Pamplona - La negociación entre el PSOE y Podemos se ha tensado en la última semana. Tanto, que lo que parecía un acuerdo sencillo tras las elecciones del 28 de abril, solo pendiente de qué partidos completarían la ecuación para garantizar la investidura, hoy parece casi un imposible. Hasta el punto de que una investidura fallida del candidato socialista el próximo 25 de julio es una opción más que probable. Lo que abre un escenario nuevo en España que puede tener también consecuencias políticas en Navarra.

Las pretensiones de Pablo Iglesias, que reclama para su partido una legítima presencia en el Consejo de Ministros, y la firme voluntad de Pedro Sánchez, que quiere garantizarse la cohesión de su gabinete con personas de su sigla y confianza, han embarrado una negociación que apura los días sin puerta de salida. Hay margen todavía para el acuerdo, pero es posible que este no llegue y el PSOE opte por buscar otras posibles alternativas para su investidura. Ya sea esta en julio o en septiembre.

Es en este contexto en el que PSN, Geroa Bai, Podemos e I-E retoman a partir de mañana las conversaciones para formar gobierno en Navarra. Lo hacen con una cuestión tan espinosa como la estructura y el reparto de responsabilidades en el gabinete de María Chivite. Una negociación que se va a solapar además con lo que ocurra en Madrid, donde la tensión política va a ir en aumento conforme se acerque el 22 de julio, fecha en la que comienza el debate de investidura de Sánchez, y que va a compartir foco mediático con lo que pueda ocurrir en Navarra en los próximos días.

Aunque la posibilidad de asumir el Gobierno foral con la abstención de EH Bildu había generado muchas dudas en la dirección del PSOE tras las elecciones de mayo, estas parecen ya disipadas. “Contamos con el apoyo de Ferraz”, subrayó la propia María Chivite tras cerrar el acuerdo programático el pasado 5 de julio. Y tras el parón sanferminero de las negociaciones, apenas quedaba pactar la formación del Gobierno y acudir a la investidura. Solo había una condición desde Madrid, tendría que ser después de la investidura Pedro Sánchez. De forma que si los plazos previstos se cumplen, los socialistas podrían volver al Palacio de Navarra la última semana de julio.

Pero la falta de acuerdo con Podemos puede acabar trastocando todo el calendario. Sobre todo si finalmente la investidura de Sánchez acaba siendo fallida, y los socialistas optan por redefinir su estrategia de alianzas. “Sánchez busca la abstención de la derecha”, avanzaba ayer el diario El País citando fuentes de la propia dirección socialista, y que recogía además un editorial muy crítico con el acuerdo programático al que ha llegado el PSN con sus tres socios parlamentarios.

No parece sin embargo fácil que el PP y Ciudadanos vayan a corregir su rechazo frontal a Pedro Sánchez. Pero será una opción realmente inviable si los socialistas finalmente alcanzan el Ejecutivo foral en detrimento de la coalición Navarra Suma. De hecho, Pablo Casado y Albert Rivera han firmado un compromiso público con UPN en el que subrayan de que sus partidos “no alcanzarán en el futuro ningún tipo de acuerdo con el PSOE” si los socialistas mantienen su línea política en Navarra. La advertencia pasó prácticamente inadvertida el día de la firma, pero puede ganar protagonismo en las próximas jornadas si Sánchez y su equipo optan finalmente por buscar la gobernabilidad con los apoyos de la derecha.

Un escenario que puede complicar el margen de movimiento del PSN, que además de acordar la composición del nuevo Gobierno de Navarra, también deberá buscar la abstención de EH Bildu ante la atenta mirada de Madrid. Lo que incluso puede acabar condicionando los plazos de la investidura de María Chivite, inicialmente prevista para justo una semana después de la de Pedro Sánchez.

Queda por ver qué actitud toma el PSOE respecto a Navarra si la falta de acuerdo con Podemos acaba frustrando el pleno del julio, prolongando la inestabilidad política en España hasta septiembre con la repetición electoral de noviembre cada vez más presente. Y si eso implica suficientes riesgos electorales en España como para repensarse el apoyo que Ferraz ha venido dando hasta ahora a un Gobierno plural y progresista en Navarra condicionado por la abstención de EH Bildu.