Según los últimos datos publicados por el Instituto de Estadística de Navarra (Nastat), el 44,7% de las mujeres de edades comprendidas entre 18 y 55 años desea tener dos hijos y un 34,5% desea tener tres. Sin embargo, la realidad es que el indicador de fecundidad a lo largo de toda su vida se sitúa en 1,46 hijos por mujer, una cifra que lleva décadas descendiendo.

La socióloga María Ibarrola subraya que la tasa de natalidad lleva bajando en Navarra desde los años 80. “Hubo un paréntesis entre el año 2000 y el 2008, durante el boom de la inmigración, pero la tónica general ha sido de descenso”. A su parecer, la llegada de extranjeros fue la que permitió recuperar la natalidad en la Comunidad Foral, pues aunque la mejora de la economía que se produjo durante estos años previos a la crisis es otro factor propicio, el comienzo en el descenso del número de hijos se produjo también en una época de bonanza.

Según pone de manifiesto la socióloga, la precariedad laboral y los cambios en las exigencias formativas tienen mucho que ver en esto. “Nos iniciamos más tarde en la maternidad porque es la época en la que más años pasan estudiando las mujeres, una necesidad de formación cada vez más grande debido a la competencia en el trabajo y a la precariedad de este”, apunta.

Para la psicóloga Patricia Roncallo, especialista en terapia familiar y perinatal, los cambios sociales de las últimas décadas han hecho que el desarrollo de la mujer en otras áreas empiece a ser prioritario, con lo cual formar una familia y tener hijos ya no es la base fundamental de su identidad. “Hay toda una representación social de la maternidad que aún hoy se mantiene, viéndola como un hecho complejo que limitará sus posibilidades laborales y sociales”, dice señalando que estas ideas están sustentadas en el hecho de que aún no se dan las garantías necesarias para que una mujer, de forma general, pueda ser madre y desarrollarse plenamente como persona y como profesional.

Esta sensación de renuncia, señaló la profesional, no se da en los hombres, ya que las injerencias a nivel de proyección personal y laboral, aún hoy, recaen sobre todo en las madres. “La maternidad no debe ser solo responsabilidad de la mujer, para que existan garantías de que una mujer pueda tener una maternidad gozosa y saludable lo primero que tiene que haber son unos apoyos a nivel de pareja, de familia y social que ahora mismo no se están dando”, aseguró, una red que, tal y como confirmó Ibarrola, están desapareciendo. En este sentido, Roncallo manifestó que “si existiesen mayores garantías probablemente más personas se plantearían tener más de un hijo”.

Madres cada vez más tarde Esta falta de apoyos y la exigencia de formación, indicó María Ibarrola, repercuten en otros factores negativos como son el retraso en la edad de gestación. Los últimos indicadores de natalidad que recoge Nastat, referentes al 2017, muestran que la edad media de las madres cuando tienen su primer hijo se sitúa en los 31,3 años, una cifra que ha ido aumentando paulatinamente con el paso del tiempo (diez años antes la edad media se situaba en los 29,9). “Las mujeres cada vez intentamos ser madres más tarde y biológicamente los mejores años están entre los 24 y los 34”, señaló la socióloga María Ibarrola haciendo ver que, al retrasarse el inicio de la maternidad, a las mujeres les quedan pocos años para poder completar su familia y aumentan los riesgos de que se produzcan problemas durante el embarazo.

La dificultad de conciliar la vida social, familiar y laboral de las madres puede derivar en problemas para la madre, incapaz de hacer frente a las expectativas sociales e incluso a sus propias exigencias. “Hay una presión social muy grande sobre las mujeres, incluso de nosotras mismas -explica Patricia Roncallo, que encuentra muchos casos como este en su consulta-. Nos mantenemos en esos mitos de que tenemos que tenerlo todo bajo control y esto nos lleva a unos niveles de estrés bastante elevado”. Cumplir con todas estas imposiciones, asegura la psicóloga, es imposible, por lo tanto es imprescindible liberarse de todos estos mitos para poder disfrutar de la maternidad. “La clave no está en hacer mucho, sino en disfrutar de lo que hagas y hacerlo a tu manera”, indica.

