pamplona - No es lo mismo entrar a la nueva casa con la reforma hecha, que empezar desde cero. Y lo mismo ocurre cuando se producen sucesiones en los gobiernos. Las herencias pueden presentarse envenenadas o amables. El próximo Gobierno de Navarra tendrá la suerte de acceder al Palacio foral en el segundo de los escenarios. Encontrará unas cuentas saneadas con 112 millones de superávit tras años en negativo, la deuda reducida por primera vez en más de una década y la advertencia de la Cámara de Comptos sobre el “riesgo de insolvencia” superada. Sin duda este ha sido uno de los grandes logros del equipo saliente. Y lo ha conseguido gracias a la mejora de la economía (+3% de PIB) y el empleo (+12,7% desde 2015), pero también gracias a la reforma fiscal que ha permitido recaudar más tras la rebaja de impuestos que UPN y PSN aprobaron antes de las anteriores elecciones; y gracias a la negociación del Convenio Económico con el Estado que le supuso a Navarra ahorrar 600 millones.

Poner orden en las cuentas y recuperar la calidad de los servicios públicos eran las prioridades del acuerdo programático firmado en 2015 por Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e I-E. Cumplido en un 90%, los esfuerzos se han centrado en volver a cotas de bienestar propias de un país europeo. Así, en cuatro años se ha incrementado el gasto en derechos sociales (+36,4%), salud ha contado con el mayor presupuesto de su historia (+13%) y educación (+20%).

Toda esta inversión acompañada de planes sectoriales para atender a la infancia, aumentar el parque de vivienda pública de alquiler, combatir el acoso escolar, Skolae, el histórico pacto educativo con los sindicatos, nuevos planes de hospitalización a domicilio o la reversión a lo público de las cocinas del Complejo Hospitalario de Navarra tras el fracaso de la privatización de UPN, son solo una pequeña muestra del trabajo hecho.

También es digno de resaltar, por no haberse acometido en décadas, la recuperación de la memoria y de los restos de desaparecidos en el franquismo, el trabajo con las víctimas de ETA, que sí reconocieron las asociaciones de fuera de Navarra, y la necesaria Dirección de Paz y Convivencia.

Algunos se preguntarán por el tren de altas prestaciones o la segunda fase del Canal. No parece justo pedir en cuatro años lo que no se ha hecho en 20. Más si el peso de las inversiones y de las decisiones corresponden al Estado, pero aun así, sobre la mesa del equipo entrante encontrarán un proyecto más sostenible y abarcable para llevar agua de calidad a la Ribera y las condiciones pactadas para que el nuevo tren que tenga Navarra sirva para conectarla con el eje Atlántico y para llevar no solo viajeros, sino también mercancías.

Cosas en el tintero siempre quedan, pero los que entren no solo van a seguir viendo la bandera de Navarra en su sitio y sin condiciones, sino que encontrarán cuentas y servicios dignos de la buena gestión y, lo que es más importante, paz y convivencia en las calles. La sociedad tendrá que tomar nota de los pasos que se den, hacia adelante o hacia atrás, los próximos cuatro años.