pamplona - Si alguien pensaba que las vacaciones de verano y el inicio del nuevo curso iban a suavizar las posturas políticas en Navarra, el primer pleno de control al Gobierno de Chivite demostró que cada uno de los actores siguen tan enfrentados como durante los días de la investidura. El Ejecutivo de coalición entre PSN, Geroa Bai y Podemos, de estreno y con Chivite a la cabeza, aterrizó en su primer examen en el Parlamento bien cohesionado, con tranquilidad, aprovechando para desglosar parte de una agenda que denominan de “profundo compromiso social y democrático” y sin entrar al trapo de las provocaciones de la oposición. Aunque, en realidad, por oposición debería entenderse solo Navarra Suma. Porque la postura de EH Bildu, mucho más pragmática e inteligente, no se parece en nada a la deriva en la que ya se encuentra la coalición de derechas formada por UPN, PP y Ciudadanos.

Ayer, el portavoz de Navarra Suma, Javier Esparza, aprovechó para volver a focalizar sus críticas en la persona de Chivite, que a su juicio es “un regalo para el nacionalismo vasco” que “no va a revertir nada” y “ha claudicado en todo”, también en “la ideología socialista”. ¿Quién se acuerda de los 100 días de cortesía? Desde luego, ni Esparza ni su coro de parlamentarios, que se cebó con el Gobierno echando mano de todas las armas disponibles a estas alturas, algunas incluso importadas.

Frustrada la posibilidad de ser consejera de Economía, María Jesús Valdemoros atacó por el flanco de la fiscalidad; Esparza, por el de un Gobierno sumiso con el nacionalismo vasco; Carlos Pérez Nievas, por las maneras macarras -al estilo de Gabriel Rufián, dijo- de Ramón Alzórriz, portavoz del PSN; Sánchez de Muniáin por la “estructura inflada” del Ejecutivo; y Marta Álvarez por la situación de los Menores extranjeros no acompañados, los menas, que ya figuran en la agenda de cualquier argumentario de derechas.

objetivo: chivite Una batería de preguntas al cuello, así para empezar, que Alzórriz consideró que no se hacen para fiscalizar al Gobierno sobre problemas acuciantes en Navarra, sino para “intentar buscar permanentemente el conflicto”. “A ver si ahora va a ser el Gobierno el que nos diga lo que tenemos que preguntar y lo que no”, terció Esparza, ya en el pleno, cuando Chivite pidió a Álvarez no caer en generalizaciones indebidas al hablar de los menas, un colectivo “especialmente vulnerable por ser menores” y que no se puede vincular al consumo temprano de estupefacientes, como deslizó Álvarez en un momento de su intervención. Esa fue la única ocasión en la que Chivite entró a rebatir las intenciones de las preguntas, al margen de recodar a Sánchez de Muniáin que gobiernos de UPN tuvieron estructuras muy similares a la actual.

Chivite identificó bien que Navarra Suma pretendía, ya desde la primera ocasión, tratar de acorralarla con la misma estrategia que durante las negociaciones del Gobierno, ahí donde Esparza comprobó que no podía contar con la muleta socialista para llegar al Palacio de Navarra. Desde entonces el objetivo es desgastar todo lo que se pueda a Chivite, que encarna el giro de los socialistas hacia gobiernos de progreso lejos de la derecha. No picó el anzuelo la presidenta. “Mi deseo es que sea una legislatura positiva, de buen talante y donde la palabra sea herramienta de la actividad política”, defendió, a preguntas de su grupo parlamentario. Chivite sabe que la radicalidad de Esparza le abre un extenso campo electoral que quiere transitar justo por el centro. “Este Gobierno tiene un profundo compromiso social y democrático, la ciudadanía espera soluciones, no exabruptos”, zanjó.