odos conocemos la historia de David y Goliat recogida en la Biblia. Y, aunque no la hayamos leído, sabemos bien lo que significa: es la victoria del pequeño frente al grande, del desvalido frente al poderoso, un recuerdo de que aunque tengamos todo en nuestra contra, siempre habrá posibilidades de salir triunfante. Esta metáfora resulta perfectamente ilustrativa de la desigual batalla que estamos librando desde la Unión Europea contra los gigantes que atacan mediante noticias falsas la reputación y la credibilidad de nuestro espacio común de libertades. La apariencia de nuestros enemigos y la desigual dedicación de recursos económicos, técnicos y humanos en la contienda, nos hace pensar que los europeos no tenemos nada que hacer ante los continuos ataques de desinformación que recibimos.

Cierto es que nos enfrentamos a tres monstruos demoledores por sus capacidades y porque no tienen reglas del juego: todo vale para sus fines. De un lado, Estados que no respetan los Derechos Humanos y que ven en la Unión Europea un peligro para sus pretensiones de dominación de sus poblaciones y de contención a sus políticas expansionistas. En este bando trabajan sin descanso los aparatos de desinformación de Rusia, Turquía o China, por hacer mención a los más poderosos. Por otro lado, los grupos políticos que instigan el populismo y las tentaciones eurófobas caracterizados por su radicalidad ideológica, bien sea en el extremo que pretenden influir en las decisiones de los Estados democráticos de los 27 para derrumbar la construcción del proyecto europeo que hoy sigue significando uno de los mayores éxitos de la Humanidad de convivencia en paz y libertad. Pero estos dos aliados encubiertos cuentan también con la inestimable ayuda de los gigantes tecnológicos, cuyos objetivos no entienden de patrias ni de derechos, sino simplemente de resultados y de controlar los datos de los ciudadanos. Los Google o Facebook ponen sus plataformas al servicio de las fake news con mínimos controles sobre lo que en sus omnipresentes plataformas se dice. Contra este conglomerado de fortalezas luchamos desde hace una década con suerte desigual.

Las Instituciones europeas son ya plenamente conscientes de la gravedad de los ataques y los riesgos inherentes para la democracia en Europa. A finales de 2018 y con la cabeza en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, que se celebraron en mayo de 2019, la Unión Europea tomó algunas medidas como una mayor transparencia en la publicidad política online e incluso la posibilidad de sancionar a quiénes usaran ilegalmente datos personales, pero además, aprobó un plan de acción para contrarrestar la desinformación. Con este plan de acción la UE pretendía dar una respuesta coordinada mediante cuatro claves: mejorar las herramientas para detectar la desinformación; impulsar un trabajo conjunto entre la UE y los países que forman la UE; conseguir que el sector privado actuara contra la desinformación y sensibilizar a la sociedad contra este problema. El resultado inmediato en los comicios a la Eurocámara nos sorprendió con la mayor participación en unas elecciones europeas, especialmente entre los jóvenes, y que la temida irrupción mayoritaria de fuerzas populistas no fue tal.

Era el primer síntoma de que David tenía atributos de inteligencia que bien empleados ante la bestia podían darnos la victoria. A partir de entonces la UE ha puesto en marcha y de forma muy especial para combatir los continuos ataques que estamos sufriendo a raíz de la pandemia del covid-19. En la página web de la Comisión Europea de lucha contra la desinformación, diariamente se aportan contenidos para ayudar a los europeos a librar esta batalla por la libertad de información. Separar los hechos de la ficción sobre las vacunas; separando hechos de ficción sobre el covid-19; no te dejes engañar por los bots; identificar las teorías de la conspiración o tenga cuidado con las estafas en línea, son algunos de los últimos artículos que podemos encontrar para discernir la veracidad de las noticias que sobre la UE se publican en medios o se difunden en redes sociales. Sin embargo, si queremos que David acabe con Goliat, debemos implicarnos cada uno de nosotros como individuos libres en esta batalla. Lo que está en juego es nuestra capacidad de discernir las voces de los ecos, separar el ruido para actuar con la voluntad democrática que es el mayor tesoro que tenemos en la Unión Europea.