Pamplona - UPN ha dado el pistoletazo de salida para el que será su 12º congreso. La cita está prevista para el 29 de marzo, dentro de los plazos que marcan los estatutos y en medio de una apatía generalizada que no hace prever grandes sorpresas. Pero que una vez superado el ciclo electoral Javier Esparza ha optado por acelerar para garantizar su continuidad en el partido sin que dé tiempo a consolidar una alternativa sólida que renueve la estrategia y la dirección.

Tras dos fracasos electorales especialmente dolorosos, primero ante Uxue Barkos y ahora ante María Chivite, Javier Esparza se perfila como único candidato viable al frente del partido. Lo hace con un mensaje marcadamente continuista y sin que nadie a su alrededor cuestione el discurso de confrontación ni la política de alianzas que UPN ha asumido en los últimos años.

No es tiempo para aventuras en el regionalismo tradicionalista, si es que queda algo de aquella identidad que tuvo en sus orígenes. Así que todo apunta a que UPN va a seguir por donde viene, aunque la deriva apunte ya hacia ocho años de oposición. Que pueden ser muchos más si la mayoría progresista de la comunidad, que hoy cuenta con 30 de los 50 escaños del Parlamento, consolida la colaboración que está dejando ver en este inicio de la legislatura. Lo que unido al panorama político que se empieza a dibujar también en Madrid deja a Navarra Suma sin discurso efectivo ni capacidad de influencia.

No son buenos tiempos para la derecha en Navarra, pese a que las últimas elecciones le han permitido consolidar un espacio cercano al 35% y recuperar diversas alcaldías. No hay mayoría conservadora posible en la Comunidad Foral sin el concurso del PSN. Y los socialistas han llegado a la conclusión de que ahora les toca a ellos gobernar, por mucho que les pese a los tradicionales poderes fácticos que todavía suplican por una vieja alianza que, olvidados los años de la corrupción y superada la etapa de la violencia, parece hoy más lejana que nunca.

Más allá dEl congreso UPN afronta el nuevo congreso sin más argumento que el pataleo constante ante el nuevo Gobierno y con un cierre de filas que de momento mantiene unido al partido. Sin capacidad de reacción ante el nuevo escenario que se ha abierto en Navarra y un horizonte que puede empezar a dar vértigo cuando el regionalismo supere la frustración que le supuso la pérdida del poder en 2015 y asuma la realidad que a medio plazo tiene por delante.

Antes sin embargo toca elegir la dirección del partido y definir la línea política. Y más allá de algún cambio de cromos en cargos de segunda fila, el peso de la organización seguirá en manos de los mismos dirigentes. Con Javier Esparza al frente, apoyado por el grupo de dirigentes locales que, con Enrique Maya y Alejandro Toquero a la cabeza, han recuperado las alcaldías y apuestan por mantener el status quo.

No es previsible por lo tanto que se vaya a revisar la alianza con PP y Ciudadanos, que aunque ha diluido la imagen de UPN una coalición más de derechas que foralista se sigue viendo con buenos ojos dentro del partido. Fundamentalmente porque ha permitido aglutinar a todo el centro de derecha y frena la irrupción de Vox, evitando una fragmentación de voto que hubiera debilitado la ya de por sí difícil situación de UPN. Y porque en la práctica ha servido para fagocitar a dos partidos que son competencia directa, y cuyo futuro en la Comunidad Foral a punta a la insignificancia el día que los regionalistas den por amortizada Navarra Suma. Falta por ver si ese momento llega con las elecciones de 2023 o queda para más tarde. Pero parece que solo es cuestión de tiempo.

Todo ello explica el poco pulso interno que muestra la formación regionalista, resignada a seguir la inercia mientras espera que el viento político que sopla desde Madrid cambie de dirección, como si la situación que atraviesa hoy UPN tuviera solo una causa externa. El mero hecho de que alguien como Sergio Sayas, un oportunista sin carisma ni proyecto que ha ido medrando en el partido sin otra ideología ni más aliados que quienes aspiran a seguir ligados a un cargo público, se crea con opciones de disputar a Esparza el liderazgo del partido describe a la perfección la falta de rumbo en la que se encuentra la sigla de UPN, hoy relegada por una marca subsidiaria.

Tal vez el 12º congreso sirva para encontrar una salida al aislamiento institucional en el que se encuentra la derecha en Navarra, incapaz de abrir cauces de acuerdo y de diálogo con el resto de fuerzas políticas. Algo que exige más autocrítica y moderación que la mostrada los últimos cuatro años. Y posiblemente una nueva dirección que afronte el futuro haciendo borrón y cuenta nueva con todo lo anterior. Dispuesta a alejar el partido de la radicalidad, a tender puentes con esa gran parte de la sociedad que no le vota y a recuperar el pragmatismo institucional. Aunque eso implique salir de la trinchera y arriesgar en el mensaje. Pero no es probable que ocurra. Más bien apunta a todo lo contrario.