Modelos de crianza En esta línea, Roncallo se mostró preocupada por los modelos de crianza impostados y que dictan desde fuera qué tipo de madre hay que ser, unas pautas que, en ocasiones, se contradicen dependiendo de la fuente consultada. “Las familias pasan más tiempo mirándose al espejo de estos modelos que buscando cuál es el que se adapta mejor a su situación particular y a sus necesidades y ahí surgen muchos conflictos”, asegura. A su parecer, mientras se trate de familias en las que se cumplan las garantías para que el niño crezca con bienestar, esté sano y afectivamente protegido, el mejor método es el de su familia. “Lo bonito de la maternidad y la paternidad es descubrirla a tu manera, cuando no haces caso de lo que dice un libro, los abuelos o su vecino porque ves que a vosotros y vuestro bebé lo que os va bien es otra cosa”.

Internet y la ingente cantidad de información disponible en la actualidad es una de las causantes de la proliferación de estos modelos, aunque desde el punto de vista de la psicóloga el problema no está en la cantidad de información, que siempre es buena, sino en no tener criterio a la hora de hacer uso de ella. “Exige un nivel de responsabilidad muy alto y esto pasa por mirar a tu familia y conocer a tu niño porque, por muy válido que sea un modelo, no todas las recetas sirven para todos”, aclara.

Uno de los aspectos clave para la psicóloga se encuentra en el tiempo que las madres pueden pasar con sus hijos antes de incorporarse a sus empleos, ya que a su juicio muchas mujeres se ven obligadas a volver al trabajo demasiado pronto. “Muchas mujeres se plantearían retrasar más la entrada al trabajo si existiesen garantías económicas y sociolaborales porque no están preparadas para dejar a sus bebés en una guardería o al cuidado de una persona externa”. Además, señala, es positivo para un bebé de cuatro u ocho meses el poder estar en casa con sus padres.

Este hecho, comentó, es uno de los que más estrés genera en las madres, ya que no se sienten preparadas para separarse de su hijo y creen que él lo esté tampoco. “Tener un bebé de cuatro meses en la guardería hasta hace poco no era planteable -destaca-. Ahora el entorno laboral y social que tenemos es este y nos envolvemos con lo que hay como mejor podemos, pero la factura emocional que esto puede acarrear puede ser grande”.

Estas dificultades propias de la maternidad pueden desencadenar incluso en problemas de salud, de hecho está demostrado que la depresión es un trastorno que aparece con mayor prevalencia durante el embarazo y tras el parto. “A nivel de práctica clínica lo que más me encuentro son unas tasas de estrés y ansiedad muy altas que, en algunos casos, pueden presentarse también con algún síntoma de depresión, pero afortunadamente los trastornos depresivos más graves son los menos y normalmente con terapia y tratamiento se pueden solucionar”, matiza Roncallo.

La pareja El nacimiento de un bebé se presenta como un momento clave en la convivencia de la pareja, independientemente de si este es el primero o no. Siempre exige un proceso de reacomodación en el sistema familiar que implica al conjunto de los miembros y en el que todos tendrán que hacer sacrificios. En la mayoría de parejas, señala la terapeuta, se trata de procesos de adaptación sanos y evolutivos que se viven con naturalidad, aunque existen excepciones que desembocan en verdaderas crisis de pareja. “A veces tenemos la idea de que todas estas crisis estallan en el momento en el que nace el bebé, pero yo lo que suelo ver es que son cosas que ya estaban presentes en la pareja y con la entrega emocional y el cansancio que implica el nacimiento del bebé salen a la luz y cobran más trascendencia”.

Población extranjera La socióloga María Ibarrola destaca que la inmigración continúa siendo fundamental en el mantenimiento poblacional de navarra, y es que, tal y como muestran los últimos datos de Nastat, los nacimientos de madres de nacionalidad extranjera suponen un 21% del total de nacidos en el año 2017, una clara representación en comparación con la tasa de extranjeros empadronados en la Comunidad foral, siendo estos el 8,5% del total.

A pesar de que el flujo migratorio continúa siendo importante, Ibarrola explica que este cambio producido en los primeros años del siglo XXI no se mantuvo debido a que muchas de estas mujeres volvieron a sus países de origen ante la falta de expectativas por la crisis y a que las que se quedaron han ido adoptando las formas de vida y las dinámicas sociales de Navarra. Esto último, indica Patricia Roncallo, se acentúa debido a que las mujeres extranjeras parten normalmente de un contexto de amplias redes familiares y sociales que ayudan a la crianza que aquí tienen a desaparecer, por lo que cambia su perspectiva hacia la maternidad y la carga que va a suponer para ellas.