Antes de que ninguna ley foral regulase el uso del euskera en la Comunidad Foral, las Ikastolas de Navarra llevaban años trabajando para cumplir los anhelos de muchos ciudadanos y ciudadanas de recuperar la lengua de sus antepasados, el euskera, y tener un modelo educativo más progresista que el vigente. Argia Ikastola, organizadora de esta edición del Nafarroa Oinez, fue de las últimas en iniciar su andadura en Navarra, en 1984. El año 1986 se publica la cuestionada Ley del Euskera, que a pesar de recoger en su preámbulo que el euskera es una lengua propia y patrimonio de Navarra, además de establecer el compromiso para evitar el retroceso de ese tesoro cultural y hacer solemne proclamación de evitar la confrontación entre lenguas y el derecho de la ciudadanía para aprenderla y utilizarla, la realidad dista mucho de aquellas buenas intenciones. Esa ley limita los derechos lingüísticos de los ciudadanos y ciudadanas dependiendo de la zona en la que les toque vivir.

El Nafarroa Oinez sigue siendo la fiesta necesaria de defensa del euskera con argumentos lingüísticos, culturales, científicos emitidos desde el amor, la tolerancia, el respeto a la singularidad y la diferencia, huyendo de sentimentalismos y revanchismos. Se debe hacer lo posible para que cada individuo pueda elegir en libertad. Las lenguas jamás han determinado ideologías, ni menos visiones uniformes de arcadias felices o islas irreductibles. El mestizaje, a todos los niveles, es más que evidente.

Las Ikastolas de Navarra llevan años inmersas en el gran reto del desarrollo de un multilingüismo equilibrado que apuesta por la revitalización del euskera como lengua propia minorizada, junto con la preparación para una sociedad cada vez más multilingüe y multicultural. El pasado martes , día 15 de octubre se celebró en Baluarte el primer encuentro sobre cooperativismo de Navarra bajo el lema Futuro para Navarra. Las Ikastolas ya había hecho suyo ese lema desde la década de los 60 del pasado siglo, encontrando en el cooperativismo la mejor fórmula para constituir las diferentes comunidades educativas desde comienzos de los años 70; con una visión nueva, capaz de concebir la educación de forma autónoma, ligada a cada zona geográfica, utilizar el euskara como lengua vehicular sin renunciar al plurilingüismo. Trabajando por y para la cultura vasca, minorizada y aplastada durante demasiado tiempo, fomentan la participación integral de las familias y de los profesionales de cada centro en la gestión de dichas comunidades. Argia Ikastola es un ejemplo magnífico de centro educativo que trabaja por y para la Rivera, habiendo ideado y desarrollado una educación euskaldún y cooperativa. Y podemos decir que Tudela y su comarca son también, en parte, reflejo de esa influencia que la ikastola ha supuesto. Y la clave del éxito la encontramos en la confianza que la Ikastola ha puesto en cada una de las personas que han formado y forman parte de su comunidad, el apoyo de miles y miles de euskalzales e ikastolazales, que como hoy, la han apoyado y la apoyan y la solidaridad del resto de Ikastolas de Euskal Herria que están con ella. Vaya para todo ellos nuestro agradecimiento más sincero. Su solidaridad sigue siendo necesaria.

Las Ikastolas, contribuyen a educar personas con autoridad personal, personas que saben cooperar entre ellas y con otras personas y entidades del municipio, personas que se abren al mundo desde el euskera y desde otras lenguas; en definitiva, personas solidarias y cooperativas. Las ikastolas siempre han querido ser lugares de integración, de convivencia, de socialización y de formación de las niñas, niños y jóvenes cimentado en valores de respeto, tolerancia, libertad y solidaridad, sobre los que se edifica todo lo demás, para mejorar una convivencia democrática y pacífica, basada en el reconocimiento de los derechos humanos.

El autor es director de la Federación Navarra de Ikastolas