Pedro Sánchez relevó a Mariano Rajoy el 1 de junio de 2018 tras ganar una moción de censura, la primera de la democracia, que se fraguó en apenas unos días; un año después aquel presidente por sorpresa ha ganado las elecciones, se ha convertido en referente del socialismo europeo y negocia su investidura para seguir en La Moncloa. Un año en el que han pasado muchas cosas que se resumen en estas diez claves.

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La moción y el nuevo Gobierno

El 1 de junio Pedro Sánchez se convertía en presidente del Gobierno tras prosperar su moción de censura contra Mariano Rajoy. Cinco días después, presentaba su Gobierno. Un gabinete con varios independientes, que hacía historia por tener muchas más mujeres que hombres -once frente a seis- y que enviaba un mensaje de modernización con ministerios distintos como el de ciencia o transición ecológica. Y un Ejecutivo “progresista, europeísta y regenerador”, preparado según Sánchez para dialogar y buscar consensos. No en vano, todo lo que quisiera poner en marcha se tenía que pactar con varias fuerzas.

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Los tropiezos

Sánchez y su Ejecutivo iniciaban la nueva andadura con una ilusión que se vio truncada solo una semana después. El titular de Cultura, Maxim Huerta, se convierte en el ministro más breve de la democracia al tener que dimitir tras conocerse que defraudó Hacienda. Sánchez nombra en su lugar a José Guirao. Y tres meses después, el Gobierno sufre otra dimisión, la de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, por irregularidades en su máster de la Universidad Rey Juan Carlos. El caso de Huerta no fue el único relacionado con Hacienda, porque también trascendió que Pedro Duque tenía una sociedad para gestionar su patrimonio, aunque el ministro de Ciencia no dimitió y documentó con un informe que no había tenido ahorros fiscales con este sistema. Y hubo otras polémicas sobre el currículum, en este caso del propio presidente por las acusaciones de plagio sobre su tesis. Porque han sido varios los tropiezos de este gabinete, entre los que tampoco se puede olvidar las reprobaciones de las dos Cámaras a la ministra Dolores Delgado por distintos aspectos de su gestión, desde Catalunya a la renovación del poder judicial pasando por su almuerzo en 2009 grabado por el excomisario Villarejo.

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El diálogo con Catalunya

Pedro Sánchez dejó clara desde el principio su posición sobre Catalunya. El nuevo Gobierno buscaría soluciones desde el diálogo y mantendría con la Generalitat la interlocución como con cualquier otra comunidad. Un mes después de formarse el Gobierno, Sánchez recibía en la Moncloa al president Quim Torra para encauzar relaciones. Además se restablecían mecanismos de diálogo como la comisión bilateral y hubo contactos constantes. Pero lejos de acercarse, las posiciones se fueron alejando en los siguientes meses, con el juicio del procés, el documento que Torra entregó a Sánchez en Pedralbes y que pretendía negociar y las diferencias sobre la figura del relator. La ruptura final llegó con el no del independentismo a los presupuestos generales del Estado, que abocó a Sánchez a convocar elecciones.

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Franco

En agosto del año pasado, el Consejo de Ministros ponía en marcha una de las principales promesas de este Gobierno, que aún no se ha llevado a la práctica: la exhumación de los restos de Franco y su traslado fuera del Valle de los Caídos. El contencioso en los tribunales con la familia sigue, a la espera de que el Supremo decida si frena o no la exhumación, prevista para el próximo 10 de julio. Todo en un año en el que el Gobierno ha recuperado muchas iniciativas de memoria histórica, entre las que destaca los homenajes que, por primera vez, se ha hecho al exilio español.

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Las políticas sociales

La agenda del cambio de Pedro Sánchez ha sido sobre todo social. La recuperación de la sanidad universal, la nueva ley de educación, la ampliación de los permisos de paternidad o el impulso al pacto de la violencia de género aprobado durante el Gobierno del PP. Pero muchos de los pasos dados no han culminado o no han llegado aún a buen puerto, como ha ocurrido con el intento de un concurso para elegir la dirección de RTVE que se ha quedado enquistado, o la ley de protección a la infancia o la reforma del Código para la nueva tipificación de delitos sexuales. Todo en un año que comenzó con el golpe de efecto del Aquarius y acaba con una política migratoria que sigue sin funcionar, a la espera de un acuerdo europeo que los países de la UE no parecen ser capaces de alcanzar.

