dos sensibilidades muy marcadas, más de dos décadas de conflicto, mesas de diálogo de por medio y, todo ello, con la referencia de los incidentes de 2018, que nadie desea, pero que rebrotaron el año pasado durante el Alarde de Hondarribia cuando parecía que la tensión y la crispación iba remitiendo. El municipio se engalana estos días, fiel a su voto de gratitud a Guadalupe tras la ocupación francesa, pero los meses se han echado encima y rezuma cierta incertidumbre sobre el transcurrir del Alarde, en el que la participación de la mujer como soldado sigue siendo motivo de confrontación.

El escenario de esa tensión se reduce prácticamente a 50 metros de recorrido por la calle Mayor. Hay quien juzga excesivo extraer conclusiones en clave de convivencia por lo que ocurre en un espacio tan reducido, pero el problema no viene determinado por las dimensiones físicas sino más bien por la virulencia de lo que ocurre ahí adentro, como quedó patente el año pasado. Todos se muestran de acuerdo en que se sobrepasaron todas las líneas rojas, como demuestran las 15 denuncias interpuestas ante la Ertzaintza tras los incidentes entre integrantes de Alarde Fundazioa Hondarribia y Jaizkibel Konpainia.

Las aceras de la calle Mayor tienen un metro de anchura. Se empiezan a ocupar desde la madrugada del día 7. Los asistentes (en su mayoría mujeres partidarias del desfile tradicional) reservan su lugar prácticamente 30 horas antes. Las escenas de tensión se repiten año tras año porque antes de que pase el Alarde tradicional lo hace Jaizkibel, que defiende una integración igualitaria de las mujeres en el Alarde. Participa en el desfile en virtud de los horarios dictados por el director de la Ertzaintza.

Se trata de una manifestación en la medida que sus integrantes consiguen el permiso tras cursar solicitud al director de Seguridad del Gobierno Vasco. Y a partir de ahí, la recurrente protesta con plásticos negros de quienes aguardan el paso del Alarde y se sienten “humilladas” porque, a su entender, se ven obligadas a presenciar lo que técnicamente es una manifestación.

Dos sensibilidades enfrentadas que exigen un equilibrio entre el respeto a las personas y la libertad de expresión. Término medio que, hoy por hoy, se antoja complejo, como ha podido comprobar Jenny Pearce, experta en mediación de conflictos que ha llegado a trabajar en el proceso de pacificación de Colombia. Su concurso ha sido necesario en Hondarribia. Señala que “aún se necesita más tiempo y trabajo para abordar las fases del diálogo” entre ambas partes.

Visto desde fuera, puede resultar llamativo que, tratándose de una fiesta, sea necesaria la figura de una mediadora en conflictos internacionales. Pero son sentimientos a flor de piel. Parte del municipio dice estar cansado de injerencias externas, a sabiendas de que el posicionamiento institucional mayoritario se inclina en favor de la participación de la mujer como escopetera, es decir, en igualdad de condiciones que los hombres. Desde Emakunde defienden que las tradiciones surgen en contextos históricos “determinados”, pero entienden necesario “adecuarlas a los nuevos tiempos”. Desde el Alarde replican que el día que quiera cambiar el pueblo el modelo, “se hará”, pero que lo que no aceptan es una imposición. “El Alarde será lo que quiera el pueblo, porque es una tradición de 380 años que defiende la mayoría de las mujeres de Hondarribia. El día que quiera la mayoría, se cambiará, y lo asumiremos”.

Tiempo al tiempo

Así las cosas, dar una solución definitiva a un problema que se remonta 26 años atrás ha sido un objetivo que se ha perseguido durante el último año con especial interés. Los graves incidentes del 8 de septiembre de 2018 aconsejaban crear un espacio de encuentro que favoreciera un intercambio de opiniones. Alarde Fundazioa así lo entendió. Propuso en febrero la creación de una mesa de diálogo que reuniera a todas las partes implicadas. En esencia, cuatro interlocutores: Alardeko Fundazioa y Hondarribiko Emakumeak, partidarias de la celebración tradicional. Al otro lado de la mesa, Jaizkibel Konpainia y Juana Mugarrietakoa, colectivos que agrupan a mujeres de Hondarribia que quieren participar en igualdad de condiciones que los hombres.

El objetivo era sentarse a hablar para expresar libremente sus opiniones e inquietudes con el fin de rebajar la tensión. Dos entidades por cada bando, y una propuesta: que el alcalde de Hondarribia, Txomin Sagarzazu (PNV), asumiera el papel de intermediador. Tras varios desencuentros en torno a la figura del regidor como mediador, algo que rechazaba Jaizkibel, el Ayuntamiento dio un paso al frente para constituir una mesa de diálogo. Anteriormente había habido un intento de mediación por parte de la Diputación que no prosperó. Finalmente fue contratada Jenny Pearce, la experta inglesa en mediación de conflictos que durante los meses de junio y julio se dedicó a hablar con las partes para ir preparando el terreno de un encuentro conjunto para desactivar la tensión.

Cuando todo parecía indicar que el encuentro entre ambas partes era inminente, la facilitadora emitió un comunicado en el que dejó ver que todavía queda largo camino por recorrer. “Considero que se han dado pasos en torno al diálogo, algo que demuestra la voluntad de todos los grupos para favorecer encuentros y fórmulas”. Pero como facilitadora entiende que todavía hace falta “más tiempo y trabajo para abordar las fases del diálogo” de manera que se desarrolle “de modo tranquilo y fructífero para las partes”.

Su labor, “totalmente independiente y en función de la paz”, no ha dado por el momento el resultado deseado. Agosto se ha consumido sin encontrar la salida a la encrucijada. Después de llevar “todo el año trabajando incansablemente en múltiples reuniones”, Alarde Fundazioa Hondarribia muestra su “decepción y preocupación” por no haber podido culminar el encuentro propuesto. Advierten que no serán ellos quienes aviven el clima de tensión.

Jaizkibel Konpainia, a pesar del intento de mediación frustrado, valora que Alarde Fundazioa haya considerado el diálogo como una vía para solucionar conflictos. Más que de fracaso hablan de “oportunidad”, pidiendo a su vez que su compañía y los simpatizantes sean respetados el domingo.

Lo mismo solicita desde el otro lado Hondarribiko Emakumeak. Apela a la responsabilidad institucional para que se evite la coincidencia, en espacio y tiempo, de personas con sensibilidades tan opuestas.

La portavoz de la Diputación de Gipuzkoa, Eider Mendoza, reiteró ayer que la “apuesta” de la institución foral para solucionar el conflicto pasa por una “intermediación” en la que va a “centrar” todos sus “esfuerzos”.