Un navarro y una aragonesa, citados en un lugar emblemático como Javier. “Espacio prepirenaico de cruce y transición entre una Navarra y otra, además del destino final de las Javieradas”, comenta el filósofo. Entorno que forma parte del bagaje emocional de Carmen Lumbierres, tras algunos veranos de juventud. “Me gustan mucho los territorios de transición y frontera”, afirma. “Me parecen la definición del espacio de todos” La politóloga reside en Binéfar, otro espacio fronterizo, lindando con Lleida.

Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, teorizó hace unos años sobre la ligereza como tendencia dominante de nuestra época. Unos meses antes del estallido de la covid, cuenta Innerarity, debatió con el propio Lipovetsky en París, “sin imaginar hasta qué punto esta nos iba a poner en otro horizonte diferente. “De repente el virus nos recordó nuestra condición corporal más vulnerable”.

Innerarity observa “una nueva seriedad y dramatismo” por una crisis solapada en la que “hay que tomar decisiones muy trágicas ante intereses contrapuestos”. Una tesitura en la que es imposible no dejar daños. “El momento es más grave”, coincide Carmen Lumbierres, que cree que la crisis de 2008 fue “el primer tortazo en la cara” al neoliberalismo, y que la pandemia ha asentado la percepción de que “esto nos sobrepasa a todos y que hay que buscar soluciones colectivas”.

Momentos difíciles al menos desde la crisis económica anterior, en donde según Innerarity “comprobamos dramáticamente que no todo se puede satisfacer al mismo tiempo”. Desde gravar impuestos al diésel o reflexionar sobre el consumo de carne, ejemplifica, “hay una conciencia de incompatibilidad”, explica. Lumbierres se pregunta si esa incompatibilidad es nueva. “Siempre hemos vivido en conflictos. Tuvimos una reconversión industrial salvaje en este país que empezó en los setenta, y eso también fue un cambio de modelo económico y productivo brutal. ¿Qué tuvo de bueno ese test de estrés? Que las protestas se canalizaron porque al colectivizarse se organizaron. Así es más fácil la interlocución”.

En cambio, según esta politóloga, posteriormente faltó organización colectiva, lo que generó “mucho desapego en los ciudadanos”, algo que cree que se ha empezado a romper en la actual crisis.

En este punto, preguntamos por la polémica sobre la producción de carne intensiva. A juicio de Innerarity, “lo triste es comprobar una vez más cómo los intereses de corto plazo de un Gobierno, un ministro, una oposición, prevalecen sobre una agenda de largo plazo en la que podríamos estar bastante de acuerdo, contemplada además en el programa de Gobierno”.

Sin embargo, “como estos asuntos se meten en la discusión oportunista a las puertas de una campaña electoral, el presentismo lo domina todo”. Innerarity recuerda el juego “a veces un poco mezquino de la política con el que también hay que aprender a convivir”. Por ello “hay que dar por sentado que la oposición va a aprovechar cualquier resquicio, aunque sea contradictorio con sus propias convicciones, para la pelea”, a lo que suma el “cálculo electoral” de cada parte del Gobierno de coalición.

Para Lumbierres, este es “el ejemplo de mantenerla y no enmendarla por un lado y por otro”. Considera “evidente la inoportunidad” de las declaraciones de Garzón, duda de la pertinencia de abrir este debate en un periódico, y recuerda que el ministro forma parte de un Gobierno de coalición “que no es débil, porque saca Presupuestos y leyes, pero al que le cuesta “sangre, sudor y lágrimas conseguir la mayoría en el Parlamento”. Según esta politóloga, “aquí hay muchos candidatos intentando buscar proyección política”, dinámica en la que engloba al ministro de Consumo. Y considera de “poca fineza política” mantener este tema abierto, “cuando sabes que lo está aprovechando clarísimamente la derecha”.

Cree que “se tiene que encauzar esta polémica” en los proyectos o proposiciones de ley en marcha “de revisión sobre la ganadería intensiva, sean macrogranjas u otro tipo”. Lo que más le ha sorprendido a esta doctora en Ciencia Política es “qué poco han detectado el enfado del mundo rural como para lanzar estas declaraciones sin prever la magnitud de la reacción”. A su juicio, “hay un hartazgo evidentísimo ante las políticas diseñadas desde las capitales, la de la comunidad autónoma, la de España o la de la Unión Europea”. Lumbierres comparte que se “requiere transformar la cultura de alimentación, pero se pregunta “quién va a pagar esto” y “quién va a canalizar el enfado del mundo rural”.