Guillermo fue el primero en denunciar públicamente los abusos que sufrió en 1976 durante su breve estancia en el colegio Padres Reparadores de Puente la Reina. Una denuncia que reflejaba un doble drama; el suyo y el de uno de sus hermanos, que estudió en el mismo centro y se quitó la vida hace unos años después de una larga enfermedad. Antes de hacerlo dejó constancia de abusos sexuales por parte del mismo religioso, el padre Juan Manuel Senosiáin. Lo hizo mediante una carta dirigida al propio Guillermo que le entregó la mujer de su hermano cuando éste ya había fallecido. Hasta ese momento, ninguno de los dos tuvo constancia del dolor del otro.

“Esto se lleva en una mochila que pesa muchísimo, sobre todo cuando un hermano ha fallecido y se lo ha llevado sin poder hacerle justicia”, explicó Guillermo hace poco más de un mes a este medio, el día que quiso hacer pública su vivencia. En la mochila de esta víctima pesaba además la culpa: “Con los años me he dado cuenta de que si yo hubiese hablado, quizás mi hermano no hubiera soportado ese sufrimiento, porque lógicamente le hubiesen sacado del colegio”, reconoció aquel día. Y dejó claro el objetivo de su denuncia: “Honrar la memoria de mi hermano, sentirme mejor y hablar por tantos otros, porque no seremos los únicos”, dijo.

“Creo que tú sabrás qué hacer con esta carta algún día”, comentaba el hermano de Guillermo casi al final de la misiva. Esa carta encendió la mecha de la denuncia de los abusos. Y Guillermo ha decidido ahora hacerla pública. “Quiero darle esta oportunidad a mi hermano. Yo tengo manos y boca para luchar, pero él no. Y de esta manera le puedo dar voz”, argumentó ayer.

una carta que quisieron ocultar Antes de denunciar públicamente los abusos, y tras insistir, recordó Guillermo su reunión con el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Monseñor Francisco Pérez. Acudió para pedir ayuda, y en un contacto posterior les sugirió “que fuésemos de la mano en esta denuncia pública”. Sin embargo, como ya recogió este diario, “la única proposición que he recibido por parte del arzobispo es que la carta que mi hermano dejó en vida, en la que relataba esos abusos, se la diese para que ellos la metiesen en una urna secreta, una especie de cajón donde no mete la mano nadie. Y que de ese cajón las cartas no salen. El arzobispo de Pamplona quiso ocultar la carta en la que mi hermano hablaba de esos abusos”, detalló Guillermo.

El viernes de la semana pasada, Guillermo mantuvo una nueva reunión en el Palacio Arzobispal, esta vez con el vicario judicial del Arzobispado Carlos Ayerra y acompañado por Koldo, víctima de abusos en Nuestra Señora Del Puy de Estella. En la reunión el vicario judicial dejó claro que el Arzobispado “se desvincula de cualquier responsabilidad en mi caso, porque dice que el colegio de Reparadores es autónomo y que son ellos quienes tienen que solventarlo”. En la misma cita, Carlos Ayerra puso en duda la versión de Guillermo respecto a la carta y el intento por parte del arzobispo de ocultarla. “Eso es lo que más me ofendió, que me llamara mentiroso”, lamentó ayer.

el silencio de los reparadores En los días posteriores a la denuncia pública, Guillermo recibió dos llamadas del Superior de los Padres Reparadores, José Luis Munilla. Le pidió disculpas en nombre de la comunidad y le mostró su respeto, su cariño y su apoyo. Y se ofreció a prestarle su ayuda. Desde entonces, el silencio ha sido la única respuesta de los Padres Reparadores. “Llegados a este punto, no espero noticias de nadie. Estoy viendo que esas llamadas fueron un paripé, un postureo. Porque el que realmente quiere solucionar las cosas lo hace”, concretó ayer. “Con lo que sé, lo que he vivido, lo que he visto y lo que he oído, he tenido suficiente. Ya no quiero saber nada de ellos”, finalizó Guillermo.

Querido hermano guillermo

Tengo algo muy importante que contarte, y que solo lo sabe mi mujer. Espero no causarte mucho dolor, querido hermano. Nadie más lo sabe, ni tampoco lo supo mamá cuando vivía. En Puente la Reina sufrí los abusos sexuales más grandes que jamás podrías imaginarte, pero no podía contarlos por miedo y por vergüenza. Fue con el padre Senosiáin, el médico. La primera vez caí enfermo y estaba yo en la cama sudando muchísimo, y venía a darme una medicación durante varios días. Recuerdo que un día aparecí en un cuarto distinto. Ni recuerdo cómo me llevaron allí. Ahora sé que estaba muy sedado. Me ponía una inyección. Primero ponía la aguja y no sé por qué se escondía detrás de la mampara mientras yo me quejaba del dolor al tener todavía la aguja metida. Al momento me di cuenta que se estaba masturbando, y al ratico me ponía la inyección y empezaba a tocarme el culo y los genitales. Y así durante varios días.

Una mañana amanecí en ese cuarto solo y desnudo. Y el cura estaba de rodillas frente a mí. Yo es que nunca comprendí lo que hacía hasta que me fui haciendo mayor y comprendí. Cuando despertaba estaba todo mojado de algo pegajoso. Imagínate, Guillermo, eyaculaba sobre mí... Notaba un fuerte dolor en el ano y tenía mojada hasta la cara y el pecho. El muy canalla se estaba aprovechando de mí, y yo sin entender nada de lo que hacía. Esto nunca jamás podré olvidarlo, querido hermano. Después, recuerdo bien cada vez que el cura me llamaba me orinaba en los pantalones y los chicos se reían de mí. Bueno, aunque no todos. Y mientras yo allí solo, sin nadie, asustado sin saber dónde ir, como perdido en un bosque. Solo pensaba en cuánto iba a durar esto. No quiero ponerte más triste, querido hermano. Y lo siento mucho, porque te conozco, y sé que estarás llorando igual que yo lo hago ahora. No te imaginas cuánto pude echarte de menos, gordi.

Te quiero muchísimo, Guillermo. Creo que tú sabrás qué hacer con esta carta algún día. Espero tus cartas, hermano. Te quiero mucho. Cuídate y cuida de tu peque. Jamás lo dejes nunca solo. Siempre estás en mi pensamiento, te quiero hasta el cielo y más.

Tu hermano.