- La crisis social derivada de la pandemia del COVID-19 está afectando a todas las esferas de la sociedad y de la vida cotidiana, pero sus consecuencias se hacen especialmente dolorosas para aquellas personas a las que ha sido arrebatada la posibilidad de dar un ultimo beso y un último adiós a los seres queridos que fallecen estos días. Rakel Mateo, psicóloga de la Asociación Goizargi, explica que esta situación anómala está generando complicaciones para las personas que viven el proceso del duelo de cerca, y a la vez tan lejos de las personas que quieren.

En estos momentos de incertidumbre y puede que especial necesidad de atención psicológica, ¿cuál esta siendo la atención que dan desde Goizargi?

-Por precaución, no estamos trabajando de forma presencial. Aún así, seguimos atendiendo y acompañando a los usuarios por teléfono o a través de videollamadas. Intentamos mantener la atención habitual hasta donde los medios disponibles nos lo permiten. Es ahora cuando empezamos a ver, conforme vamos avanzando en esta crisis, situaciones en las que personas que no pueden despedirse van a tener duelos con ciertas complicaciones.

¿Cómo se vive el duelo cuando uno no puede despedirse?

-Desde Goizargi, cuando recibimos a una persona que ha vivido una pérdida, hacemos una serie de preguntas iniciales acerca de si los usuarios han podido despedirte de su ser querido, si han podido participar en las celebraciones o rituales como pueden ser el tanatorio o el funeral, o incluso preguntamos si, en el caso de haberlo querido así, han podido ver a esa persona después de fallecer. Hay situaciones de muerte donde no es posible recuperar los cadáveres, que son casos que crean cierta ambigüedad emocional porque a todos nos cuesta ser conscientes de la muerte de una persona, aunque lo sepamos a nivel racional. Además, si no podemos despedirnos, esto genera ciertas complicaciones en el duelo, porque todavía la sensación de irrealidad es mayor. El no poder dar un último beso o abrazo, en definitiva, el no tener vínculo físico, todavía le añade más dolor al dolor, si cabe.

¿En qué manera ayudan o no los rituales de despedida?

-Es una moneda de doble cara: hay veces en las que el exceso de atención produce cierto rechazo y, sin embargo, hay otras personas que valoran mucho que el tanatorio este lleno, ya que, de alguna manera, sienten que le suman cierto “valor social” al fallecido. Ahora, para este segundo grupo de personas, el proceso se va a complicar porque no van a sentir ese arropamiento.

A esto se le suma el no poder apoyarse literalmente en un hombro en el que llorar. ¿Cómo afecta esto?

- Hay personas para las que probablemente la situación sea horrorosa, porque no pueden tener un vínculo físico. Pero también están las personas del extremo opuesto que sienten falta de espacio y a las que esto también genera una situación tremenda de dificultad.

¿Cómo se puede llevar adelante esta situación tan complicada?

-El no poder ver físicamente el cuerpo de una persona no significa que no se le pueda ver dentro de uno mismo. Se pueden cerrar los ojos y tener a tu muerto bien cerquita. Debemos tener cierta “creatividad” para poder cerrar este vínculo emocional en una situación tan extrema y anómala. Lo ideal sería conseguir, aunque entiendo que la situación no lo permita, que la última persona en ver con vida a nuestro ser querido, como puede ser una enfermera, por ejemplo, nos contara cómo ha sido fu final. Esto ayudaría a elaborar el cierre, porque ver a una persona morir es muy doloroso, pero imaginártelo a veces lo es más.