Bilbao - En Euskadi, la tasa de envejecimiento es del 147%, muy por encima de la media estatal, situada en el 120%. Esto significa que, por cada 100 personas menores de 16 años, hay 147 mayores de 64. Esta cifra supone un máximo histórico que responde a una tendencia de crecimiento. Un reto, sin duda, mayúsculo analizado ayer en el III Foro Vivir Más, Vivir Mejor, de la Fundación HelpAge International, un movimiento al que Euskadi está vinculado a través del programa Euskadi Lagunkoia, instrumento para la implicación de localidades vascas en el avance hacia entornos más amigables con las personas mayores.

¿Qué hace a una ciudad amigable con las personas mayores?

-En Euskadi estamos en una etapa muy importante, en la que la red de municipios adheridos aumenta paulatinamente. A día de hoy estaremos en torno a setenta y tiene que ver con el concepto de amigabilidad. En Euskadi, este movimiento lo hemos traducido como Euskadi Lagunkoia, así como en las series de acciones que tienen que ver con los derechos, la dignidad y el bienestar de los mayores.

¿En qué se traduce en medidas concretas?

-La semana pasada la consejera presentó en la Fundación Matia, por ejemplo, las condiciones que debe guardar una casa para personas con demencia para que estén atendidas de la mejor manera posible y vivan del mejor modo posible. Tiene que ver con la adecuación de los parques, espacios libres, espacios naturales, a las personas mayores; tiene que ver con el derecho a morir dignamente, tiene que ver con la detección y atención de los casos de soledad, tiene que ver con el concepto de servicio a las personas mayores, del comercio, las tiendas, de los bares, de los restaurantes, tiene que ver con la relación intergeneracional... En definitiva, que las personas mayores no estén relegadas de ninguna de las maneras, que formen parte activa de la vida en todos sus aspectos.

Las instituciones avanzan, y la sociedad ¿es amigable con las personas mayores?

-Los avances son importantes. Nuestra tasa de envejecimiento es muy alta y en la sociedad estamos haciendo las cosas bien, hay conciencia de las características demográficas de lo que somos, pero también hay conciencia, compromiso, de lo que significa el respeto y la dignidad a todas las personas, incluidas las personas que van cumpliendo años y van envejeciendo. Los derechos no caducan con el envejecimiento ni con el deterioro cognitivo, eso es algo que lo llevamos con nosotros y tanto las políticas públicas como las de otro tipo de instituciones, como la labor del voluntariado, que es encomiable en Euskadi, son unas herramientas que no podemos perder de vista.

¿Qué retos plantea la longevidad?

-La parte de los derechos y todo lo que eso significa, el modo de atención a las personas, tanto en su propio domicilio como en otro tipo de instituciones, residencias, centros de día, y ahí yo diría que no podemos perder el foco: atención centrada en la persona, sabiendo que cada persona es única, por lo tanto debemos tenerlo presente a la hora de cuidarla, de atenderla, de acompañarla, ya sea familiar o no. Eso mismo va a significar la necesidad de profesionales debidamente preparados para la atención a todas esas personas. Habrá también necesidad de más recursos y creo que no podemos perder de vista la implicación del voluntariado. Yo animo a la gente a que se implique, porque aunque dediquemos poco tiempo, aunque sea una hora a la semana, eso nos va a enriquecer como personas.

Desde hace años, Matia Fundazioa trabaja para transformar las grandes residencias en espacios más reducidos y familiares. ¿Cómo avanzan en ese propósito?

-Se van dando pasos paulatinamente, con la mirada puesta en la atención centrada en la persona, de modo que el lugar donde vaya a vivir esté adecuado a sus necesidades físicas, cognitivas, de salud, pero también emocionales. Que sean lugares acogedores, pensando no en la masa sino en las individualidades y que arquitectónicamente sea sostenible. Que sea un lugar que lo consideren propio y puedan sentirse cómodos en esa etapa de la vida.