Están lejos los tiempos en que los líderes del Partido Popular vasco, los de la derecha autodenominada constitucional y supuestamente foralista acaparaban portadas de diarios y espacios audiovisuales. El PP de la Comunidad Autónoma del País Vasco tuvo un época de esplendor y una resonancia política indudable, cuando ETA decidió que sus cargos eran objetivo prioritario y les tocó vivir en la zozobra y la amenaza. Se cumplen ahora 25 años del asesinato de Gregorio Ordóñez, el primero de una siniestra lista de víctimas sin más pretexto que representar al Partido Popular como concejales. Miguel Ángel Blanco, José Luis Caso, Manuel Zamarreño, Jesús María Pedrosa, Manuel Indiano y José Ignacio Iruretagoyena, concejales del PP en la CAV y, como afines a ese partido, los concejales de UPN en Nafarroa Tonás Caballero y José Javier Mugica, fueron abatidos por ETA en unos años de locura que sembraron el sufrimiento en esta tierra.

Coincidió esta escabechina -o a consecuencia de ella- con un tiempo de pujanza del PP, cuyos dirigentes hicieron frente con dignidad a la enajenada ofensiva de ETA y abanderaron de manera exclusiva la defensa de las víctimas copando el espacio mediático. Pesaban mucho entonces en la política española los líderes del PP vasco y eran considerados ellos mismos como héroes amenazados, lo que les rindió indudables réditos políticos y electorales. Jaime Mayor Oreja, Carlos Iturgaiz y María San Gil eran pesos pesados dentro del partido y su liderazgo indiscutible en un PP instalado en la crispación.

Obsesionado en la confrontación, el PP vasco no fue consciente de los cambios sociales y políticos que presagiaban el fin de ETA y comenzó el declive. El espíritu de Mayor Oreja, el peso ideológico de la FAES y la dificultad para ubicarse en la nueva situación, impidieron a ese partido evolucionar con normalidad ante una realidad política ausente de ETA iniciando un declive estrepitoso que, además de cientos de miles de votos, se llevó por delante a más de un dirigente con solvencia. María San Gil prefirió la confortabilidad de Madrid a la presidencia de un partido a la baja. Antonio Basagoiti, su sucesor, abandonó la política por sus negocios en México. Seguían pintando bastos para el PP vasco y para Arantza Quiroga, presidenta subsiguiente, que también dimitió tras ser fulminada por el núcleo duro de Génova por haber osado defender que a los presos les bastaría con un rechazo expreso a la violencia de ETA en lugar de una condena firme.

En caída libre ha seguido el PP vasco, que después de aquellas congojas no ha levantado cabeza hasta el punto de verse menospreciado en las altas esferas del partido. La nueva cúpula ha optado de nuevo por la intolerancia ideológica, la crispación y la adhesión inquebrantable, por lo cual no hay sitio para los tibios como Borja Semper -otro que huyó-, ni para los desleales como Alfonso Alonso, quien apostó por Soraya en su pugna con Pablo Casado por la presidencia del PP. Sólo caben, y sólo prosperan, prototipos de la bronca y la provocación como Cayetana Álvarez de Toledo o la navarra Ana Beltrán, curtida en el hostigamiento avinagrado contra todo vasquismo y todo progresismo en la Comunidad Foral. Por supuesto, caben también personajes fieles y dóciles como Javier Maroto, agazapado senador por Castilla-León tras su patético rescate de la indigencia política.

Así las cosas, y cuando ya se anuncian inminentes las elecciones autonómicas en la CAV, se comprueba que el PP vasco es absolutamente prescindible para Génova. La cúpula que preside Pablo Casado ha congelado el relevo de Borja Semper y no acaba de aceptar que el candidato a lehendakari vaya a ser Alfonso Alonso, aunque cuente con el apoyo de los cuadros más relevantes del PP vasco. Por muy extraño que parezca, Alonso está considerado en la cúpula como excesivamente moderado, flojo diría Cayetana, e incapaz de hacerle frente al nacionalismo como se debe, es decir, con la hostilidad que se merecen los que quieren romper España.

Con el pretexto de que está pendiente de resolver la posible alianza con Ciudadanos, Casado se lo sigue pensando y la candidatura de Alonso sigue en el aire. A ver si hay suerte y al final se deciden por Rosa Díez, que también suena.