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Los viajes y la política exterior

En estos doce meses, Pedro Sánchez ha dedicado buena parte de su actividad a la agenda exterior, con giras internacionales, encuentros bilaterales y viajes históricos como el realizado a Cuba. Él siempre ha defendido que con su llegada a La Moncloa “España ha vuelto a la escena internacional”, y en estas última semanas se ha convertido en referente del socialismo europeo y negociador del reparto institucional de la UE. Pero se ha llevado críticas tanto por sus continuos viajes -su imagen subido al Falcon le perseguirá siempre- como por algunas decisiones de política exterior. Por ejemplo, con Venezuela: reconoció como presidente interino a Juan Guaidó, pero tras un ultimátum a Nicolás Maduro que fue muy criticado. O con Gibraltar: la oposición le acusó de renunciar a la cosoberanía, pero el Gobierno insiste en haber logrado el compromiso de Europa de que España tome parte de todas las decisiones que se tomen sobre el peñón, así como que las instituciones de la UE lo denominen una colonia.

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Pacificación del psoe

Muy lejos ha quedado aquel 1 de octubre de 2016 en el que Pedro Sánchez dimitió por no querer facilitar la investidura de Rajoy. Tras volver a ganar unas primarias sorprendió a todos con la moción de censura, y ahora, tras las victorias electorales, es el líder indiscutible del partido. La pérdida de Andalucía ha debilitado a su más conocida rival interna, Susana Díaz, pero Sánchez y ella aseguran haber dejado atrás su guerra. Y la repentina muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba reunió al viejo y nuevo PSOE que parece haber asumido que debe entenderse en torno a su secretario general. Sobre todo en este momento en el que hay tantos gobiernos que pactar con los demás.

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La relación con la oposición

En este año de Gobierno, Pedro Sánchez ha tenido en Pablo Iglesias a su mayor aliado para llevar a cabo buena parte de sus políticas, aunque también ha contado en muchas ocasiones con los demás partidos que conformaron la mayoría de la moción de censura. Mientras, Pablo Casado -que se hizo con la presidencia del PP tras la marcha de Rajoy- y Albert Rivera han peleado por el liderazgo de la oposición pero también se entendieron con el pacto junto a Vox en Andalucía, que ahora podría repetirse en numerosas plazas. Con ellos protagonizó los más duros debates en el Congreso, y de ellos recibió los peores calificativos, desde felón a enemigo de España. Y mientras, iba perdiendo también el apoyo de los independentistas a los que según la derecha tanto ha favorecido pero cuyas demandas, ha insistido siempre, no ha aceptado.

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Presupuestos

El punto de inflexión de este año se produjo cuando el Congreso tumbó el proyecto de ley de presupuestos y Pedro Sánchez tuvo que convocar elecciones. El presidente del Gobierno no quiso esperar, y disolvió las Cortes casi de forma inmediata culpando por igual a la derecha y al independentismo de impedir la gobernabilidad y los presupuestos más sociales de la democracia.

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Elecciones

Sánchez fue a las urnas pidiendo el voto para continuar con los cambios empezados y con una imagen que no era suya pero que marcaría su campaña y sería determinante para invocar el miedo a las “tres derechas”, movilizar a la izquierda y ganar: La foto de Colón con los líderes del PP, Ciudadanos y Vox unidos contra él. Cuando se cumple un año de su llegada a La Moncloa, Pedro Sánchez ya no es el presidente por sorpresa, sino el líder del partido con más votos en las generales de abril y en las autonómicas, municipales y europeas de mayo. Aún le queda el último paso, labrarse los apoyos necesarios en el Congreso para ser investido. Está por ver aún quiénes lo van a hacer posible.