el bar Lacalle era en los años setenta un claro referente del ambiente euskaldun y abertzale en el Casco Viejo iruindarra. Durante un tiempo lució en su exterior una ikurriña, y eso le puso en el punto de mira de grupos de extrema derecha. Lo regentaba Joxe Lacalle, conocido fotógrafo de Egin, que por aquel entonces había cogido el testigo familiar y se puso al frente del negocio. “Puse la ikurriña en el 76 por ideales”, recuerda.

Eran tiempos convulsos, 7 meses antes de reventar la bomba en su bar Pamplona había vivido los sucesos de los Sanfermines del 78 con la muerte de Germán Rodriguez a manos de la Policía. Lacalle recuerda que unos meses más tarde los conocidos como Guerrilleros de Cristo Rey atacaron su bar, “entraron al bar con botes de humo con el sello del Ejército, cadenas y pistolas. Destrozaron el bar al grito de viva España y nos dieron de hostias”.

el día de la bomba Aquello ocurrió a finales de 1978 y meses depués, el 27 de marzo de 1979, el bar fue objeto de un ataque con bomba. “Es un día que nunca se me ha quitado de la cabeza”, comenta Lacalle, que relata con detalle cómo se encadenaron los momentos de aquella mañana: “Entró un hombre que ya me mosqueó mucho sin saber porqué. Tomó dos vinos seguidos y dejó la vuelta, 16 pesetas, en la barra. Cuando salió del váter se marchó corriendo. Al rato, vinieron mi mujer y dos de mis hijos. Yo estaba con la mosca detrás de la oreja y entré y vi una bolsa blanca en la cisterna. En vez de cogerla la abrí y vi unos cables y un reloj. No sabía qué era pero me lo imaginaba”.

Lo siguiente fue sacar a su familia y a sus clientes del bar y llamar al 091. Identificaron su bar, precisamente, por la ikurriña, y media hora más tarde aparecían dos municipales de paisano. El equipo de desactivación de explosivos -por aquel entonces EDEX- tardó una hora y fueron ellos quienes comunicaron a Lacalle que, de haber cogido la bolsa, “la bomba tenía trampa y me habría reventado”. “Exactamente a las dos y media de la tarde, cuando salía uno de los artificieros reventó el explosivo y le lanzó contra la fachada de enfrente”. Como si fuera ayer recuerda los gritos que salieron de su garganta: “¡Hijos de puta! Me habéis reventado el bar”. La Policía le decía que se callase y después, lo de la comisaria. “Allí se reían y me llegaron a preguntar si mi padre habia estado en la guerra. Les respondí que le preguntasen a él. Después me enseñaron un album con fotos de gente para identificar al autor y allí solo vi fotos de gente conocida. Les dije que en esas fotos no estaban ellos”, que no estaban los habituales de los grupos de extrema derecha que por aquel entonces atentaban contra locales y personas que no eran de su agrado.

solidaridad Lacalle recuerda con especial cariño la ola de solidaridad que desde el mismo día que estalló el explosivo en su bar les rodeó a él y a su familia. “La asociación de vecinos abrió una cuenta en Caja Laboral para recaudar fondos, y colocaron cajas de resistencia. También nos traían comida y algunos incluso dinero, como el dueño del bar Iruñazarra, Aparicio, un nacionalista muy majo”. Los vecinos se organizaron en auzolan y entre todos arreglaron el bar. “A mi no me dejaban hacer nada”. “Lo tengo en el corazon. y siempre me sentiré supercontento de cómo se portaron”, agradece emotivo.

amenazas Lacalle reconoce que después llegaron las noches de “despertarme sobresaltado y estar todo el día vigilando a ver quien entraba al bar”. Y es que las amenazas no cesaron. Le llegaban notas instándole a quitar la ikurriña de la fachada de su bar. “Decían que no pintaba nada en Navarra. El mismo discurso que llevan ahora”, se lamenta.

Aquellos daños, ni los daños materiales ni los morales, nadie los pagó, “ni el seguro, ni nadie”. De hecho Lacalle cree que nunca se investigó nada porque “nadie volvió a preguntarme ni decirme nada”.

la memoria Precisamente porque aquella herida no se cerró de ninguna de las maneras posibles, Joxe Lacalle quiere que los jóvenes no olviden lo que le ocurrió a él y a otras víctimas de la violencia ultra y policial de aquella época. Para ello, él junto a su familia y Ahaztuak han convocado hoy sábado, a las siete de la tarde, una concentración en la plaza de Pellejería, justo enfrente de donde se encontraba el local, que ahora alberga el bar Aitzina. Mientras, él admite que lo recuerda cada año en sus redes sociales, “un año tras otro recuerdo al que me puso la bomba, que ojalá lo pague en dolores de estómago todos los días”.