PAMPLONa - La tragedia le sobrevino a Francisco Javier Miranda García en una ruta aérea que se la conocía como la palma de su mano porque acudía a la delegación de su empresa en Catalunya. A los mandos de su aeronave Piper PA-60-602P Aerostar recorría con asiduidad, casi semanalmente según varios conocidos, el trayecto entre Sabadell y el aeropuerto de Noáin-Pamplona debido a sus negocios y a que residía por ello a salto de mata entre su vivienda en el centro de la capital navarra y una localidad barcelonesa. Cuando no le acompañaba su esposa, Ana Pinillos, otra piloto experimentada ya que obtuvieron la licencia al mismo tiempo, esta solía aguardar su llegada en el aeropuerto de Noáin (ayer le esperaba un amigo), donde solo aparcan habitualmente cuatro avionetas de propietarios particulares y una de ellas era precisamente la de Javier Miranda, una aeronave fabricada en 1981 y matriculada en el año 2000.

El fallecido era socio del Real Aeroclub de Navarra, donde fue uno de los alumnos más aventajados del instructor de pilotos, Carlos Eugui, y alguno de los integrantes del aeroclub acudió de inmediato a las instalaciones aeroportuarias nada más conocer el fatídico suceso. Miranda obtuvo la licencia hace más de 35 años y acumulaba muchas horas de vuelo con viajes regulares. Primero empezó con una aeronave monomotor y luego sumó tres bimotores hasta adquirir hace años la avioneta con la que ayer se estrelló trágicamente. Según Carlos Eugui, el que fuera su instructor en el Real Aeroclub, Miranda era “un hombre extraordinario al que le encantaba volar y todo lo que tuviera que ver con el motor. Cuidaba al detalle la avioneta y le gustaba este mundillo. Es tan injusto lo que ha ocurrido”.