Romper tabúes y asumir la existencia de un problema sexual no es nada fácil. Muchos tardan años en ponerle remedio, en acudir a un especialista para atajar la situación. Algunos llaman a la puerta de un sexólogo cuando la relación de pareja está profundamente deteriorada. No así los jóvenes, que se aventuran más fácilmente a enfrentarse a los prejuicios y a ponerle arreglo a su vida afectiva. Porque la mayoría de las personas que da el paso y que se sienta en la consulta de un profesional encuentra solución a sus problemas sexuales. “Es un trabajo muy gratificante, porque ves que avanzan, que van mucho mejor. Pero no es causa-efecto: tener buenas relaciones sexuales no garantiza una buena relación de pareja”, afirma María Ángeles Machín, sexóloga desde hace 30 años, que incide en que las relaciones tóxicas no se curan simplemente porque mejoren las artes amatorias. El sexo, no lo es todo.

Las disfunciones sexuales más frecuentes sí que encuentran solución con la ayuda de una sexóloga. Los problemas más comunes, los que se suelen tratar habitualmente en estas consultas, son la eyaculación precoz y la falta de erección en el caso de los hombres, y la dificultad para alcanzar el orgasmo en el de las mujeres. Muchos de los pacientes presentan dificultades de “tipo funcional”, pero otros tienen problemas “de autoestima, de la propia percepción de uno mismo”, que afectan seriamente sus relaciones, según apunta la profesional Arantza Álvarez, que ejerce desde hace 14 años en su consulta de Eibar.

“Si vienen es porque hay una problemática que les agobia, les molesta, les preocupa y no les deja funcionar bien”, indica por su parte Machín, que al igual que Álvarez recibe tanto a parejas como a pacientes de forma individual. Ambas se dedican a “trabajar con la conducta sexual” y a conseguir que la gente desarrolle “lo más sanamente posible” su vida sexual y afectiva.

Cada vez más jóvenes Cuentan con pacientes de todo tipo: mujeres y hombres que acuden solos, gente mayor y personas muy jóvenes. También parejas, “que llevan años y no consiguen tener una vida sexual sana, porque no lo practican, no hay deseo o porque hay una problemática concreta de uno de ellos como dificultades de erección o falta de orgasmo”, señala Machín.

La franja de edad es muy variada y va desde los 18 o 20 años hasta los 70. “El grueso está entre los 30 y 45 años, es gente que está consolidando sus relaciones afectivas, pero por debajo y por encima de esas edades también hay”, apunta Arantza Álvarez. Por su parte, Machín afirma que en sus 30 años de experiencia ha percibido un cambio de tendencia, ya que se ha incrementado el número de pacientes jóvenes, y no porque ahora existan más trabas sexuales, sino porque son “valientes” y “en cuanto se dan cuenta de que hay un problema lo quieren solucionar”. “Me parece evolutivamente en el tiempo algo maravilloso, porque no lo dejan pasar. No tienen esa vergüenza que han sentido muchas personas mayores para presentar su problema”, insiste esta sexóloga.

Álvarez también ha recibido a “chicos que ante un primer episodio” de un problema de erección, por ejemplo, “han acudido a consulta por si acaso”, aunque también conoce el otro extremo, el de personas que tienen una problemática desde hace años, no acaban de animarse a consultarlo y “cuanto más se tarda, mayor dificultad hay para resolverlo”. “Lo habitual no suele ser ni acudir tan rápido, ni tardar años”, señala.

Esconder un problema sexual es muy difícil, sobre todo en el caso de los hombres. “Mayoritariamente se dan los problemas de eyaculación precoz y falta de erección y ambas cosas son muy evidentes de cara a la pareja. Las mujeres vienen por falta de orgasmos o carencia de deseo, que no son tan evidentes porque lo suelen tapar o fingir, pero les produce malestar ya que saben que no están disfrutando de la relación sexual”, explica Machín, que dispone de una consulta en Donostia.

El éxito en la resolución de estos obstáculos sexuales en la pareja tiene mucho que ver con la relación que esta tenga. “Hay algunas que tienen una muy tóxica, muy distorsionada, con muchas faltas de respeto, broncas continuas, conflictos, muy estropeada desde hace muchos años”, afirma Machín, que asegura que en estos casos puede mejorar el sexo, pero la relación ya está muy tocada como para que prospere. Sin embargo, si los amantes tienen una buena sintonía, pero hay un problema determinado que quieren solucionar, “la terapia sexual funciona siempre, porque es muy fácil resolver” ese obstáculo, insiste.

Además, hay que tener en cuenta el “grado de motivación” con el que acuden a terapia, porque puede que “una persona venga con más ganas que la otra”, apunta Álvarez. “Vienen a consulta por problemas de comunicación, tienen mucha dificultad a la hora de negociar y llegar a acuerdos mínimos satisfactorios para ambas partes”, subraya.

La rutina puede pesar mucho en una pareja que lleva tiempo junta, y cuya relación sexual ya no es pasional como lo era al principio. Aquí pueden entrar en juego las fantasías para ayudar a despertar el anhelo sexual. En la consulta de María Ángeles Machín uno de los trabajos que realiza es “ayudarles a fantasear, a que la relación sexual sea algo más que un coito, a jugar al mundo de las fantasías, de la risa, la relajación, el sabor, los sentidos” y enriquecer así la vida sexual. No obstante, según esta profesional, a la mayoría aún les falta “mucho para alcanzar relaciones buenas en las que se introduzcan fantasías y se utilicen los cinco sentidos”.

Pero, ¿hay que llevar todas las fantasías sexuales a la realidad? Según Álvarez, esto puede ser “un error”, puesto que hay algunas que deberían ser “para uso y disfrute personal, para alimentar el deseo y el interés por el sexo”. El problema, en opinión de esta experta, es que “hay cierta insistencia social” en hacer realidad estas fantasías, algo que no siempre es así y que “habría que analizar en cada caso con más calma”.

La influencia del porno Muchas de estas fantasías no se han desarrollado en las mentes de “una forma libre”, sino que pueden estar influenciadas por una pornografía “no muy saludable”. “Hay mucha presencia del porno cada vez menos respetuoso y más desigual, fundamentalmente para la mujer, que tiene un rol muy maltratado, que va a peor y esto llega a los jóvenes. La mujer sigue siendo un objeto de deseo al servicio del hombre, que continua teniendo un papel muy posesivo y dominador”, afirma Álvarez.

Y esta visión es perjudicial para las chicas, pero también para ellos, puesto que siguen creyendo que deben ser los fuertes de la relación y “demostrar lo machos que son”, apunta Machín. Quieren evidenciar lo que aguantan en la cama y si esto no se cumple pueden caer irremediablemente en la frustración. “Son cuestiones que hacen mella y pueden hacer mucho daño en el desarrollo erótico-afectivo de las personas”, insiste Álvarez.