Las elecciones presidenciales de Francia de 2022 plantearán salvo sorpresas un nuevo duelo entre el actual inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron, y la líder ultraderechista Marine Le Pen, si bien la perspectiva de que esta pueda llegar al poder no parece bastar para recuperar el frente republicano.

Bajo esta denominación, los partidos tradicionales han mantenido durante años una especie de cordón sanitario a la ultraderecha, que ahora representa la Agrupación Nacional de Le Pen. El pacto no escrito pasaba por respaldar al candidato moderado superviviente en caso de segunda vuelta, independientemente del partido a que perteneciese.

Un sondeo publicado ayer por la revista L’Opinión plantea una segunda vuelta entre Macron y Le Pen en la que Macron obtendría el 53% de los votos, frente al 47% de su rival.

A finales de enero la distancia entre ambos era aún más estrecha, de solo cuatro puntos y, en cualquier caso, parece que la base electoral de Le Pen se consolida. Un 84% de quienes la apoyaron hace cuatro años tienen previsto volver hacerlo en los próximos comicios.

Jean-Luc Mélenchon, líder de Francia Insumisa, admitió el domingo que Macron y Le Pen “claramente no son lo mismo”, pero dejó claro que no daría ninguna consigna a sus votantes en caso de ese hipotético enfrentamiento, que reeditaría el que ya se vivió en 2017. La pasividad de Mélenchon parece extenderse entre su electorado, ya que un 52% de quienes votasen por él en la primera vuelta directamente no acudirían a votar en la segunda.