ace apenas cuatro años y medio Pedro Sánchez salía expulsado de la dirección del partido en una guerra interna que abrió las carnes del socialismo. Había llegado de prestado y quien lo había puesto allí quiso quitárselo de encima de malas maneras pensando que las bases del PSOE lo aguantan todo. Pero no fue así.

Aquella tarde marcó a Pedro Sánchez, pero también a su proyecto político. El hoy presidente del Gobierno entendió el desconcierto de su militancia, atraída por la propuesta renovadora y rupturista de Podemos en un contexto de crisis económica y social. Y asumió un discurso más izquierdista y plural del que le había llevado a la dirección de PSOE por primera vez. Todo lo demás vendría después, solo hubo que esperar.

Es cierto que el giro socialista no ha estado exento de oportunismo. La posibilidad de pactar con Ciudadados en la eterna búsqueda del centro siempre ha estado presente, y es posible que si la repetición electoral hubiera dejado otras opciones el Gobierno sería diferente. Pero también lo es que, al final, la apuesta ha sido sincera y coherente, y que ha permitido gestionar una crisis sanitaria sin precedentes con notable estabilidad y apoyo político.

Cuatro años después de aquel comité federal fratricida, el PSOE exhibe estos días unidad interna en el congreso federal de Valencia. Barones críticos como Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán o Emiliano García Page vuelven a la órbita de la dirección con las elecciones generales, autonómicas y municipales de 2023 ya en el horizonte. Una cohesión reforzada con el último cambio de Gobierno, que ha vuelto a conectar el poder general de Moncloa con las estructuras Ferraz, y que se va a traducir en una ejecutiva más reducida centrada ya en el nuevo ciclo electoral.

Pocos quedan ya de aquel grupo de fieles que acompañó a Sánchez desde el destierro hasta el Gobierno de España. Apenas el diputado navarro Santos Cerdán. Una figura política discreta pero leal y efectiva, que ha sido clave en los principales éxitos del líder del partido. De las primarias que lo hicieron secretario general a la moción de censura, pasando por los pactos presupuestarios y la rotunda victoria de Juan Espadas en Andalucía, fundamental para garantizar la cohesión del PSOE.

El 40º congreso ratificará hoy a Cerdán como secretario de Organización. Un reconocimiento personal y político, pero también un aval al socialismo navarro, que ha acudido con júbilo a Valencia a celebrar el ascenso de un compañero a lo más alto de la estructura Ferraz. Sabe que mientras tenga mando en plaza nadie forzará un cambio de estrategia en Navarra, despejando el camino para futuros gobiernos de Chivite.

El congreso de Valencia cierra así un ciclo interno marcado por el giro a la izquierda y por las alianzas con fuerzas nacionalistas que han garantizado al PSOE el Gobierno central y un buen número de gobiernos autonómicos, incluído el de Navarra. Y en el que una vez más vuelve a surgir la tentación de la centralidad como garantía, nunca demostrada, de éxito electoral.

La cita deja además una calculada ambigüedad en el discurso federalista. Ha habido algunos amagos interesantes en esa dirección, como la reforma fiscal para evitar el dumping de Madrid, o la descentralización de organismos públicos. Propuestas aparcadas tras las críticas de determinados poderes fácticos a todo lo que sea limitar el control de la capital sobre el resto de territorio. Un debate presente en el congreso de estos días en Valencia que de momento no va más allá de alguna referencia general en la ponencia ideológica, pero en el que insistirán varios de sus dirigentes regionales.

Es evidente que España tiene un problema territorial. Pero su origen no está ni en Catalunya ni en Euskadi, sino en Madrid. Las tensiones identitarias monopolizan el debate mientras la capital absorbe recursos económicos y humanos de su entorno con una propuesta cada vez más agresiva que está provocando un desequilibrio difícil de sostener. Y que empieza a tener respuesta en algunos territorios en forma de movimientos sociales y políticos que siguen la senda abierta por Teruel Existe.

Con el PP atrincherado en el modelo Ayuso, el PSOE ha quedado como el único partido con capacidad de vertebrar el Estado desde una visión plural y descentralizada. La apuesta por el eje mediterráneo del presidente valenciano, Ximo Puig, anfitrión del congreso, puede ser un camino, pero será insuficiente si no se acompaña de medidas tanto en el político como en el fiscal que hagan efectivo ese "federalismo multinivel" que propugna el PSOE.

Una urgencia política a la que el Gobierno central deberá dar respuesta antes o después. Pero también una oportunidad para hacer del PSOE un proyecto hegemónico a lo largo y ancho del mapa electoral si asume que la capital del Estado debe estar al servicio del país, y no el país al servicio de la capital. Algo que muchos en Madrid, y también en el PSOE, parecen no haber entendido todavía.

El problema territorial de España no está ni en Cataluña ni en Euskadi, sino en Madrid, foco de un desequilibrio creciente

El PSOE puede consolidar un proyecto hegemónico si apuesta por un país en el que no todo se decida en la capital