Gracias al tesón de millones de personas, el 8M se consolida año tras año como un altavoz mundial de las reivindicaciones feministas. Las personas que integramos la UGT de Navarra no hemos dejado un solo día de pelear por la igualdad entre hombres y mujeres. En nuestro ámbito, el de las relaciones laborales, estamos haciendo todos los esfuerzos posibles para romper las brechas que aún discriminan a una mitad de la sociedad en beneficio de la otra mitad.

Aunque la lista de avances en materia de igualdad es incuestionable, no podemos acomodarnos. Creo que estamos haciendo un flaco favor a la igualdad efectiva si nos perdemos en debates teóricos y poco productivos que nos resten fuerza y energía para trabajar por una sociedad menos machista.

Por esa razón, con motivo del 8M, este año hemos querido abordar uno de los problemas más agudos que azotan a las mujeres más desprotegidas: la trata con fines de explotación sexual. Hemos querido retomar el debate sobre la prostitución en un intento de que no se nos olvide que, por mucho que el feminismo avance en el plano teórico, existen desigualdades estructurales y violentas contra las que no podemos dejar de pelear.

La prostitución es una forma de violencia extrema contra mujeres y niñas. Es un comercio ilícito, creado por y para los hombres, en el que la materia prima son los cuerpos de ellas concebidos únicamente para satisfacer el placer sexual de los hombres. En ese negocio internacionalizado y multimillonario, las mujeres desaparecen para transformarse en mercancía útil mientras satisfaga los caprichos del hombre. Cuando la mercancía deja de ser útil, simplemente se repone.

La Organización Internacional del Trabajo cifra en 4,5 millones de personas el número de víctimas de trata con fines de explotación sexual. El 90 % son mujeres y niñas. Trata y prostitución son realidades indisociables que forman parte de un mismo continuo, que es la industria de la prostitución.

La prostitución somete a las mujeres a una doble explotación: sexual y económica. Considerar que la prostitución es un trabajo, sexo a cambio de dinero, es tanto como institucionalizar la cultura de la violación. ¿No estábamos de acuerdo en que sólo sí es sí? Si el consentimiento mutuo es intrínseco en unas relaciones sexuales entre iguales, queda claro que la prostitución perpetúa la desigualdad y da prevalencia a la voluntad del hombre, que se siente legitimado para imponerse a la mujer por el mero hecho de haber pagado.

La explotación económica es igual de sangrante. Algunos estudios cifran en 5 millones de euros diarios el volumen de dinero que mueve la prostitución en España. Es decir, prostituir mujeres y niñas sigue siendo un negocio más que lucrativo en nuestro país, pero está claro que las mujeres objeto de esta explotación no se benefician de dicho lucro.

No voy a pedir disculpas por ser mujer, trabajadora, sindicalista y feminista. Estoy convencida de que para luchar contra las desigualdades entre hombres y mujeres tenemos que comenzar por hacer desaparecer las más básicas, estructurales e injustas. Y la prostitución es una de ellas. Por eso debemos abolirla.

Sé que esta apuesta por la abolición no encaja actualmente en el discurso tan políticamente correcto por el que tiende a desenvolverse el feminismo, más preocupado en teorizar y en poner etiquetas que en dar pasos efectivos en la dirección correcta. Por eso me gustaría volver a llamar la atención sobre lo esencial este 8M: actuemos contra las desigualdades que degradan a la mujer y, cuando las hayamos hecho desaparecer, ya no será necesario ponerles etiquetas. La prostitución no es un trabajo, es una esclavitud que se impone a mujeres y niñas. Erradiquémosla.

La autora es secretaria de Política Sindical e Igualdad de la UGT de Navarra.