- El presidente israelí, Reuvén Rivlin, dio la noche del lunes un puñetazo en la mesa, in extremis, a minutos de concluir el plazo de Beny Gantz para formar Gobierno, le concedió dos días más para finalizar un pacto con Benjamin Netanyahu. Ayer ambos empezaron las negociaciones a contrarreloj.

Lo habitual es que la Presidencia, a solicitud del candidato, otorgue las dos semanas que prevé la ley para las negociaciones y equilibrio de poderes entre partidos que requiere montar una coalición de gobierno. Pero Rivlin lleva un año pidiendo responsabilidad a las facciones y no contempla permitir que enfanguen más la vida política del país.

Así las cosas, Gantz y Netanyahu están condenados a entenderse y presentar un Ejecutivo que pueda obtener el favor de la mayoría simple de la Cámara (61 diputados) antes de la medianoche de hoy.

El líder de Azul y Blanco llega a este escenario debilitado, sin un Azul y Blanco a quien representar, pues su coalición se ha resquebrajado ante la oposición de buena parte de ella a negociar con Netanyahu. El objetivo con el que se formó, recuerdan, era echarle del poder, no compartirlo con él y gobernar a su lado.

De no lograr afianzar un Gabinete, las posibilidades de Gantz en unas nuevas elecciones, concurriendo sin sus socios y tras el desgaste de haber fracasado de nuevo, se verían enormemente reducidas.

Netanyahu, por el contrario, llega acrecentado. La crisis del coronavirus le ha permitido presentarse casi a diario ante el país como el gran gestor y solucionador de problemas y exhibir, de nuevo, sus cercanas relaciones con líderes internacionales de la talla de Putin y Trump. Y las encuestas le son favorables.

El último sondeo de intención de voto, difundido ayer por el Canal 12, le daba al Likud 40 diputados, en vez de los 36 de ahora, lo que le garantizaría la mayoría simple con sus socios tradicionales, de la derecha y ultraortodoxos, sin tener que buscar un ejecutivo de unidad. Gantz, por su parte, pasaría de los 33 escaños de Azul y Blanco, a lograr 19 en solitario, tras la disolución de la coalición que ha encabezado hasta ahora.

Ambos habían anunciado hace tiempo "importantes progresos" en sus negociaciones y el país daba por hecho que en breve tendría un gobierno, tras soportar cerca de año y medio (desde diciembre de 2018) un Ejecutivo en funciones. El pacto que se dibujaba incluía reparto de cargos y la alternancia entre ambos en la jefatura del gobierno, comenzando por Bibi (Netanyahu) el primer año y medio.

Pero hace una semana, las negociaciones se rompieron y Gantz declaró públicamente que quiere un gobierno de unidad, "pero no a cualquier precio".

Según analistas y medios, los desacuerdos fueron principalmente dos: el primero, un repentino cambio de opinión de Netanyahu sobre el funcionamiento del nombramiento de jueces. El control de la Justicia es un tema extremadamente sensible, estando él como está acusado de tres delitos graves y pendiente de sentarse en el banquillo.

Otro asunto espinoso, surgido también en el último momento, fue el temor de Netanyahu a que el Tribunal Supremo decida que no puede ejercer como primer ministro al estar acusado (hay dudas legales y la corte ha evitado pronunciarse mientras la situación sea hipotética) y que, entonces, pasase a serlo directamente Gantz durante toda la legislatura.

También ha habido desacuerdos respecto a las intenciones del Likud de anexionar partes de la Cisjordania ocupada, espinosa cuestión que cuenta con amplio rechazo internacional y en la que Gantz exigía tener capacidad de veto.

Cuartas elecciones. Netanyahu y Gantz deberán presentar un gobierno antes de mañana. De no lograrlo, Rivlin ya ha dicho que no entregará el mandato a un nuevo candidato, sino que trasladaría esa responsabilidad al Parlamento, opción contemplada en la ley. Así, la Kneset tendría 21 días para elegir un diputado encargado de formar gobierno en un plazo de dos semanas. De no lograrse, Israel estaría condenado, de nuevo, a unas cuartas elecciones, que seguirían a las citas de abril y septiembre de 2019 y el pasado 2 de marzo.