Es una de las fotos de la legislatura, y eso que se sacó en el tiempo de descuento. Escenifica la unión entre UPN y Ciudadanos, lo que Cayetana Álvarez de Toledo (PP) definió como una de las operaciones políticas más audaces de la democracia que, ojo, se estudiará en la politología europea. Pero Navarra Suma tiene un origen más prosaico. UPN se enquistaba en los 15 escaños y la irrupción de Vox, con PP y Cs por separado, podía provocar la tormenta perfecta: esa en la que se quedaban al borde del 3%, rozando los 10.000 votos cada una y, por tanto, fuera del Parlamento.

Hubiese supuesto tirar 30.000 votos, algo inasumible si se quiere volver al Gobierno. Esos 30.000 votos son el precio exacto que ha puesto Esparza al régimen foral. Él dirá lo contrario: que Cs se ha comprometido a respetar el autogobierno, el Convenio, la consolidación de los sueldos febles y hasta la vuelta del carlín como moneda. Pero lo cierto es que Rivera se marchó de la firma del acuerdo con UPN sin hacer una declaración, y a partir del día siguiente Garicano y otros líderes se encargaron de aclarar que eliminarán el Convenio en cuanto puedan, y que mientras tanto Navarra pagará más.

Que hoy UPN siga teniendo la vitola de partido navarrista es digno de estudiarse en alguna facultad de marketing. Pero bueno, ya estamos acostumbrados a que aquí nunca pase nada.