pamplona - El guardia civil que investigó a Ana Julia Quezada en Burgos, la ciudad a la que llegó a España desde República Dominicana, en 1992, con 19 años, declaró que todo el pasado de la acusada en la ciudad apuntaba a “interés económico” en sus vaivenes de pareja y en su carácter “manipulador. El hijo de una de sus parejas contó que su padre se moría entre dolores, se quejaba, y ella seguía jugando a la tableta sentada al lado. Otros contaban que cuando iba a morir su padre suscribió una póliza de seguros en favor de ella por valor de 30.000 euros. Con su primer marido estuvo hasta que se le acabó el dinero que le había tocado en la lotería. Luego, lo dejó”, explicó el agente, que se entrevistó con familiares de sus tres exparejas.

La presunta ambición económica de Ana Julia Quezada, quien tendría interés en disfrutar la finca valorada en 500.000 euros de su pareja, Ángel Cruz, y en cuya ecuación vital sobraría el menor Gabriel Cruz, según la tesis de la acusación, emergió ayer en el juicio. Sobre la finca del padre del niño, declaró Francisco Cruz, tío de Gabriel, que explicó que cuando estuvo en la finca de Rodalquilar, mientras participaba en la búsqueda de su sobrino, le sorprendió ver allí “una pala, un hacha y un rastrillo ordenados, bien puestos, en línea, como cuando vas a un examen y colocas los bolígrafos en línea. Me extrañó muchísimo porque Ángel (padre del niño y novio en aquella época de Quezada) no tiene herramientas allí”, dijo a preguntas de las acusaciones, que intentan probar que Quezada actuó con premeditación y trasladó las herramientas a la finca donde tendría planeado matar al niño. - D.N.