pamplona - Aunque el protagonista de la entrega del Premio a la Buena Práctica Médica fuera su ganador, el nefrólogo Pedro Errasti Goenaga, su discurso bien podría haber sido el del anfitrión que entrega el galardón al Médico que le da nombre, Ignacio Sánchez Nicolay. Los elogios de Errasti hacia su difunto compañero hablan también del porqué de su elección para el acto de ayer.

¿Qué supone para usted este galardón?

-Todo un honor, fundamentalmente porque he conocido personalmente la figura inmensa de Ignacio Sánchez Nicolay. Era un hombre que vivió la Medicina de Familia, que puso en marcha intensivos, que iba semanalmente a Madrid cuando fue presidente de los Colegios Médicos de España... Hizo una gran labor y se desvivió por la Medicina. Por eso, recibir un premio que se llame como él para mí es un grandísimo privilegio.

¿Cuál era su relación con él?

-Aunque ya lo conocía de antes, en 1982 fui a vivir al séptimo piso del portal Pío XII 29, dónde él vivía cinco pisos más abajo, en el segundo. Tenía bastante relación con él, con su esposa y su familia. Incluso solíamos organizar comidas anuales en el restaurante Aguirre, donde acabábamos cantando juntos. Todo ello genera que este premio me resulte especial.

¿Cómo ha visto la evolución de la nefrología en los últimos cuarenta años?

-Ha cambiado muchísimo. En los primeros cien pacientes transplantados, entre los años 1969 y finales de los setenta, los donantes tenían edades de quince a cuarenta años y, los receptores, inferiores a cincuenta. En cambio, ahora estamos transplantando a pacientes de ochenta años. Un porcentaje altísimo de los donantes tienen sesenta y cinco, setenta y hasta ochenta años. Para ello, estamos utilizando material de cadáveres y de vivos: el de vivos es ideal, porque la intervención es mucho más reglada y tranquila; mientras que con los cadáveres se vuelve más urgente y es de peor calidad. A pesar de ello, estamos logrando resultados que se acercan a los transplantes con gente joven.

Usted hace hincapié en el buen trato con el paciente. ¿Dónde queda su papel a medida que avanza la tecnología?

-La tecnología es clave para hacer diagnósticos y tratamientos rápidos, pero no hay que olvidar que el paciente es el objetivo final de la Medicina.

¿En qué se traduce esto en el caso de los transplantes renales?

-Hay que explicarle al paciente todas las opciones y que el transplante es el tratamiento ideal, pero también qué problemas plantea de cara a su futuro, para que pueda elegir el tratamiento con todos los riegos que conforta. No todos los transplantes renales salen bien, algunos presentas problemas y hay que informar al paciente sobre todos lo que desea saber sobre resultados y riesgos.

¿Cómo se debe tratar con un paciente en esa situación?

Tenemos que hablar con el corazón y ponernos al lado del paciente, porque todos los médicos acabaremos siendo pacientes. A nosotros también nos gustaría que nos trataran con deferencia, con cariño, mirándonos a los ojos, escuchándonos. Los médicos somos personas normales y corrientes que estamos llamados a curar a los demás, pero eso no nos libera de acabar siendo pacientes en algún momento de nuestra vida. Hay que saber tratar a los pacientes como a uno le gustaría que le trataran.