pamplona - Constantino (nombre ficticio), ahora por encima de 80 años, arribó al colegio Diocesano Nuestra Señora de El Puy de Estella en 1965 pero no fue para recibir clases, sino para impartirlas. Fue uno de los cuatro maestros oficiales que llegó tras un concurso público al centro y recuerda que su sueldo dependía del Estado y luego el propio colegio le proporcionaba un extra. Era un profesor laico, con amplio acervo religioso, con sensibilidad y que, como aquí cuenta, mantenía frecuentes discusiones con el director del colegio José San Julián Luna, por el carácter rígido de este y por la forma de manejar el colegio y al alumnado. Es el segundo docente, tras el cura Aberin, que ya publicó un artículo en este periódico, que admite que las sospechas en torno a San Julián eran de sobra conocidas y que es probable que hubiera un manto de protección del resto de religiosos en torno a sus comportamientos abusivos y agresivos.

“Nos llevábamos como el perro y el gato -dice de su relación con San Julián-. Los chicos, a esa edad, necesitan también amabilidad y buen trato, y aquel hombre tenía otras ideas y quería imponernos sus ideas a la hora de dar clase. Les trataba como si fueran soldados de un cuartel. Al final, me marché en 1975 al poco de que él se fuera y me fui aburrido porque me estuvo machacando durante mucho tiempo”. Constantino no tiene miedo a hablar y no pone paños calientes a lo que pudo ocurrir en El Puy bajo la dirección de San Julián. “Yo no he visto abusos ni malos tratos, no he tenido pruebas nunca, pero sí sospechas, y siempre había un runrún en el pueblo de Estella en torno a San Julián. Pero creo que los compañeros sacerdotes le taparon demasiado, debieron tener mucho cuidado. El director les ponía castigos a los chavales, les llamaba a su despacho para rendir cuentas. Aquello quedaba entre cuatro paredes y son cosas que no se han podido probar nunca. Lo hacía en el despacho o en su clase y allí los que éramos seglares no entrábamos, y tampoco recuerdo que los alumnos nos lo hubieran comentado o que, entre nosotros, los que ejercíamos de maestros oficiales, lo habláramos. Pero claro, hay que pensar que aquellos eran otros tiempos, que San Julián era una persona con mucho poder, muy rígido y que metió mucho miedo, y que lo que menos se podía pensar de un cura en esos tiempos es que te pudiera hacer cosas de esas”.

A la pregunta de si le sorprenden las denuncias actuales sobre San Julián, Constantino responde que “con el runrún que había, con algún chico que siempre se sincera y con la gente que te encuentras ahora que saca esto a la luz, no tienes más remedio que creer y que admitir que aquello existió. Pero no tuvimos datos suficientes para probarlo. No podíamos demostrar nada porque era tu palabra contra la de todo el colegio”.

“me alegro de las denuncias” Este excatequista, muy lúcido pese a los años, confiesa que el hecho de que la gente salte ahora con su testimonio de denuncia “me alegra” y recuerda que nunca ha conocido los verdaderos motivos de la salida de San Julián del colegio, pero “me figuro que salió porque lo mandaron a otro colegio porque aquello sobresalía demasiado”. Ahora, Constantino dice que quizás si volviera la vista atrás “puedes pensar que actuamos de un forma un poco cobarde y que podías haber luchado un poco más. Eso me da un poco de pena. Pero también hay que pensar que eran otros tiempos y que cada uno teníamos una posición desigual a otros dentro del colegio”.

“no quiero la iglesia que hay” Ahora, este exprofesor, que se reúne en torno a un grupo de postulantes de una Iglesia de Fe adulta, afirma que la “Iglesia navarra no ha estado bien, a la altura, creo que ha estado cobarde en muchas cosas. Cuando hay que reconocer la culpa, eso es lo primero, admitir que es culpable”. Por eso abogo por una Iglesia distinta. “No quiero la que hay, aunque me guste echar una mano. Pero estas cosas tienen que salir a la luz para que no se vuelvan a repetir, porque ha habido demasiados casos”, zanja Constantino.