pamplona - Referente en asuntos de memoria histórica, dirigió la exhumación de Mola y Sanjurjo hace tres años en Pamplona; el diagnóstico del forense Paco Etxeberria sobre el futuro de los restos de Franco es un testimonio de interés en estos días previos a una mudanza simbólica pero con rango histórico. Considera que “no había que haber dicho que esto se iba a hacer en cosa de días, porque era previsible que algunos se iban a enfadar mucho”. Y aunque calcula que ese malestar continuará, apostilla: “es su problema, no del resto de los ciudadanos”.

¿Cuál es su diagnóstico sobre el aval del Supremo a la exhumación de Franco?

-Creo que la resolución judicial es justa, porque el expediente elaborado desde el Ministerio de Justicia es muy completo y profundo. Era difícil considerar otra cosa distinta a la que ha resuelto el Tribunal Supremo. Tarde o temprano esto iba a ocurrir, y si no era en el plazo de unos días, semanas o meses, sería en el de unos años, pero evidentemente no podía seguir avanzando el siglo XXI y que se mantuviera como una cosa normal tener a Franco enterrado en un lugar en el que cabe la posibilidad de hacer ostentación, preminente dentro de la propia iglesia, y que además era objeto de una cierta veneración. Por tanto, eso se ha acabado.

¿Cuáles han sido los principales causantes del bloqueo? ¿La iglesia está entre ellos?

-Existe Roma, existen las iglesias y luego existen los curas, en ese orden. Es evidente que algunas partes del total quisieron echar casi un pulso a la autoridad civil, al Gobierno. También la familia Franco ha podido hacer prácticamente todos los recursos que ha querido. Y luego nos hemos encontrado con que un juez ha venido a decir que había un problema de riesgo laboral para los operarios de funeraria que pudieran llegar a sacar los restos. Hombre, esto ya era de risa, pero hasta eso hemos tenido que ver en un recorrido que ha retrasado las cosas. No obstante, el movimiento civil de la memoria histórica, con una conciencia crítica no solamente a la guerra, sino a la dictadura franquista, ha calado, con un aumento en sensibilidades y conciencias, también en la gente joven. Esto es un éxito del movimiento de la memoria histórica.

¿Va a estar en la exhumación?

-No, no se hace necesario. Un forense es pertinente cuando hay que resolver problemas de identificación o establecer la causa de la muerte. Ninguna de estas cuestiones tiene importancia en este caso. Este tema se resuelve con una empresa funeraria, que tiene experiencia sobrada para estas tareas, y que las puede hacer a lo largo de una mañana. No es necesaria una intervención forense porque no hay nada que resolver desde un punto de vista científico técnico. Estaría la curiosidad o algo de gestión de tanatología o tanatopraxia que hacen las funerarias más que los forenses.

¿La exhumación de Mola y Sanjurjo en Iruña en 2016 sirvió para inspirar o abrir conciencias?

-El ejemplo de Iruña es microscópico en comparación con el problema que hay en el Valle de los Caídos globalmente hablando, pero también hubo quien dijo que eso iba a ser un imposible. Y se ejecutó la tarea en los plazos establecidos y al día siguiente no pasó nada. Incluso diría que algunas familias preferían que tuviera esa solución, porque lo anterior hasta ese momento sí era un problema, y lo posterior ya no. Por lo tanto, este ejemplo que lejos de Iruña casi pudo pasar inadvertido, sin embargo tenía un punto útil, y así lo expliqué en más de una reunión a nivel oficial, de que se podían hacer las cosas en serio, sin ningún problema. Y quienes argumentaban, de forma absurda, que esto representaba una profanación no sabían de qué estaban hablando, porque profanar sería desenterrar sin un proyecto técnico, o que lo hicieran personas que no están preparadas para eso, pero si hay decisión política, proyecto técnico y personal cualificado, eso no es nunca una profanación.

A veces en cuestiones aparentemente inamovibles una vez que se abordan, se desmiente el falso imaginario previo. Con la exhumación de Franco puede pasar algo parecido...

-Con la dictadura franquista hemos tenido miedos, a título personal y a título colectivo, pero también hemos ido aprendiendo. Es que es ineludible. Para Iruña mantener ese panteón allí era un problema. Haberlo deshabilitado ya no lo es. Con lo de Franco y el Valle de los Caídos ocurre un poco lo mismo. La dignificación de la democracia obliga a que Franco no pueda estar en ese lugar. Es obvio, algo que ven los turistas que vienen del extranjero, que se llevan las manos a la cabeza. Nosotros aquí lo vivíamos como una herencia condicionada del pasado. Pues no. Ya está, se acabó. Por eso la retirada de símbolos que se ha hecho en Navarra y en otra partes.

En Iruña el monumento que albergaba los restos de Mola, ahora ya vacío, sigue pendiente de su futuro, pero en Cuelgamuros el problema es muchísimo mayor...

-Ahora hay que resignificar el Valle de los Caídos, transformar aquello para explicarlo mejor. Hay quien dice que un día harán un concurso de ideas a nivel internacional. Quizás será un japonés el que nos dé la solución, que sabrá de estos temas, asunto del que yo no sé nada. Pero sea como sea, el punto primero es que Franco no puede estar allí. Para poder hablar de lo que se quiere hacer a partir de ahora, el punto previo es que Franco salga de ahí. Si no, no tiene sentido ninguna propuesta que se haga de cara a esa resignificación futura.

En el caso de José Antonio, ¿qué hay que hacer con su tumba?

-Me quedo con lo que dijo la Comisión de Expertos en 2011, que vino a concluir que José Antonio tiene que salir de la iglesia y tiene derecho a estar en el edificio, pero en otra parte, en alguno de los columbarios, por ejemplo, pero no en un lugar central de esa iglesia. Esto todavía no se ha hablado, pero igual a medida que avance el tiempo se hace necesario. Su tumba tiene que perder esa especie de ostentación que da su actual situación previa al altar, y su actual aspecto, equivalente al de la tumba de Franco.