somos la primera generación de seres humanos plenamente consciente del daño que estamos haciendo a nuestro planeta. Una herida que empezó siendo grave con el calentamiento global, pero que ha degenerado con tintes dramáticos hacia el cambio climático. La Unión Europea es la única organización política mundial que inequívocamente se ha manifestado a favor de cumplir los compromisos de Naciones Unidad para frenar la tragedia. Lo hizo en Kioto, en Río de Janeiro, en París y está alineada con el desafío de sostenibilidad 2030. Pero en 2015 decidió pasar de las palabras a los hechos poniendo en marcha un ambiciosísimo plan de acción con 54 medidas y las directivas consiguientes. La fórmula europea para salvar la Tierra y, sobre todo, salvar a las personas, es la Economía Circular. Algo tan sencillo como ahorrar y ser más eficiente en el uso de los recursos limitados que tenemos. Esta semana la Comisión ha presentado el grado de cumplimiento del programa, que en menos de cuatro años puede calificarse como total.

La solución al crack de la economía lineal.

La base de la propuesta de Economía Circular europea no es otra que la constatación de que la economía lineal en la que venimos viviendo desde la segunda revolución industrial y que inspira el modelo de consumo actual, está en quiebra por el agotamiento de los recursos y la especulación producida en torno a ellos. Además, la incorporación de la tecnología disruptiva de la automatización, digitalización, Inteligencia artificial y robotización, la llamada cuarta revolución, conlleva una pérdida de empleo constante con la consiguiente ruptura de las relaciones sociales. De ahí que actuar para hacer sostenible nuestro espacio de derechos y libertades obligue a un radical cambio de modelo de producción y de consumo. En una palabra, estamos ante un cambio de cultura y de sociedad que ya está en marcha, en virtud de las decisiones que la Unión Europea viene llevando a cabo desde hace cinco años.

Un plan con total cumplimiento.

Tres años después de su adopción, el Plan de Acción para la Economía Circular puede considerarse plenamente cumplido. Sus 54 acciones ya han sido ejecutadas o se están ejecutando. En 2016, los sectores pertinentes para la economía circular empleaban a más de cuatro millones de trabajadores, lo que supone un aumento del 6 % con respecto a 2012. La circularidad también ha creado nuevas oportunidades de negocio, dando lugar a la aparición de nuevos modelos empresariales y fomentado nuevos mercados, dentro y fuera de la UE. En 2016, las actividades circulares como la reparación, la reutilización o el reciclaje generaron un valor añadido de casi 147.000 millones de euros y fueron objeto de una inversión de aproximadamente 17.500 millones de euros. También se ha invertido en innovación, en brindar apoyo para adaptar la base industrial de Europa al nuevo modelo y, finalmente, se ha creado un marco legislativo para el obligado cumplimiento en todos los Estados miembros.

Los consumidores tienen la llave.

Resulta obvio que todo lo que desde el ámbito político y administrativo se haga, deberá contar con el acompañamiento de la sociedad. Los verdaderos motores del cambio de modelo son los consumidores con su conciencia de necesidad de un mayor respeto por el medio ambiente y también, por imponer un sistema que fije empleo en el territorio. La prueba la tenemos en la principal bandera de la política europea de economía circular: la estrategia para el plástico. Una batalla que se está ganando gracias a los consumidores que han cambiado sus hábitos respecto al plástico. La estrategia establece una visión clara con objetivos cuantificados, con el objetivo, entre otras cosas, de que de aquí a 2030 todos los envases de plástico comercializados en el mercado de la UE sean reutilizables o reciclables. De la misma forma, se ha actuado en materia de residuos sólidos o de emisiones de CO2. La economía circular es ahora, sin duda, una tendencia irreversible, pero se necesitan aun grandes esfuerzos para acercarnos al mundo posible.