La semana de las elecciones madrileñas deja un panorama político muy distinto del que había antes del 4-M en el cual se redobla la presión hacia el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no solo por el revulsivo que ha supuesto para el PP la victoria de Isabel Díaz Ayuso, sino por el daño causado al PSOE.

De momento, los socialistas madrileños asumen su debacle en la Asamblea de Madrid con la dimisión de su secretario general y hombre de confianza de Sánchez, José Manuel Franco, y con la renuncia del candidato, Ángel Gabilondo, si bien la digestión de la derrota, que puede hacerse pesada, corresponderá ahora a una gestora.

Casi sin tiempo para analizar el alcance de lo ocurrido, el líder socialista ha visto cómo la expresidenta andaluza Susana Díaz, a la que derrotó en las primarias de 2017, se lanza a unas primarias adelantadas en Andalucía frente al candidato promovido desde Ferraz, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas.

En el horizonte de lo mucho que puede suceder a partir de ahora en el Partido Socialista está el 40 congreso que celebrará en octubre en Valencia, pero esa cita queda aún muy lejos y ahora el debate interno se ceba en el papel desempeñado por Moncloa en una campaña, la madrileña, que ha acabado estrepitosamente para el PSOE.

Para entonces, en otoño, se espera que el control de la pandemia haya despejado el horizonte de la recuperación económica y social.

Esa es la principal baza con la que cuenta Pedro Sánchez al frente del Gobierno de coalición, con el plan de recuperación ya en manos de Bruselas y unas optimistas expectativas que apuntan a la inmunización del 70% de la población a final del verano.

La gestión de la pandemia entra hoy en una nueva fase con el levantamiento del estado de alarma que durante medio año ha dado cobertura legal al toque de queda y los cierres perimetrales autonómicos. El Gobierno ha optado por un modelo que deja la respuesta a la crisis sanitaria en manos de las autonomías.

Ello puede acarrear problemas extra al Ejecutivo de Sánchez, que si bien ha previsto un mecanismo para que el Tribunal Supremo dirima sobre la legalidad de las restricciones más duras, también puede ver cómo los reproches recibidos desde las comunidades del PP, con Madrid a la cabeza, a cuenta de la cogobernanza, se multipliquen.

Además, el Gobierno puede no estar exento de posibles turbulencias derivadas del obligado reajuste en Podemos por la marcha en dos tiempos de Pablo Iglesias: primero del Gobierno de coalición y del partido y luego de todos sus cargos tras el fracaso de la izquierda en los comicios madrileños, a los que concurrió como candidato.

La sucesora de Iglesias para encabezar la representación de Unidas Podemos en el Gobierno es Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo. La también ministra, la navarra Ione Belarra, se postula para dirigir Podemos, con Irene Montero como número dos para equilibrar así las distintas fuerzas de Unidas Podemos representadas en el Gobierno. Los morados han decidido culminar su asamblea para elegir a la sustituta de Iglesias el mismo día en que el PSOE de Andalucía resuelve sus primarias adelantadas: el 13 de junio. Poco más de un mes para despejar dos incógnitas muy relevantes.

Eso sí, Pedro Sánchez ya sabe que el duro golpe recibido por el PSOE en Madrid, sorpasso incluido de Más Madrid, no va a tener repercusión en el apoyo de sus socios parlamentarios, que esta semana han asegurado que no ven en peligro la gobernabilidad tras el triunfo del PP, pensando en el posible rearme de la derecha.

Y si el Gobierno puede contar en principio con sus socios, que ni piensan en un adelanto electoral ni vislumbran unos presupuestos que puedan poner en peligro la legislatura, lo va a tener más difícil con la oposición, que se ve reforzada con la aplastante victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Su triunfo ha dado al PP un nuevo protagonismo y no ocultan su entusiasmo al interpretar lo sucedido el martes como un primer escalón para la reconquista del Palacio de la Moncloa.