De este modo, y sin tener en cuenta la posible generación de beneficios para engrosar las reservas, Can habría dispuesto a 31 de diciembre de 2012 un patrimonio de al menos 1.030 millones. Ya como parte de CaixaBank rondaba los 200 millones.