vive el mundo desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, hace poco más de dos años, en la incertidumbre de si su política tuitera bravucona se traduce en hechos con consecuencias. Sus intenciones son tan claras como sus declaraciones: frenar las ansias de China por convertirse en el nuevo líder geopolítico mundial y destruir el proyecto de construcción europeo en torno a la UE. Para ello, ha desplegado toda su capacidad escénica y, poco a poco, ha ido tejiendo una serie de decisiones que tensan la cuerda de las relaciones internacionales con el consiguiente efecto negativo sobre el crecimiento de la economía global. Sin embargo, han sido los últimos episodios de esta serie de suspense los que hacen saltar las alarmas de las cancillerías europeas en su reunión de esta semana de los ministros de Exteriores de la Unión.

La crisis nuclear en EEUU-Irán

En 2015, Estados Unidos, con Barak Obama de presidente, alcanza un acuerdo para evitar el desarrollo de un programa nuclear militar en Irán. Pacto apoyado de forma entusiasta por la Unión Europea, en gran medida el principal mediador en la negociación. La ruptura unilateral por parte de Trump ha desembocado en la decisión del presidente iraní, Hasan Rohaní en el anuncio de la vuelta de Teherán a la investigación y fabricación de armas nucleares. En la dinámica acción reacción siempre presente en la generación de los conflictos, Trump ha amenazado con la imposición de sanciones económicas a Irán y ha enviado al Estrecho de Ormuz, a la US Navy. Las intenciones de Trump, además de lanzar un claro mensaje de hegemonía internacional, pretende provocar una nueva crisis del petróleo interviniendo en un área estratégica en las rutas del comercio del combustible sólido mundial. Una subida del precio del petróleo por reducción de producción y comercio del mismo, beneficia a la producción petrolífera estadounidense, uno de los sectores clave que apoyaron su victoria presidencial.

Más aranceles a los productos chinos A la par el mandatario norteamericano ha anunciado la imposición de nuevos aranceles a las importaciones de productos chinos en su país, a lo que Beijing ha contestado con similares medidas sobre las exportaciones estadounidenses a China. El efecto global de esta escalada en la guerra comercial EEUU-China se ha dejado notar en los principales mercado bursátiles del mundo con bajadas severas y generalizadas. Es evidente que si las ventas de exportaciones se frenan, la economía global se ralentiza y con ello los beneficios empresariales, lo que de una u otra forma degenera siempre en pérdidas de empleo. A corto plazo esta política agresiva proteccionista está dando frutos a Trump en los principales indicadores de la economía estadounidense. Roza el pleno empleo, crece al 3,2% del PIB y la inflación está estable. El problema es que esta política egoísta y cortoplacista es insostenible en el tiempo, sin que se produzca un efecto boomerang sobre Estados Unidos.

La Unión Europea gran perjudicada La principal perjudicada de esta situación de agravamiento de las políticas de seguridad y comerciales de Trump, no es otra que la Unión Europea. En su intento por hacer valer la diplomacia multilateral, defender el libre comercio y cambiar el modelo de economía lineal a circular, Europa necesita tiempo y un mundo sin tensiones. Eso lo sabe el inquilino de la Casa Blanca que ha decidido no dar más tregua a su verdadero adversario en el escenario internacional. De triunfar nuestro proyecto, gran parte del mundo, buscaría alianzas con la UE, cambiando el paradigma de relaciones en pleno cambio disruptivo tecnológico. Además, en lo que respecta a la política interna estadounidense, su mandato presidencial entra pronto en su recta final. Trump sigue muy atento a la nominación de los candidatos a las primarias demócratas, pues, de ahí saldrá su contrincante en las elecciones en noviembre de 2020. Tanto externa como internamente, el presidente de Estados Unidos ha encontrado motivos para tensar la cuerda que se ciñe sobre el cuello de Europa, porque a China le sobra tiempo en sus anhelos dada su escasa preocupación por los derechos humanos de los suyos. Y todo ello, a una semana de la celebración de unos trascendentales comicios europeos con los eurófobos venidos arriba buscando ferozmente el voto del miedo. Será por eso que ya no creo en las coincidencias.