se ha convertido en un clásico que la composición de la Mesa del Parlamento de Navarra sea negociada hasta el último minuto previo a su votación y se convierta en una prueba de fuego para cualquier persona con afecciones cardiacas. Pese a que desde que se celebran las elecciones hasta el pleno transcurren 24 días, los dirigentes políticos tienen la insana costumbre de demorar el tira y afloja hasta el último instante. Primero valoran las posibilidades de intercambiar votos en los ayuntamientos, y dejan para el final el diseño del órgano rector de la Cámara. Ya sucedió en 2007, cuando el PSN cerró un acuerdo con Nafarroa Bai e Izquierda Unida para apoyarse en los ayuntamientos, pero solo cuatro días después clavó la primera pica en lo que sería el agostazo al pactar con UPN la presidencia. Entonces, la agraciada en el reparto de cargos fue Elena Torres, quien no tuvo conocimiento de serlo hasta unos minutos antes de iniciarse el pleno.

Esta habitual incertidumbre que precede a la elección de la Presidencia del Parlamento estableció ayer un nuevo récord. Hubo que esperar a que se visualizara en la primera votación el desacuerdo entre PSN y Geroa Bai, que amenazaba con enterrar prácticamente todas las opciones de organizar un gobierno alternativo a las derechas en Navarra, para que la formación socialista aceptara levantar el veto a la presencia de EH Bildu en la Mesa. Era una condición irrenunciable para la coalición que lidera Barkos, que así lo había trasladado desde que se establecieron los contactos iniciales entre ambas formaciones. Sin embargo, el PSN mantuvo el pulso hasta el último instante y provocó que durante la primera hora del pleno sobrevolara por la Cámara la sensación de que asistiríamos al enésimo desencuentro de los socialistas navarros con las formaciones nacionalistas vascas y de izquierdas.

Un receso solicitado por Unai Hualde, que incluso podría cambiar el curso de la historia en los próximos años por lo que supone de cerrar el paso a la derecha, recondujo una mañana que caminaba hacia el desastre para los intereses de las fuerzas progresistas. La solicitud que hizo el nuevo presidente del Legislativo de abrir un paréntesis de 10 minutos antes de proceder a la votación definitiva levantó de sus asientos a parlamentarios, periodistas e invitados, conscientes de que el capítulo final de la elección de la Mesa del Parlamento estaba por escribirse. Mientras se sucedían las carreras por el atrio de la Cámara y echaban humo los teléfonos, empezaba a quedar meridianamente claro que el PSN no iba a dinamitar sus elevadas opciones de presidir el próximo Gobierno foral por llevar hasta las últimas consecuencias el absurdo veto a la izquierda soberanista, con quien por cierto ha mantenido una normalizada relación en la pasada legislatura.

El receso de 10 minutos, que al final fue de más de media hora, se convirtió en un dolor de muelas para la derecha y en la tabla de salvación para Chivite, que hoy tiene abierto el camino hacia el Palacio foral, pese a que todavía quede por abordar la totalidad de la negociación que ha de guiar la gobernanza en Navarra, con todas las incógnitas que ello conlleva.