l próximo jueves finaliza el plazo que tradicionalmente se ha fijado como tope para el adelanto electoral en Navarra. El Amejoramiento, la ley que regula el autogobierno, otorga a la presidenta la potestad de disolver el Parlamento antes de tiempo, siempre y cuando “no reste menos de un año para la terminación de legislatura”. Y la legislatura se ha solido dar por finalizada con la convocatoria formal de elecciones, prevista para marzo de 2023, dos meses antes de la llamada a las unas.

En el Gobierno de Navarra se maneja sin embargo una fecha alternativa. La del 19 de junio, día en el que restará un año para la constitución ordinaria del nuevo Parlamento. Es una lectura nueva del Amejoramiento y tiene su importancia, porque deja en manos de María Chivite, y por extensión del PSN, el botón rojo de las elecciones anticipadas durante tres meses más. Y esa siempre es un arma de presión para rivales y aliados.

No obstante, y aunque nada se puede descartar hasta el último momento, el adelanto electoral no es una opción que esté ahora mismo sobre la mesa de la presidenta. Sí lo estuvo, aunque fuera de forma más teórica que real, durante algunas semanas de enero, en las que se llegó a elaborar un análisis del grado de cumplimiento del pacto programático.

El informe, encargado por el equipo de la presidenta a los distintos departamentos, era también una forma de presionar a Geroa Bai en un momento en el que las diferencias se empezaban a hacer más evidentes. Una advertencia a su socio principal de la parte socialista del Gobierno, que se sentía fuerte y consolidada como para afrontar unas elecciones anticipadas.

Ese escenario parece sin embargo ya descartado. No habrá adelanto electoral como tampoco lo hubo en las dos legislaturas anteriores. Barcina pudo haber ido a las urnas en 2014 tras la fallida comisión de investigación por las supuestas irregularidades en Hacienda, aprovechando la debilidad con la que el PSN salió de aquel proceso. Pero optó por aguantar un año más confiando en que la mejora económica permitiría a UPN recuperar el desgaste sufrido por los recortes y por la desaparición de Caja Navarra. Ocurrió justo lo contrario. Las protestas fueron constantes y mayo de 2015 derivó en la irrupción de Podemos y Geroa Bai al frente del Gobierno.

El tramo final del mandato se le hizo largo también al Gobierno de Uxue Barkos, que afrontó las elecciones de 2019 con la extrema derecha protagonizando el debate nacional y Pedro Sánchez en lo alto de una ola electoral a la que también se subió el PSN, y que acabó llevando a Chivite a lo más alto del Palacio de Navarra.

Completar la legislatura

Ni Barcina ni Barkos se atrevieron a dar un paso inédito y abrir un ciclo electoral propio para Navarra. Tampoco lo hará Chivite. No hay argumentos que justifiquen una llamada a las urnas en medio de una incertidumbre económica que invita a la prudencia. Nadie sabe cómo será el clima social dentro de tres meses y tirar los dados en según qué momento es arriesgado.

A los socialistas siempre les ha beneficiado además el contexto político nacional. Al PSN le va bien cuando al PSOE le va bien, y unas elecciones cerca de las generales y al mismo tiempo que las municipales parecen un escenario más propicio para un partido que cuenta con una sólida estructura territorial en Navarra.

Resulta difícil en cualquier caso predecir qué ocurrirá en este último año. Pero no es previsible que sea mucho más cómodo de lo que lo han sido los tres anteriores. Si la primera parte de la legislatura ha estado monopolizada por la pandemia y por las restricciones, el tramo final lo va a estar por la guerra en Ucrania y sus consecuencias en la energía y en la inflación. Y aunque el Gobierno de Navarra confía en que la economía aguantará en cifras positivas, sin necesidad de tomar medidas de control presupuestario, ese es un escenario que a día de hoy no se puede descartar.

Es el riesgo que asume Chivite, que en los últimos días ha visto también cómo dos de sus principales activos, la sinergías con La Moncloa y la estabilidad política, se le pueden complicar a medio plazo. El cambio de criterio respecto al Sáhara o la huelga de transportes son dos ejemplos de que la marca federal no siempre juega a favor de la marca regional. Y aunque el apoyo del PSOE al PSN sigue siendo un aval para el futuro, podría dejar de serlo si las circunstancias obligan a buscar pactos de Estado con el PP o se acaban precipitando elecciones nacionales en otoño.

Nubarrones que asoman en un último año de legislatura en el que aumentan también las grietas de la propia coalición de Gobierno. La derrota parlamentaria del Plan de Convivencia -dolorosa y simbólica pero sin efectos prácticos-, no deja de ser una prueba más de que la lógica preelectoral se empieza a imponer dentro y fuera del Gabinete de Chivite. Y ese es un mal presagio cuando todavía quedan por acordar asuntos relevantes que pueden dar paso a nuevas tensiones entre PSN y Geroa Bai. Dos socios más propensos al marcaje mutuo que a reforzar una alianza que sigue teniendo recorrido de futuro, pero que empieza a mostrar síntomas de desgaste. Y aunque los daños no son graves, convendría darles solución por si la coyuntura económica se acaba poniendo fea. O el año que queda se puede hacer muy largo en el Palacio de Navarra.

La coalición de Gobierno tiene todavía recorrido de futuro, pero ofrece signos de desgaste que pueden complicar el último año

El adelanto electoral parece ya descartado, pero estuvo sobre la mesa durante algunas semanas de enero