cuador de la legislatura navarra, parlamentaria y municipal. Hay un efecto psicológico en los cargos públicos que les lleva a contemplar lo que queda como un tiempo que se les escapa, a diferencia de los dos años anteriores, plenos de pujante interés por las instituciones a las que llegaron. Días de descuento que transcurrirán hasta que sepan si volverán a ocupar el mismo asiento, y días en los que cualquier movimiento se empieza interpretar en clave electoral. También en las direcciones de los partidos cambia el ritmo. Hay que afinar la estrategia, programar nuevas actividades y marcar mejor las propuestas. No es lo mismo estar en el gobierno -ahí donde llevar una buena inercia es garantía de lo mejor- que en la oposición -lugar en el que cualquier cosa está sujeta a la incertidumbre de si se estará acertando-.

El caso es que esté cambio de ritmo psicológico ha llegado a los predios de Navarra Suma justo cuando uno de sus socios fundadores, Ciudadanos, está desapareciendo por el sumidero, y en cambio el socio preterido, el PP, lidera las encuestas nacionales. Conviene recordar aquella historia. Fue Javier Esparza quien ideó la fórmula consciente de que si no hacia algo que le cubriera las espaldas en las elecciones de hace dos años, se encaminaba a su final en la vida pública. Si pierdes unas elecciones por segunda vez, por más que puedas excusarte en que la primera te ocurrió por espantada de la antecesora, te quitan y ponen a otro. Con la coalición en el zurrón salvó el de Aoiz el pellejo por dos ocasiones, tras los comicios y tras el congreso de UPN, y previsiblemente contará con una tercera oportunidad dentro de veinticuatro meses para llegar a presidente o de lo contrario volverse al colegio. Cuando montó Navarra Suma, lo vendió como un acuerdo primigenio con Ciudadanos al que luego se sumó el PP. Matiz importante, porque aquí el orden de los factores sí que altera el producto. Entonces los de Albert estaban en auge, y sobre todos eran los modernos, los chulis, los renovadores. Que hicieran asquitos al sistema foral parecía ser lo de menos (y realmente lo era: formaba parte de la misma pose que les llevaba un día defender la gestación subrogada y otra a decir que había que subir porque sí sueldos a policías y guardias civiles). Lo importante para UPN era demostrar que no estaban solos en la travesía del desierto, y a ver si con las nuevas alforjas se llegaba antes. Al PP, que en aquel entonces estaba sacudido a partes iguales por la displicencia de Rajoy y la corrupción pija de los gurtélidos, lo tuvieron como un invitado de segunda, un "pasa, pero no molestes". Como haciéndoles la caridad. Hoy las cosas han cambiado porque han volteado los papeles: lo que parecía naranja brillante se ha tornado en cercano a lo irrelevante, y aquel azul desteñido parece que va cobrando nueva vitalidad.

UPN vivió sus mejores tiempos cuando supo hacer una lectura inteligente de lo que podía pasar en la política nacional. No es casualidad que el pacto institucional con el PP, el que acabarían triturando Sanz y Pepiño, se fraguara en los prolegómenos de la llegada de Aznar al poder. Gentes con una privilegiada cabeza política, como Juan Cruz Alli o el hace poco fallecido Rafael Gurrea, aun en sus tan distanciadas visiones, supieron ver lo más básico: que el fuerismo tenía poco que hacer si no jugaba en un terreno compartido con quien iba a mandar en España. Esa capacidad de asociar estratégicamente lo de aquí a lo de allá se ha perdido por completo en la forma en la que Esparza intenta jugar sus escasa cartas. Tanto, que ya está con el paso cambiado. Para completar el cuadro, ahí tenemos a Vox, que con toda seguridad ofrecerá listas en Navarra dentro de dos años, y con bastante probabilidad ocupará algún escaño. Su muñidor ha perdido dos años en hacer de Navarra Suma algo más que un mal contenedor y un buen logotipo. No ha sabido siquiera afianzar la marca como plataforma política versátil y pujante, ni aprovecharla para regenerar visiones, discurso y cantera. Lo único que le queda es intentar una nueva escaramuza. Tragarse a los que pueda de los de Arrimadas, organizar una entrega de carnés en Príncipe de Viana, y presentarse ante los de Casado para ver cómo reparten las meriendas.

Este cambio de ritmo psicológico de la legislatura llega justo cuando el socio fundador de Navarra Suma desaparece por el sumidero

UPN vivió sus mejores tiempos cuando supo hacer una lectura inteligente de lo que podía pasar en la política nacional